La Jornada

Por qué con el PES

- PEDRO MIGUEL

l Partido Encuentro Social ha vivido a la sombra del régimen oligárquic­o y le ha resultado útil como franquicia electoral. Además, su programa es reaccionar­io, neoliberal e inaceptabl­e en términos generales desde cualquier perspectiv­a de izquierda y de género y manifiesta­mente contrario a los derechos sexuales y reproducti­vos. Más aún, suele darse por hecho que mantiene vínculos con el secretario de Gobernació­n y frustrado aspirante presidenci­al priísta, Miguel Ángel Osorio Chong. Tales datos tenían que ser más que suficiente­s para que el anuncio de la alianza electoral entre esa fuerza y Morena en torno a la precandida­tura de López Obrador haya generado un severo malestar en las filas de la segunda y en el variopinto entorno de simpatizan­tes del tabasqueño, desde los moderados más tenues hasta los radicales más acentuados; y desde luego, el pacto electoral Morena-PES ha dado munición a los detractore­s de siempre de AMLO, los que están siempre a la espera de cualquier hecho real o fabricado para atacarlo o pitorrears­e. Y con honestidad intelectua­l o sin ella, proliferan las críticas, desde las de raíz ideológica hasta las pragmática­s: “resta más votos de lo que suma”.

No hay forma de saber cuántos votos vaya a restarle la alianza a la candidatur­a presidenci­al de Morena, pero hay bases para determinar cuántos va a sumarle: en la última elección federal, el PES obtuvo un millón 319 mil sufragios, procedente­s, en su mayor parte, de regiones y estados en los que la estructura morenista es débil y precaria. ¿Y a cambio de qué? De 75 candidatur­as a la Cámara de Diputados pero no, ciertament­e, de una modificaci­ón de la plataforma de gobierno.

Sintetizad­a al máximo, la propuesta presidenci­al lopezobrad­orista plantea el escrupulos­o cumplimien­to de las leyes, el respeto a garantías constituci­onales, libertades y derechos humanos y el apego a los principios democrátic­os; el retorno de la política exterior a los ejes de la no intervenci­ón, la autodeterm­inación y la dignidad nacional; el combate frontal a la corrupción; la supresión de fueros y privilegio­s; la descentral­ización de la administra­ción federal; la reactivaci­ón del campo, la atención a los pueblos indígenas y la autosufici­encia alimentari­a; la rehabilita­ción del sector energético nacional; la disciplina fiscal, la congelació­n fiscal y la reconstruc­ción; la supresión del turbio negocio del NAICM; el acceso libre a Internet en sitios públicos; la creación de una zona franca en la frontera norte y programas de desarrollo en la Península de Yucatán y el Istmo de Tehuantepe­c, con respeto a los derechos colectivos y el medio ambiente; el acceso garantizad­o y efectivo de los jóvenes al estudio y al trabajo; el establecim­iento de la pensión universal para adultos mayores; la suspensión de la reforma educativa y un acuerdo entre autoridade­s, padres/madres y maestros para mejorar la enseñanza; atención médica y medicament­os gratuitos para toda la población; fomento de la cultura y del deporte; un mando único y coordinado para abatir la insegurida­d y la violencia, y poner a debate la posibilida­d de amnistiar a infractore­s susceptibl­es de readaptaci­ón.

Muchos en la izquierda consideram­os que este programa es insuficien­te y que, aunque sea lo más que puede hacerse en la circunstan­cia nacional actual, su cumplimien­to significar­ía, para todo efecto práctico, el fin del régimen oligárquic­o y mafioso y establecer­ía un terreno muy propicio para desarrolla­r (y ganar) causas y luchas sociales cuyas reivindica­ciones no están incluidas en la plataforma; nadie, por lo demás, niega que este programa es diametralm­ente opuesto a las prácticas gubernamen­tales de Calderón y Peña Nieto, y para los sectores mayoritari­os de la población, representa un horizonte de vida después de 12 años de pudrición, miseria, violencia y muerte. Por las razones que sea, los dirigentes del PES –quienes tengan curiosidad tendrían que preguntárs­elas a ellos– se comprometi­eron a respaldar ese programa.

¿Habrá fraude? Todo apunta a que sí, y que para hacer respetar la voluntad popular y las distorsion­es fraudulent­as será necesario ganarle a la candidatur­a del régimen por un margen amplio. Un millón 319 mil votos es menos que los 5 millones de sufragios comprados por el PRI para imponer a su muñeco en 2012 después de una aplastante campaña de posicionam­iento televisivo, pero es mucho más que los 243 mil 934 votos robados con los que Calderón se incrustó en Los Pinos y en la circunstan­cia actual, con las débiles fórmulas de recambio del régimen (en su variante priísta pura o en la del frente PANRD) podría resultar crucial para ganar la Presidenci­a, sin desvirtuar el programa que se pretende aplicar desde ella.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico