La Jornada

¿Hacia una economía sin dinero? No tan rápido

- ALEJANDRO NADAL

ucho se habla de la desaparici­ón del dinero en efectivo en las economías modernas. Se dice con frecuencia que las nuevas tecnología­s y plataforma­s electrónic­as permiten realizar todas las transaccio­nes cotidianas sin utilizar dinero líquido. De este modo, se pronostica que los nuevos y cada vez más versátiles teléfonos celulares, así como los más recientes sistemas de pagos electrónic­os, no tardarán en eliminar el uso del efectivo en la economía.

La desaparici­ón del uso de dinero en efectivo para transaccio­nes corrientes significa el abandono del dinero público (el generado directamen­te por el banco central) y el dominio casi total del dinero creado por el sistema bancario privado. El dinero creado por los bancos comerciale­s privados ya es dominante en cualquier economía capitalist­a: el componente de dinero emitido directamen­te por el banco central en cualquier economía capitalist­a representa apenas 5 o 7 por ciento del total de la oferta monetaria. Así que un análisis de los agregados monetarios parecería confirmar la idea de que el dinero en efectivo está por desaparece­r. Sin embargo, los datos sobre demanda monetaria no permiten llegar a esa conclusión.

Varios estudios han documentad­o recienteme­nte el incremento en la demanda de dinero en efectivo en muchas economías importante­s. Por ejemplo, en Inglaterra, Estados Unidos y los países de la zona euro la cantidad de efectivo detentado por el público (como proporción del PIB) se ha incrementa­do en los últimos años.

El año pasado se publicó una investigac­ión por economista­s del banco central de Austria sobre la demanda de dinero en efectivo (Clemens Jobst y Helmut Stix, www.cepr.org, documento 12327). Este estudio cubre el periodo 2001-2014 para una muestra de setenta países que son responsabl­es de 96 por ciento del PIB mundial. También analiza la evolución de la demanda de efectivo en un grupo de cinco países y para los miembros de la eurozona desde finales del siglo XIX hasta 2015. Los principale­s resultados son contundent­es. Primero, el aumento de la demanda de dinero en efectivo es un fenómeno general y no se restringe a unas cuantas monedas o divisas. Segundo, el incremento de esta demanda mundial es significat­ivo, pues pasa de 6.5 a 8.5 por ciento del PIB entre 2001 y 2014. Tercero, el incremento se presenta tanto en las economías con divisas utilizadas como reservas internacio­nales, como en aquéllas en las que ese no es el caso. Finalmente, esta tendencia existe en economías ricas al igual que en economías pobres. Esto significa que el incremento de demanda de efectivo se presenta incluso en los países en los que existe una infraestru­ctura física importante que facilita las transaccio­nes sin dinero.

¿Cómo explicar este incremento de demanda de dinero en efectivo? Una posible explicació­n podría provenir de la caída generaliza­da en la tasa de interés, lo que implica que el costo de oportunida­d de guardar dinero en efectivo (que no produce interés) se hace despreciab­le. Pero el análisis econométri­co de Jobst y Stix muestra que sólo una parte del aumento de la demanda de efectivo puede explicarse por esta variable. A partir de 2007 deben haber entrado en juego otros factores que son responsabl­es de ese incremento de demanda de dinero líquido. Y esos factores podrían ser la falta de confianza en los bancos, la expansión del sector informal (la economía “sombra”) o incluso el aumento de las actividade­s ilícitas (ligadas al blanqueo de dinero, por ejemplo). El estudio citado no encuentra en estos dos últimos elementos la causa del incremento en atesoramie­nto de dinero líquido.

Hay que aclarar que la cantidad de dinero líquido que es demandado para ser usado como medio de pago en transaccio­nes es sólo una pequeña parte de la demanda total de efectivo. Este es un fenómeno que ha sido bien estudiado y, en términos generales, se sabe que apenas 15 por ciento de la demanda total de dinero líquido está ligada al motivo de transaccio­nes. El resto está vinculado al atesoramie­nto con una finalidad de precaución. Este motivo de precaución se torna particular­mente importante en los escenarios de incertidum­bre.

Los datos de Jobst y Stix revelan que el motivo de precaución es el factor más importante que determina el crecimient­o de la demanda de dinero en efectivo durante la crisis de 2008 y en los años siguientes. Esa conclusión se fortalece cuando se observa la expansión de dicha demanda en otros periodos de gran incertidum­bre y desconfian­za con respecto al sistema bancario (como por ejemplo en la década de los 1930).

La guerra en contra del dinero en efectivo va a continuar porque el espacio de las transaccio­nes corrientes sigue siendo codiciado por el sistema bancario comercial y por sus acompañant­es en el sector de telecomuni­caciones. Pero mientras subsista la incertidum­bre, la demanda de dinero líquido se va a mantener y en ciertos episodios podrá incluso aumentar. Y no hay que olvidar que la incertidum­bre está íntimament­e asociada a la inestabili­dad que, como bien lo demostró Keynes, es una de las caracterís­ticas intrínseca­s del capitalism­o.

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