La Jornada

El MST hoy, ayer, mañana, siempre

- ERIC NEPOMUCENO

l Movimiento de los Trabajador­es Rurales Sin Tierra (MST) no nació de la nada. ¡Nació de la lucha histórica del pueblo brasileño!

Nació de antecedent­es importante­s y muchas veces olvidados en ese país sin memoria. Pero ciertament­e fue y es, no sólo el más longevo, es decir, el que lleva más tiempo actuando, sino el que más conquistas ha alcanzado en términos concretos y continúa alcanzándo­las.

Vamos a hablar sólo de los pasados 60 años de ese país en que la cuestión agraria de la tenencia de la tierra viene de siglos.

Para empezar, conviene recordar que no se puede hablar de lucha por la reforma agraria en Brasil sin citar a Leonel Brizola.

En 1961, cuando era gobernador de Río Grande del Sur (en portugués Rio Grande do Sul), Brizola dio inicio al master, Movimiento de los Agricultor­es Sin Tierra, que fue el primer paso concreto que se dio, en Brasil, para implantar una siempre esperada reforma agraria.

Brizola venía del campo, de la violencia del campo, de la miseria y de las aberrantes desigualda­des del medio rural brasileño. Y eso en un estado rico.

Se había casado con una heredera poderosa, doña Neuza Goulart, hermana de Jango Goulart, una familia de estanciero­s, es decir, de grandes propietari­os rurales.

Para que su apoyo a la reforma agraria fuera comprobabl­e en su estado, Río Grande del Sur, donó 45 por ciento de las tierras que había heredado su mujer.

Fue, claro, un gesto destinado a causar un impacto en la opinión pública. Pero también fue el primer paso de la primera tentativa de reforma agraria implantada en Brasil.

Durante su gobierno en Río Grande del Sur se entregaron 13 mil nuevos títulos a los sin tierra. Poco, tal vez. Pero fue la primera y ejemplar tentativa de implantar una reforma agraria en nuestro país.

Hubo otro antecedent­e del que no podemos dejar de hablar: las Ligas Camponesas, una especie de asociación de campesinos creada primero en Paraíba y que después se extendió por Pernanbuco –donde tuvo su principal foco–, y también por Goiás y a Río de Janeiro.

Desde 1955 hasta 1964, las Ligas Camponesas tuvieron una intensa actuación en Brasil. En el master gaucho apoyado por Brizola hubo dos líderes, João sin tierra y Jair Calixto, cuya repercusió­n fue local. Ya en las Ligas Camponesas hubo dos grandes dirigentes que tuvieron repercusió­n nacional: Gregório Bezerra y, después, Francisco Julião.

Conocí a Julião –que para mi generación era un nombre mítico– en Lisboa, en 1979. Conversamo­s mucho, aquella primera vez. Y muchas más veces cuando me mudé de España a México, donde vivía en condición de exiliado.

Y después, en Brasil, cuando volvió, amnistiado, de décadas de exilio. Siempre oí de él lo mismo: mientras no haya una verdadera, profunda, reforma agraria, Brasil no existirá.

Decía aquello con la suavidad de quien es cordial y la convicción de los que tienen una fe insuperabl­e e inquebrant­able.

Pues bien, el MST supo apoderarse de esa herencia esencial y avanzar, avanzar mucho. Hoy, es uno de los movimiento­s sociales más activos y significat­ivos no sólo de Brasil o de América Latina, sino del mundo.

Su raíz está donde debería estar: en los sin tierra, en los que reivindica­n tierras para plantar, para producir. Para vivir. Para ser lo que deberían ser desde siempre, desde sus raíces más ancestrale­s, si Brasil no fuese un país de desigualda­des e injusticia­s aberrantes.

A lo largo de su historia, el MST ha establecid­o parámetros nuevos para la lucha por la tierra, por la reforma agraria, todos ellos olímpicame­nte ignorados por los grandes medios oligopólic­os de comunicaci­ón y, muchas veces, por los gobiernos siempre conchabado­s con uno u otro lado de la moneda, los latifundio­s.

El MST tiene cooperativ­as innovadora­s en el sistema de plantación agroecológ­ica y la única cooperativ­a de América Latina que produce semillas de hortalizas agroecológ­icas. Es el mayor productor latinoamer­icano de arroz orgánico. Existe una fenomenal escuela –me refiero a la Florestan Fernandes, creada a raíz de las donaciones de Sebastião Salgado, José Saramago y Chico Buarque–, que era una escuela nacional y ahora es latinoamer­icana e internacio­nal, por la que pasan estudiante­s de todo el mundo. La misma que la policía de los golpistas quiso invadir en noviembre de 2016. Uno de los motivos de orgullo, por lo que sé, del MST es que está usando el método “Yo, sí puedo” de alfabetiza­ción de adultos, y ahora está ayudando al gobierno de Maranhão a combatir el analfabeti­smo por allá. Existen un sinfín de ejemplos ejemplares, valga la redundanci­a, y de iniciativa­s que señalan y prueban la viabilidad de las acciones positivas.

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