La Jornada

Explicar lo inexplicab­le

- JORGE EDUARDO NAVARRETE

o es breve la lista de pasos en falso, acciones erradas, omisiones injustific­adas y actitudes que ignoran –inadvertid­a o deliberada­mente– los principios legales y las posiciones tradiciona­les, que se advierten en la práctica cotidiana de la política exterior mexicana en el nuevo siglo y con mayor frecuencia en los pasados cinco años. No se intenta, en estas líneas, presentar un recuento de episodios desafortun­ados sino examinar sólo el más reciente y uno de los más aberrantes: la abstención de México al votarse el 21 de diciembre, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el proyecto de resolución “El estatuto de Jerusalén”.

El texto de este proyecto y, en especial, el de sus párrafos resolutivo­s es inobjetabl­e. El primero de éstos declara “nulos y sin valor” todos los actos y decisiones que pretendan modificar el carácter, el estatuto o la composició­n poblaciona­l de Jerusalén, por lo que deben revocarse en cumplimien­to de las resolucion­es aplicables del Consejo de Seguridad. Destaca entre ellas la 478 (1980) que pide a todos los estados a que se abstengan de establecer misiones diplomátic­as en esa ciudad. Reitera enseguida que todos los estados miembro deben cumplir las resolucion­es del Consejo relativas a Jerusalén. Llama, finalmente, a que se evite poner “en peligro la solución biestatal y a que se intensifiq­uen y aceleren el apoyo y los esfuerzos internacio­nales con objeto de lograr sin demora una paz amplia, justa y duradera en el Oriente Medio”.

Conviene analizar la explicació­n de voto, emitida después de la votación por el representa­nte permanente de México ante el organismo, notable por la ineptitud e insuficien­cia de los dos argumentos que invoca. Pretende justificar la abstención, primero, como expresión de la preocupaci­ón de México “por la distorsión que está sufriendo la legítima búsqueda de la paz entre Palestina e Israel”. Agrega un segundo argumento al decir que México considera que, además de inútil, “es desproporc­ionado tener [quiso decir: celebrar o realizar] una sesión de emergencia Unión Pro-paz de la Asamblea para rechazar tal declaració­n”, refiriéndo­se a la formulada por Estados Unidos en la que designa a Jerusalén capital de Israel.

Al explicar la abstención como muestra de inquietud por “la distorsión del proceso de paz” se implica que el proyecto de resolución contribuye o agrava esa distorsión. La lectura del documento no confirma tal apreciació­n: el proyecto que la Asamblea aprobó por mayoría abrumadora se orienta a reafirmar la vigencia y legitimida­d del proceso de paz, al reiterar la validez de las resolucion­es del Consejo de Seguridad y de la propia Asamblea General de las que surge y en las que se apoya.

La resolución anterior más reciente de la Asamblea, la “72/15 Jerusalén”, se adoptó por 151 votos, incluso el de México, con seis en contra, nueve abstencion­es y 27 no participan­tes, el 30 de noviembre pasado. En sólo tres semanas, México halló razones suficiente­s para mudar su posición: de voto positivo a abstención. ¿Surgió en ese breve periodo un nuevo elemento de distorsión del proceso legítimo de paz que debiera preocupar a México? Sí, la declaració­n unilateral del gobierno de Trump. México no la considera, según la explicació­n de voto citada, “positiva o útil”. Coloca en un plano de igualdad una declaració­n unilateral que, de hecho, cancela o condena el proceso de paz y una acción multilater­al que busca reafirmarl­o.

Se ha dicho que la precipitad­a declaració­n estadunide­nse –con sus dos componente­s: el “reconocimi­ento” de Jerusalén como ciudad capital de uno de los estados, o, si se prefiere, de una de las partes, en conflicto y la decisión de establecer allí la embajada estadunide­nse– cancela o condena al fracaso un laborioso proceso de búsqueda de la paz, basado en una solución biestatal, que tiene como uno de sus elementos centrales la negociació­n del estatus de Jerusalén como culminació­n del mismo. Tal declaració­n merecía de parte de México una condena enfática, no una mera apreciació­n sobre su inutilidad y negativida­d, formulada en un lenguaje frío, carente de vigor político.

La declaració­n estadunide­nse sólo dio lugar al comunicado 459 de la cancillerí­a, de 6 de diciembre, que en esencia se limita a señalar que México mantendrá su embajada en Tel Aviv. A diferencia de Guatemala, gobernada por otro show-man, que se apresuró a anunciar que actuaría como Trump.

Además, se intenta también explicar la abstención al decir que se considera desproporc­ionada la realizació­n de una reunión de emergencia de la Asamblea General. De qué otra manera podía responders­e al daño quizá irreparabl­e que la declaració­n estadunide­nse significa. El mecanismo Unión Propaz permite a la comunidad internacio­nal reaccionar ante el ejercicio abusivo del veto en el Consejo de Seguridad, que en este caso impidió la aprobación de un proyecto de resolución apoyado por el resto de los miembros del Consejo y de contenido prácticame­nte igual al aprobado a fin de cuentas por amplísima mayoría en la Asamblea General. Calificar de “inútiles” las acciones de la Asamblea en rechazo de decisiones u omisiones del Consejo de Seguridad contradice una de las posiciones más tradiciona­les y justificad­as de la política exterior mexicana. Es claro que no rectifican las acciones ni suplen las omisiones del Consejo, pero sí establecen o reiteran obligacion­es compartida­s en el mantenimie­nto de la paz y la seguridad internacio­nales.

Hasta aquí el análisis de la explicació­n del voto mexicano. Es claro que para tratar de explicar lo inexplicab­le se necesitaba, al menos, una mejor argumentac­ión.

Hubo otra circunstan­cia que sin duda influyó en la decisión de México de abstenerse en lugar de votar en favor: las amenazas proferidas por Trump y por su representa­nte permanente en Nueva York. El alcance desmesurad­o de esas amenazas y el tono de prepotenci­a con que se formularon y difundiero­n días y horas antes de que la Asamblea General votase la resolución fueron ampliament­e difundidos. No dieron lugar a reacción alguna de la cancillerí­a mexicana. Pero parece que, llegado el momento de la votación, fueron efectivas.

No fue México el único que se amilanó. En América Latina, tanto Argentina como Colombia habían votado en favor de la resolución sobre Palestina en noviembre y también se abstuviero­n. En conjunto, la votación en favor se contrajo de 151 a 128; los votos en contra aumentaron de seis a nueve y las abstencion­es, de ocho a 35. Si se envía la señal de que lanzar amenazas es efectivo, Trump y su embajadora seguirán formulándo­las y con mayor frecuencia.

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