Guillermo Gómez-Peña monta ‘‘sueño posnacional’’ en el MAM
El recinto acoge la primera exposición individual del autor en su patria Mexican (IN) documentado
El performancero ‘‘posnacional” Guillermo Gómez-Peña (Ciudad de México, 1955) ejerce el oficio de ‘‘cruzar fronteras: de raza, género, clase, nacionalidad e ideología”.
Es ‘‘un artista nómada, un pollero intelectual”. Transita entre ciudades, países, formas artísticas y lenguajes. Sigue su propia brújula, ‘‘el mandato escrito en mi ADN, pero además soy un artista interindisciplinado”.
Sufre de una ‘‘crisis permanente de identidad profesional”, pues su práctica artística cubre muchos territorios: ‘‘el performace, el video, la fotografía, la instalación, la pedagogía, el arte conceptual y la literatura”.
Así se introdujo Gómez-Peña –nacido en la colonia Nueva Santa María, emigró a Estados Unidos a los 23 años– al abordar la dificultad de traducir su ‘‘práctica compleja” a las paredes de un museo.
‘‘SOY UN ARTISTA NÓMADA, UN POLLERO INTELECTUAL”, DEFINE EL CREADOR ■ está pensada a manera de archivo viviente del quehacer del artista, el deseo de ‘‘regresar a su país por la puerta de enfrente’’, explica ■ ‘‘El performance puede ser una acción puntual contra el terror generado por los políticos, el crimen organizado y la cultura de masas’’
pasado y el por qué aportó tanto a la reflexión de la teoría del performance y a la reflexión sobre asuntos que nos atañen a todos, que pudo desarrollar porque se fue de México”.
Egresado del Instituto California de las Artes, en el país vecino Gómez-Peña logró articular un lenguaje, todo un cuerpo de obra encaminado a reflexionar sobre los intersticios de la identidad. Eso lo llevó a ser una figura underground de relevancia en los años 90, con presencia esporádica, pero firme en México.
De acuerdo con Navarrete la obra de Gómez-Peña –excesiva, truculenta, adrede vulgar de pronto–, abreva en muchas fuentes, como la cultura fronteriza, la televisión, el cine, el cómic, el porno, las tradiciones religiosas, desde las que pudo crear unos personajes que ‘‘nos confrontan con nuestras paranoias contemporáneas y nuestros propios miedos”.
EJERCE EL OFICIO DE ‘‘CRUZAR FRONTERAS: DE RAZA, NACIONALIDAD, GÉNERO, CLASE’’
Parado frente a su ‘‘féretro”, ocupado por su comadre una bailarina sicópata, Gómez-Peña las preguntas formuladas a manera de performance por una de sus colaboradoras. Por ejemplo, su definición de esa disciplina: ‘‘Cada performeador –de mearse en su público– articula con su propia obra varias definiciones abiertas del performance que incluso cambian a lo largo de los años. Como aseveró Sylvia Navarrete, es un híbrido extraño, un territorio enigmático, digamos, entre el arte conceptual, la física cuántica y el chamanismo. Un espacio entre la calle y la galería, entre el subconsciente del artista y la realidad social.
‘‘Pero también el performance puede ser una acción puntual contra el terror generado por los políticos, el crimen organizado y la cultura de masas. Es una suerte de exorcismo cultural y espiritual.”
¿Qué busca con el performance? ‘‘La libertad que me ha negado la sociedad, de poder desplazarme entre varios territorios, entre el arte y el activismo, la sexualidad experimental, la cultura popular, el periodismo y las nuevas tecnologías. Incluso, dentro del territorio del arte el performance no reconoce fronteras.
‘‘Uno puede ser al mismo tiempo artista visual, poeta, teatrero, accionista, instalacionista, videoasta, bueno, hasta filósofo vernáculo me han llamado los vernáculos.”
La exposición Guillermo Gómez-Peña. Mexican (IN) documentado concluirá el 22 de abril en el Museo de Arte Moderno (Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec).