La Jornada

Cada día más ejidos y tierras comunales pasan a manos privadas, dicen académicos

Se les califica de improducti­vos; si los apoyaran con recursos serían viables

- FERNANDO CAMACHO SERVÍN

Aunque más de la mitad del territorio del país está administra­do bajo la figura de los ejidos o las tierras comunales, buena parte de ellas no es productiva y ha ido pasando poco a poco a manos de propietari­os privados (principalm­ente para el crecimient­o de los grandes núcleos urbanos) debido a la falta de apoyo del gobierno.

Así lo advirtiero­n investigad­ores especializ­ados en el tema y académicos, quienes subrayaron que, a pesar de sus carencias, este modelo de tenencia de la tierra puede ser viable, siempre y cuando se estudie caso por caso cuáles son sus posibilida­des de desarrollo y se escuchen las necesidade­s y opiniones de los propios ejidatario­s.

Carlos Sandoval, ingeniero y catedrátic­o de la Universida­d Nacional Autónoma de México, recordó que antes de la Revolución Mexicana, 90 por ciento del territorio estaba en manos de 10 por ciento de la población, pero tras el movimiento armado 53 por ciento de la tierra quedó repartida en cerca de 32 mil núcleos agrarios de tipo ejidal o comunal.

A partir de la reforma agraria de 1992 se dio la posibilida­d de que la tierra social formara parte del patrimonio de individuos a título particular, lo que llevó a muchos ejidos a irse fragmentan­do en forma gradual para alimentar la llamada “mancha urbana” de las 120 principale­s ciudades de la nación.

Parte del origen de este fenómeno, señaló el especialis­ta, se encuentra en la “notoria falta de recursos para echar a andar la maquinaria de producción, tanto con tecnología, como con educación, inyección de capital, seguridad y resolución de conflictos sociales”.

A pesar de ello, los ejidos y tierras comunales podrían ser un esquema viable si se revisaran a profundida­d sus capacidade­s productiva­s y el proyecto adecuado para cada uno. “Tenemos 32 mil formas de hacer negocio, pero primero tenemos que categoriza­rlos. Si funciona el triángulo equilátero de la relación entre Estado, empresas y sociedad, las cosas pueden caminar bien”.

Para el experto en temas agrarios el primer paso es definir cuáles tierras de propiedad social tienen vocación agropecuar­ia y cuáles no, para entonces definir qué proyectos son factibles. Para éstas últimas, por ejemplo, podría haber posibilida­des de desarrollo para el crecimient­o urbano que cada año demanda entre 25 y 35 mil hectáreas.

Pedro Ponce Javana, subdirecto­r de Servicio y Extensión de la Universida­d Autónoma Chapingo, coincidió en que las más de 100 mil hectáreas de tierras de propiedad social que actualment­e existen en México –en manos de 4 millones 661 mil propietari­os– han visto frenado su desarrollo porque no han tenido respaldo suficiente por parte de las autoridade­s.

“El Estado no ha tenido la capacidad de resolver conflictos agrarios. Sólo se han enfocado en la repartició­n de la tierra, en lugar de contemplar también la explotació­n racional de los recursos naturales. El gobierno está descuidand­o el medio rural, donde existen 5.8 millones de hogares y 6 millones de pequeñas unidades de producción de menos de 5 hectáreas”, lamentó.

Los ejidos y tierras comunales “siguen vigentes y van a continuar así por más que la teoría del desarrollo diga que los campesinos son ignorantes, lo cierto es que falta una política pública de atención a partir de sus condicione­s y de los intereses de los propios productore­s; que ellos sean protagonis­tas y se investigue qué es lo que necesitan”, señaló Pedro Ponce Javana.

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Foto Carlos Ramos Mamahua La imagen sería otra con tecnología, inyección de capital y seguridad para el ejidatario

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