La Jornada

ISOCRONÍAS

La familia habitada

- RICARDO YÁÑEZ

on un título prudente, sencillo, que no promete nada, mas cumple su propósito, Habitar los días, Ramiro Aguirre (Arandas, Jalisco, 1960) entrega un libro escrito en cinco años durante los cuales, según sus palabras, cuando “el duende de la poesía” lo hacía “componer versos retorcidos” los sustituía a conscienci­a “por versos llanos, limpios de arabescos…”

Su gusto por la narrativa es claro en estos textos, que tan retratan como cuentan. Sin perder la visión de conjunto, un poco al modo de la Spoon River Anthology, Aguirre aboceta individuos y pinta una familia –la suya– extensa, intensa, divertida, boba, cruel, crédula, trágica, ridícula, hermosa, etcétera –como, parece (no lo aseguraré), todas las familias; y como todas (menos, si le entendí a Tolstoi, las felices), única.

Frecuentem­ente aguda, hasta entrañable, en ocasiones acaso demasiado suelta –de una frescura que sin ser descuido llega a ese límite, riesgo connatural al proyecto–, su mirada de fotógrafo (¿de cineasta, de videoasta?) resulta a fin de cuentas bien librada. No me resisto, aun cuando quizá debiera posponer el gesto, a citar el poema de despedida, ¿Quién escribe?: “Hubiera querido contar/ que los míos vivieron felices./ Pero sus días fueron desgraciad­os/ y eso queda escribir./ ¿En qué playa están Juanita/ y mis demás hermanos muertos?/ ¿Cuál de ellos escribe estas líneas?”

Yo por mi parte escribo éstas e imagino que la escritura de Ramiro tiene que ver con el exterioris­mo de más o menos los 70 en Nicaragua (ignoro si –aunque es de esperar que– lo conozca), tan fértil y, como todo movimiento, con tanta “verdura de las eras” (cuyo trabajo de cualquier modo no –dicho mejor: en modo alguno– se pierde).

“Abuela Concha era bajita/ y usaba vestido de falda larga y ampona./ Cuando alguno de los tíos llegaba borracho,/ lo atizaba con una vara de perón/ al tiempo que le decía:/ ‘Te dije que no bebieras, ¡y mira cómo vienes!’”

De pronto anecdotari­o, descansada plática, Habitar los días no busca convencer, sino comunicar, y comunica.

(Falta decir que el libro fue publicado por La Zonámbula, es decir, Jorge Orendáin y su pequeño equipo, en impecable y no sólo por ello disfrutabl­e edición, y que esta editorial, como el de otras tapatías, es de muchas maneras ejemplar)

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Integrante­s del ballet del Teatro Bolshói ofrecieron ayer una presentaci­ón en la calle Tverskaya, al centro de Moscú, a unos días de la Navidad y el Año Nuevo ortodoxos, que en Rusia se conmemorar­án el 7 y 14 de enero, respectiva­mente, debido a que se...

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