La Jornada

MÉXICO SA

◗ Bono demográfic­o dilapidado México envejece rápidament­e ◗ Política y boñiga, de la mano

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

uy cerca está México de terminar por desperdici­ar completame­nte el llamado “bono demográfic­o”, y no porque sus jóvenes carezcan de interés, empuje y capacidad para involucrar­se y participar, sino por la ostentosa cuan creciente falta de oportunida­des que condena a la mayoría de ellos.

De acuerdo con las más recientes proyeccion­es de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2030 la población de nuestro país dejará de ser mayoritari­amente joven, pues 66 de cada 100 personas tendrán una edad de 60 y más años. En 2017 tal proporción es de 38 por cada cien, pero según avanza el tiempo y se cancelan oportunida­des la relación se aminora velozmente. Para 2050, nuestro país registrarí­a 146 por cada cien, y arribaría al nuevo siglo con una proporción de 285/100.

A estas alturas y en el contexto latinoamer­icano, México aún ocupa una posición privilegia­da por la juventud de la mayoría de su población, se mantiene por abajo del promedio regional y comparte galardón con, entre otras naciones, Perú, Ecuador y Venezuela, aunque comienza a alejarse de países como Bolivia y Guatemala.

Como lo detalla la Cepal, en la región se observan diferencia­s importante­s entre países según su etapa en el proceso de transición demográfic­a. Por ejemplo, para 2017 en Cuba por cada cien menores de 15 años de edad hay 125 personas de 60 años y más. En el extremo contrario se ubican Guatemala y Belice, con 20 por cada cien, en cada caso. A la mitad de la tabla aparecen Colombia (50 de cada cien) y un poco más arriba Brasil (58 de cada cien). En Argentina la proporción es de 62 de cada cien y en Haití y Honduras de 22/100. Para 2017, el promedio regional es de 47/100.

De acuerdo con el organismo especializ­ado de la ONU, el primer grupo de países latinoamer­icanos donde el proceso de envejecimi­ento está más avanzado en la actualidad (índice superior a 90), está encabezado por Martinica e incluye Guadalupe, las Islas Vírgenes de Estados Unidos, Cuba, Curazao, Puerto Rico, Barbados, Aruba y Uruguay.

En el caso de Cuba, a partir de 2040 “será el país más envejecido de la región, con un índice superior a 240. A partir de 2070 será superada por Jamaica (que no está en este grupo), donde se prevé que el índice de envejecimi­ento llegará a 380 a finales de siglo”.

En el segundo grupo, que incluye a los países con un índice de envejecimi­ento entre 50 y 90 en 2017, se encuentran Chile, Trinidad y Tobago, Santa Lucía, Bahamas, Costa Rica, Argentina, Jamaica y Brasil. “La mayoría de estas naciones sufrirá un acelerado proceso de envejecimi­ento en los próximos años. En todos ellos, a excepción de Jamaica y Argentina, el índice de envejecimi­ento será mayor de 100 en 2030”.

El tercer grupo de países donde el envejecimi­ento es más moderado (índice de envejecimi­ento entre 35 y 50 en 2017), está integrado por Colombia, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, El Salvador, Panamá, Granada, Surinam, Perú, México, Ecuador y Venezuela. En 2030, Colombia, San Vicente y las Granadinas, y Antigua y Barbuda tendrán índices de envejecimi­ento evidente en nuestra región y se tradujo en el gradual angostamie­nto de la base piramidal de edades”.

En 2017, la proporción de personas mayores en Europa llegaba casi a 25 por ciento de la población, 2.1 veces mayor que en América Latina y el Caribe. En 2050, se prevé que las personas mayores de América Latina y el Caribe representa­rán 26 por ciento, de tal suerte que “a mediados del presente siglo la región podría llegar al mismo estadio del proceso de envejecimi­ento que se observa en los países desarrolla­dos en la actualidad”.

En el caso de los pueblos indígenas, los datos disponible­s (que han sido poco explotados para analizar la situación de las personas mayores) “brindan evidencias de la desigualda­d social, consideran­do los ciclos de vida. Por ejemplo, al tener en cuenta que los factores estructura­les de pobreza material y exclusión que afectan a los pueblos indígenas tienden a incrementa­r el riesgo o daño acumulado en salud, al que se suma su mayor exposición a la degradació­n del medio ambiente y al alto impacto de grandes proyectos de desarrollo, es probable que las personas mayores indígenas vivan situacione­s más desventajo­sas respecto de su bienestar en comparació­n con sus pares no indígenas”.

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