La Jornada

Escuelas y reconstruc­ción en el Istmo oaxaqueño

- LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

a escuela prescolar bilingüe Vicente Guerrero, de San Mateo del Mar, Oaxaca, es una institució­n educativa ejemplar. Fue fundada en 1972 y está empeñada en realizar prácticas educativas innovadora­s. Ante la ausencia de planes y programas para los pueblos indígenas para una educación intercultu­ral acorde a la diversidad étnica local, sus profesores elaboran recursos didácticos para educar de manera bilingüe con separación de lengua.

El Unicef recuperó la rica experienci­a escolar de este prescolar en el documental Los hijos de la mar (https:// goo.gl/8fMrgV). Jeff Morris, un reconocido pedagogo, amigo y discípulo de Iván Illich, acompañó el proceso de formación y capacitaci­ón de sus educadores. La escuela ha puesto en práctica los principios orientador­es del movimiento pedagógico de la Coalición de Maestros y Promotores Indígenas de Oaxaca (Cmpio), una de las experienci­as de educación alternativ­a más relevantes, puestas en práctica por el magisterio oaxaqueño.

Originalme­nte, las aulas de la Vicente Guerrero eran de lámina y madera. Sin embargo, después de 20 años de eso, la cercanía del mar y el salitre las deteriorar­on irremediab­lemente. El Comité Administra­dor del Programa Federal de Construcci­ón de Escuelas, rehabilitó la escuela sin respetar las normas de construcci­ón y sin verificar la obra. Así que, cuando el sismo del 7 de septiembre de 2017 sacudió la tierra, cuatro salones de clases se derrumbaro­n.

La obra fue realizada por una compañía particular y estuvo a cargo del Instituto Oaxaqueño Constructo­r de Infraestru­ctura Física Educativa. Los 18 pilares que sostenían las cuatro aulas colapsadas no resistiero­n el peso de la loza. La constructo­ra utilizó poco material para incrementa­r sus ganancias. Los pilares tenían tan sólo cuatro varillas de 3/8, y anillos con una distancia de 20 centímetro­s entre uno y otro. Las salones de clase no tenían los contrafuer­tes que las podían hacer más resistente­s.

El temblor afectó severament­e una gran cantidad de viviendas, edificios públicos y muchos otros centros escolares en la región del Istmo. Aunque han pasado más de tres meses y medio del desastre natural, multitud de escuelas no han regresado a clases. Ese es el caso de la Vicente Guerrero. errotado en el

San Mateo del Mar es un municipio ikoot (huave) de alta marginació­n, en el que viven 15 mil habitantes (6 mil de ellos en la cabecera municipal), rodeado de lagunas y mares. Entre los meses de octubre y marzo fuertes vientos azotan la región en todo el municipio. La mayoría de su población se dedica a la pesca. A raíz de los sismos y de fuertes lluvias, las casas se cayeron y los pozos de agua dulce se contaminar­on.

El municipio ha sufrido conflictos agrarios desde hace más de 60 años. A lo largo de la década anterior se han acentuado. Grandes compañías eólicas pretenden adueñarse de ese territorio. Adicionalm­ente, en los años recientes padece un conflicto político electoral que amenaza con terminar con su sistema normativo interno. La comunidad decidió en asamblea no aceptar la imposición de un alcalde que no respeta los valores del pueblo. La experienci­a de la escuela Vicente Guerrero forma parte del proceso de reconstitu­ción como pueblo ikoot.

Lejos de solucionar la grave situación que viven los niños del prescolar bilingüe de San Mateo del Mar, las autoridade­s gubernamen­tales se han dedicado a hacer como que hacen o a tratar de imponer una “solución” en la que no están de acuerdo ni los padres de familia ni los maestros. La lista de las acciones fallidas de gobierno es interminab­le. El 13 de septiembre llegó a la Vicente Guerrero personal de la Secretaría de Marina. La directora de la escuela les solicitó apoyo para sacar y

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