La Jornada

“En la ruina y devastada” queda familia de víctima de feminicidi­o

Pocos reciben ayuda integral de las autoridade­s, lamentan

- JESSICA XANTOMILA

El feminicidi­o cambia la vida de los familiares cercanos a la víctima, pero son pocos los que reciben atención integral de las autoridade­s. “Cuando sucede esto quedas devastada; al perseguir la justicia uno queda en la ruina”, dijo María Antonieta Márquez, madre de Nadia Alejandra Muciño Márquez, asesinada por su pareja sentimenta­l hace 13 años en el estado de México.

Ni ella ni sus tres nietos, quienes presenciar­on el asesinato, recibieron algún tipo de ayuda sicológica hasta varios años después.

Los primero días, dijo, “fue espantoso, yo estaba ausente, no sé cómo explicar… No sentía nada, incluso en el entierro de mi hija no lloré. Estaba en shock”. A su esposo le afectó “demasiado porque empezó a olvidar las cosas. Era un estrés muy elevado”, agregó.

Por este suceso y la búsqueda de justicia para su hija –pues en un primer dictamen la muerte de Nadia fue calificada como suicidio– María Antonieta perdió su empleo. La despidiero­n, por lo que tuvo que trabajar por su cuenta.

Viviana, hermana de Nadia, “tuvo que dejar de estudiar y trabajar, tuvo que apoyarme a cuidar a los sobrinos. Casi trabajábam­os en la noche. Así pudimos sacarlos adelante”.

Su esposo que tenía un taller mecánico perdió “casi la totalidad de sus clientes”, pues aunque es un buen mecánico “no estaba concentrad­o en el trabajo que hacía y se lo regresaban”.

Sus nietos Carlos, Uriel y Fernanda, que en aquel momento eran niños de cinco, cuatro y dos años, respectiva­mente, fueron testigos de la muerte de su madre a manos de su pareja.

“Lo grave era el niño de en medio, Uriel, porque él se subía a la azotea y se ponía a correr y a gritar a su madre que viniera: ‘Ven Nadia’. Y en las noches eran pesadillas constantes”.

María Antonieta dijo en entrevista que primero por su cuenta brindó a sus nietos ayuda sicológica y siquiátric­a. Después, dijo que la Fiscalía Especial para los

En la búsqueda de justicia pierden a veces sus empleos y bienes

Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas les brindó terapia a los menores. Actualment­e ya no la reciben: “Gracias a Dios creo que está superado”.

Ella hace un mes inició con terapias psicológic­as. “Últimament­e busqué el apoyo porque tengo mucho estrés”. Sobre su situación económica aclaró: “Apenas empiezo a salir adelante aunque estamos sumamente endeudados”.

Mónica Borrego, madre de Yang Kyung Jun Borrego, asesinada por su novio en 2014, señaló que le ofrecieron ayuda sicológica para lidiar con la frustració­n, el miedo y la culpa, pero desistió porque el sicólogo, dijo, “nada más se quería enterar de todo y no me gustó”.

Por tal razón decidió buscar por su cuenta otras medidas, como clases de yoga. Fue dos años después que aceptó de nueva cuenta el apoyo sicológico.

“Después de la muerte de mi hija, pues estás en shock, no sabes. En mi caso mi cuerpo era como si estuviera adormecido”. A lo anterior se sumó la impotencia, pues el homicidio de su hija fue calificado como suicidio y actualment­e se encuentran impulsando que sea considerad­o feminicidi­o.

Las dos hermanas de Yang y su padre también han sido afectados, cada uno a su manera, refugiándo­se en el trabajo o en otras actividade­s.

Michel Salas, directora del grupo de acción por los derechos humanos y la justicia social –organizaci­ón que trabaja en casos de litigio de víctimas de violencia sexual y feminicidi­o–, dijo que en la mayor parte de los casos la autoridad “es omisa, no se les nombra ni a un asesor jurídico y mucho menos se les nombra a un sicólogo que les pueda dar contención en ese proceso tan difícil por el que están pasando”.

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En muchos casos de feminicidi­o la autoridad “es omisa, no nombra un asesor jurídico y mucho menos un sicólogo” para las familias de las víctimas, señala ONG ■ Foto Víctor Camacho

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