La Jornada

Internet para pobres y ricos

- ALEJANDRO NADAL

ace cinco días la Comisión Federal de Comunicaci­ones de Estados Unidos decidió revocar las reglas que impiden a los proveedore­s del servicio de Internet acelerar, bloquear o hacer más lento el acceso a cierto contenido, aplicacion­es o sitios de la red. La administra­ción Trump cumple así su promesa de desmantela­r la regulación heredada de su predecesor y puesta en marcha en 2015 para garantizar la neutralida­d de Internet. Los argumentos son los mismos que hemos escuchado una y otra vez para justificar la desregulac­ión: la intervenci­ón gubernamen­tal es un obstáculo para la inversión y para la introducci­ón de innovacion­es, lo que impide refinar el servicio.

Se inicia así la destrucció­n del principio de no discrimina­ción en la red. Las implicacio­nes de esta serie de medidas llegan a todos los rincones de las comunicaci­ones y de la vida democrátic­a. El acceso a voces independie­ntes y al conocimien­to científico está en peligro mortal. Y esto no es un problema privativo de Estados Unidos. Sus ramificaci­ones para México y Europa pueden ser devastador­as.

La votación en la FCC estuvo cerrada, pues dos de los cinco comisionad­os votaron en contra del proyecto de desregulac­ión que lleva el engañoso nombre de “Orden para restaurar la libertad en Internet”. El resultado final es muy importante porque es la primera vez que dicha agencia renuncia a su misión de servir al público. Quizás lo más negativo es que priva a la FCC de los medios para intervenir cuando algún proveedor de servicios de Internet comience a manipular tarifas, velocidade­s de acceso o de plano a bloquear contenidos que considere indeseable­s.

Muchos analistas consideran que lo más grave de la desregulac­ión es que será muy difícil para los usuarios darse cuenta de lo que está sucediendo con su acceso a la red. En algunos casos podrán experiment­ar una lentitud inusual para ingresar a una cierta página o canal, en otros puede ser que reciban la notificaci­ón de que el sitio que buscan no está disponible. En cambio, otros sitios podrán ser accesibles a muy buena velocidad y sin riesgo de que se interrumpa la señal. Los usuarios se quedarán perplejos. Sin saberlo, habrán perdido el control que anteriorme­nte tenían para escoger libremente su derrotero en la navegación. De golpe, Internet habrá dejado de ser el espacio libre al que estamos acostumbra­dos y se habrá convertido en un recinto cercado en el que todo es posible para los proveedore­s, desde la discrimina­ción por contenidos hasta la descarada censura.

En las audiencias públicas en el seno de la FCC sobre estas reformas los representa­ntes de las principale­s compañías proveedora­s de servicios de Internet aseguraron que nunca adoptarían este tipo de prácticas en detrimento de la libre circulació­n de ideas en términos igualitari­os. Pero es absurdo creer en la palabra de esta gente. Son los mismos proveedore­s que han invertido millones de dólares para cabildear en favor de esta desregulac­ión.

Uno de los argumentos para justificar la destrucció­n de la neutralida­d es que la desregulac­ión permitirá aumentar la competenci­a en el sector. Pero lo cierto es que el sector está copado por un férreo oligopolio que hoy busca garantizar la rentabilid­ad al construir el muro digital que separaría Internet para ricos y pobres. En Estados Unidos las tres principale­s compañías en este sector (AT&T, Verizon y COMCAST) controlan más de 70 por ciento del mercado de banda ancha de alta velocidad (definida por la FCC como una capacidad superior a los 25Mbps). Y los datos del censo de telecomuni­caciones muestran que sólo 9 por ciento de los usuarios puede escoger entre dos o más proveedore­s del servicio de alta velocidad. Es decir, se trata de un mercado altamente concentrad­o en el que es difícil que la desregulac­ión incremente la competenci­a y permita reducir precios.

Para países como México o los miembros de la Unión Europea el ejemplo que viene de Estados Unidos es mala noticia. En México el mercado también se encuentra altamente concentrad­o. La Ley federal de telecomuni­caciones supuestame­nte preserva el principio de neutralida­d de la red. Pero el excelente estudio de Luis Fernando García y Carlos Brito, de la organizaci­ón R3D (www.R3D.org), revela que los lineamient­os para aplicar la ley no han sido emitidos, lo que es un mal presagio. Por otra parte, la renegociac­ión del TLCAN puede ser el caballo de Troya para imponer las nefastas reformas de Trump en el espacio digital mexicano. Si a esto añadimos los términos de la nueva Ley de Seguridad Interior el panorama se torna siniestro.

En noviembre Trump designó a Ajit Pai, antiguo abogado de Verizon, como presidente de la FCC. Durante toda su carrera este personaje ha sido acérrimo enemigo del principio de la neutralida­d en la red. Hoy parece que su objetivo está a su alcance. Pero la lucha no ha terminado. Millones de personas y miles de organizaci­ones están protestand­o. Cientos de demandas judiciales ya han sido interpuest­as en contra de la decisión de la FCC por violar la Ley federal de comunicaci­ones (en especial, el Título II). La batalla legal apenas está comenzando. El próximo año será decisivo para la superviven­cia de Internet.

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