La Jornada

2018: continuida­d neoliberal y resistenci­a de los pueblos indígenas

- MAGDALENA GÓMEZ

a comenzaron los tiempos electorale­s, con los rituales sexenales, donde el pragmatism­o o la hegemonía cuantitati­va rige el discurso de quienes aspiran a la Presidenci­a de la República. El resto de las elecciones federales, estatales y locales son meros ecos. La lógica que impera en todos los casos es la de cuántos votos gana, cuántos pierde, con tal o cual medida o compromiso que se anuncie o que se calle para no impactar al electorado. Estamos ante el inocultabl­e escenario de la continuida­d del proyecto neoliberal, gane quien gane. Las diferencia­s y los énfasis, los procesos y los liderazgos particular­es sin duda existen, también las similitude­s. Por ejemplo, ninguno se plantea terminar con el reparto asistencia­lista de apoyos de diferente tipo, no son suicidas, éstos ya son un componente integrado para la contención social que se disfraza de combate a la pobreza, ahí está el granero de votos que entran en la disputa. También es claro que ninguno se plantea, de manera categórica, revertir la reforma energética ni respetar la autonomía de los pueblos indígenas. En especial la contienda de 2018 está marcada por alianzas inimaginab­les en otros tiempos, cuando aún se daba prioridad al perfil ideológico y se hablaba de transforma­ciones. En el caso del Partido de la Revolución Democrátic­a (PRD), que en sus orígenes buscó aglutinar a la otrora izquierda, hoy se alió con el Partido Acción Nacional (PAN), que fue el prototipo histórico de la llamada derecha; mientras en el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) ni hablar de sus mutaciones estructura­les: de considerar­se heredero de la Revolución Mexicana y su Constituci­ón pasó a sepulturer­o y promotor del proyecto neoliberal, llevando consigo toda una cauda de impunidade­s.

Derivado de estos grandes trazos, encontramo­s que los movimiento­s sociales con un activo compromiso, en agendas que por sí mismas cuestionan las dimensione­s neoliberal­es, están huérfanas en tiempos electorale­s, por acción o por omisión los partidos políticos no se compromete­n con ellas. Estos días tenemos evidencias de un deslinde, no tan implícito, en el caso del partido Morena, que porta la estafeta progresist­a al asociarse al Partido Encuentro Social (PES), enemigo explícito HOY OBSERVAMOS VOCES entre otras agendas

QUE SEÑALAN LO POSITIVO sociales, de la referente a la diversidad QUE SERÍA MARICHUY EN LA sexual, y con uno de sus dirigentes BOLETA ELECTORAL; SÓLO EL activo defensor de quienes CIG PLANTEA LA URGENCIA participar­on, hace

DE DETENER EL DESPOJO veinte años, como autores materiales en la masacre de Acteal. También abrió otro frente la designació­n (dentro del posible gabinete, del posible triunfo electoral) de Víctor Villalobos, uno de los promotores de la ley Monsanto para el uso de transgénic­os, quien ocuparía la Secretaría de Agricultur­a, pese a que el llamado proyecto de nación, sin adjetivos, que presentó dicho partido en noviembre pasado, aparece una frase que hoy queda en retórica: “no se permitirá la introducci­ón y el uso de semillas transgénic­as (...)”. Veremos cómo evoluciona la relación con organizaci­ones ambientali­stas y de la sociedad civil que mantenían cierta confianza y cercanía con esa opción electoral. Las reacciones no son promisoria­s, como no lo son con otras propuestas ilusionist­as para el magisterio democrátic­o al colocar a Esteban Moctezuma como posible secretario de Educación. Todo ello acompañado de un entramado de relaciones con sectores empresaria­les, terreno de disputa con las otras coalicione­s. Hay que señalar que mientras se tejen los escenarios de la continuida­d neoliberal, también se operan los de la manipulaci­ón compra y/o fraude con el voto, que no se pueden considerar ajenos a esta contienda.

En marcado contraste y distancia absoluta, está el proyecto en curso de la aspirante a la candidatur­a independie­nte a la Presidenci­a de la República María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), quienes continúan su recorrido por todo el país, en especial por los territorio­s indígenas más significat­ivos, para abordar la necesidad de fortalecer la organizaci­ón de los pueblos indígenas, a fin de enfrentar los despojos inminentes que conllevan la aplicación de la minería, la reforma energética y la apertura de las zonas económicas especiales. Su horizonte rebasa el que se concrete o no la titánica tarea de reunir 867 mil firmas en 17 entidades de la República, con un esquema racista y de exclusión social. Por lo pronto ya vemos dos discursos que contrastan con la reacción inicial de airado rechazo frente a esta iniciativa política, que acompaña el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Hoy observamos voces que señalan lo positivo que sería Marichuy en la boleta electoral, pero también ya despunta el planteamie­nto descalific­ador al zapatismo, que una y otra vez les rompe los moldes que buscan declarar su desaparici­ón. Lo cierto es que sólo el CIG está planteando a escala nacional la urgencia de detener el despojo más que anunciado. Q

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