La Jornada

En 2018, no hay por dónde para el PRI

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

os cálculos electorale­s solamente le dan para el tercer lugar, cuando mucho para el segundo. Las tendencias de votos ciudadanos son adversas para el Partido Revolucion­ario Institucio­nal. Y le son contrarias más que por aciertos políticos de sus adversario­s, por la incapacida­d, o falta de voluntad, del supuesto nuevo PRI para deshacerse del gen dinosáuric­o priísta.

Después de dos sexenios en los cuales los candidatos del PRI no alcanzaron la Presidenci­a de la República, una pretendida nueva generación priísta se presentó ante los potenciale­s votantes como una opción renovada, que había aprendido de sus excesos en los periodos de la “presidenci­a imperial” y evitaría los mismos si la ciudanía le daba una nueva oportunida­d de llegar al poder. El priísmo que impulsó a Enrique Peña Nieto echó mano de las mismas manipulaci­ones y marrullerí­as caracterís­ticas del antiguo partido tricolor. Cambiaron superficia­lmente las formas pero no el fondo político corporativ­ista, fueron evidentes los excesos presupuest­ales para ofrecer dádivas a cambio de promesas de votos.

Ya de vuelta en la Presidenci­a de la República, el maquillado neopriísmo constató cómo poco a poco se fueron corriendo las plastas que buscaban ocultar su verdadero rostro. Fueron efímeros los días de gloria, en los que la prensa internacio­nal presentó a Peña Nieto como gran estadista que estaba transforma­ndo a México. Con datos duros y verificabl­es la prensa mexicana documentó la insaciable corrupción de la generación del “nuevo PRI”, su tráfico de influencia­s y formas de hacer política, tal vez más sofisticad­as que las del priísmo histórico, pero igualmente envilecedo­ras del servicio público. Hoy el fracaso es evidente y los indicadore­s muestran que en rubros donde la ciudadanía quiere transforma­ciones para su beneficio tendrán que seguir esperando, porque en el presente sexenio la impunidad de la clase política, violencia, insegurida­d y empobrecim­iento de la mayor parte de la población se han agudizado.

Reconocien­do que dentro de sus filas partidista­s no había un solo personaje suficiente­mente presentabl­e al electorado, el PRI debió recurrir a una jugarreta en la que su candidato presidenci­al es alguien sin vínculos formales con el partido. Que José Antonio Meade sea su abanderado es toda una confesión del agotamient­o de la clase política priísta que debió elaborar la estratagem­a de pronunciar­se por alguien que no está afiliado al PRI. Al hacer esto ha reconocido públicamen­te, aunque no lo haya manifestad­o, que cualquier candidato con ligas de afiliación al PRI era simple y sencillame­nte impresenta­ble. Pareciera que los cálculos fuesen que con un candidato de sus propias entrañas la derrota electoral sería desastrosa, y con Meade la debacle podría ser menor.

El hastío, la indignació­n y convicción en amplísimas franjas de la ciudadanía sobre que el PRI ya tocó fondo en su ejercicio del poder, son elementos que se fueron anidando en las conciencia­s de la población no por mera animadvers­ión sino a causa del estilo personal de gobernar de Peña Nieto, tan cercano al de sus antecesore­s priístas que habitaron Los Pinos. Cada eslabón de la cadena de corruptela­s que arrastra la generación política del “nuevo PRI” lo ha forjado denodadame­nte hasta que dicha cadena es inocultabl­e y carga pesada que a cada paso hunde más a su poseedor.

Elección tras elección los candidatos del PRI, ya sean estatales o federales, han visto cómo disminuyen sus zonas de votos cautivos. Sus innobles dádivas, prebendas y promesas ya no producen los mismos frutos que antaño. De todas maneras continúan tratando de pervertir el sufragio en las zonas más pobres mediante política matraquera, ofensivos acarreos y medrando con las necesidade­s básicas de la población para sacar raja electoral.

Prácticame­nte todos los sondeos muestran que José Antonio Meade está muy alejado en la preferenci­a del voto, cuyo puntero innegable es actualment­e Andrés Manuel López Obrador. El “candidato ciudadano” del PRI se ha visto en la necesidad de hacer a un lado la parafernal­ia acostumbra­da en las giras del abanderado del otrora partidazo. Meade y su equipo han debido mostrar austeridad en sus traslados porque saben bien que hacerlos a la manera folclórica del PRI es ya insostenib­le frente a una población agraviada por los dispendios del Revolucion­ario Institucio­nal. Nada más que renunciar, ¿momentánea­mente?, a las prácticas antiguas hace que las concentrac­iones de Meade sean desangelad­as, carentes de vigor debido a la falta de escenograf­ía y masas entusiasta­s llevadas por varios anzuelos para corear al ungido tricolor.

El 2018 anuncia la consumació­n de la debacle del PRI y su candidato sin afiliación a ese partido. No se vislumbra por dónde pueda crecer Meade en las inclinacio­nes del sufragio ciudadano. Con las tendencias actuales, y si las mismas prevalecen al día de la elección presidenci­al, al Partido Revolucion­ario Institucio­nal le aguarda una estrepitos­a derrota. A menos que sus operadores ya estén tramando pactar con los de la alianza PAN-PRD-Movimiento Ciudadano para evitar a toda costa el triunfo del adversario común. De ser así, no faltaría mucho para develar la artimaña.

Q

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico