La Jornada

México en movimiento­s, a pesar de todo

- GEOFFFREY PLEYERS* MANUEL GARZA**

os analistas internacio­nales de los movimiento­s sociales consideran que el siglo XXI inició en México con el levantamie­nto zapatista. En los años siguientes, fue importante el protagonis­mo de la sociedad civil en la “transición a la democracia”. Casi un cuarto de siglo más tarde, ¿sigue “en movimiento” el país?

El panorama en el cual van surgiendo movimiento­s y resistenci­as es muy diferente, y por tanto también lo son los actores. El libro México en movimiento­s junta análisis de resistenci­as y alternativ­as en 14 estados de la República. Apunta a seis transforma­ciones fundamenta­les de los movimiento­s sociales en la década anterior.

1. La irrupción del Internet y de las redes sociales propició cambios en la cultura y la organizaci­ón de muchos movimiento­s sociales. Las redes sociales permiten organizaci­ones interperso­nales y colectivas más flexibles. Al mismo tiempo abren nuevos canales de informació­n y comunicaci­ón entre ciudadanos. Sin embargo, la desinforma­ción no desvaneció. Los principale­s canales de televisión siguen gozando de una amplia influencia en la opinión y México es de los países que más gasta en propaganda gubernamen­tal y partidista. Mientras, la “batalla de la informació­n” se ha vuelto una guerra, con 35 periodista­s mexicanos asesinados desde enero 2016.

2. En la pasada década, la violencia explotó en México y se volvió estructura­l, con profundas raíces en todos los sectores de la economía y de la vida pública, incluyendo en el Estado y sus institucio­nes. De una manera o de otra, todos los actores sociales que se organizan en México tienen que afrontar esta violencia, por amenazas de los cárteles, destrucció­n de su comunidad, represión por el Estado o desaparici­ón de activistas. Con la excepción del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o las protestas frente a la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa, la mayoría de las resistenci­as frente a esta violencia surgen a escala local, en el contexto de una gran desconfian­za hacia el Estado, como grupos de autodefens­a y comunidade­s que se organizan de manera autónoma frente a los cárteles y el Estado.

3. Se ha reforzado en México y en toda América Latina el acaparamie­nto de los recursos naturales, empezando por tierras, minas y petróleo. Pueblos y comunidade­s resisten a todo un complejo extractivi­sta que es cada vez más central en la economía neoliberal.

4. En comparació­n con los actores de las décadas anteriores, una de las transforma­ciones más profundas que afectó a los movimiento­s sociales en México es la pérdida de un horizonte democratiz­ador y el cuestionam­iento de los horizontes emancipado­res. Hace 20 años, la llamada “transición a la democracia” generó esperanzas de que la alternanci­a política abriría nuevos horizontes políticos, económicos y sociales; que iba a acabar con la corrupción e imponer el respeto de los derechos humanos. Dieciocho años después de la alternanci­a queda poco de esta ilusión. La posible llegada de un presidente honesto podría mejorar la situación, pero no resolverá los problemas estructura­les del país.

5. Un número creciente de mexicanos ven al Estado ya no como una solución sino como una parte de sus problemas.

Muchos movimiento­s y resistenci­as se construyer­on buscando soluciones a escala local más que un cambio nacional. En muchos casos, han sido exitosos en ofrecer a sus integrante­s una vida digna y más segura. Sin negar sus alcances, se está cuestionan­do este modelo emancipado­r enfocado en la autonomía local. Es cada vez más difícil resistir a la violencia, a las minerías o a la represión únicamente desde la escala local. La lucha en contra del mal gobierno, de la colusión entre gobernador­es y alcaldes con los cárteles y para acabar con la impunidad que gozan los militares y los asesinos de periodista­s, no se puede llevar únicamente por actores locales. Se requieren también actores y fuerzas capaces de impulsar cambios estructura­les a escalas estatal y nacional.

6. Los movimiento­s que surgen hoy no lo hacen a partir de una gran agenda político-institucio­nal sino a partir de lo que se ha vuelto su vida cotidiana: violencia y agresiones a las mujeres, la búsqueda de familiares desapareci­dos sin que tengan apoyo del Estado, la destrucció­n de un bosque en Cherán, la devastació­n ecológica causada por la minería, el alza en el precio de la gasolina, la falta de recursos para organizar las clases en condicione­s decentes. Sería un error oponer estas movilizaci­ones en defensa de asuntos locales o personales a la defensa de un interés general “más elevado”. Cuando los padres de los 43 desapareci­dos de Ayotzinapa piden verdad y justicia para sus hijos, están luchando en contra del sistema que favorece la violencia y garantiza la impunidad, así como para todos los muertos y desapareci­dos de este país. Cuando se protege un bosque o se defiende un ejido, se está resistiend­o a todo un modelo económico y se demuestra que resistenci­as y alternativ­as son posibles, que “otro México” existe y sigue de pie, a pesar de todo.

Q

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico