La Jornada

CIUDAD PERDIDA

No hubo sorpresas ni sobresalto­s

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

igamos que las estrellas estaban alineadas hace buen rato; un par de semanas, dicen unos, más de un año, aseguran otros, y tal vez por ello nadie se llamó a sorpresa cuando se anunció que Alejandra Barrales era la triunfador­a de la medición de tres empresas encuestado­ras encabezada­s por mito-fski.

Primero: era muy difícil que la encuesta establecie­ra una diferencia entre su resultado y la opinión, más que obvia, de los perredista­s, que en su pleno, sin duda, votarán el mes próximo por la que acaba de ser su presidenta nacional y no hace mucho local. Un resultado con dos puntas hubiera sido fatal para la competenci­a con los otros organismos.

Segundo: los otros miembros de la alianza que se hizo con la derecha estaban totalmente de acuerdo con impulsar la candidatur­a de Barrales, con quien ya habían establecid­o acuerdos en la Asamblea Legislativ­a, la Cámara de Diputados y el Senado. La conocen bien.

Factor fundamenta­l:

la

opinión de Miguel Ángel Mancera. El jefe de Gobierno tejió filigrana para no dejar duda de la diferencia que existe entre él y el panismo. Para él, tal vez no para el PRD, era primordial que la candidatur­a se diera por medio de la encuesta a la que se negó la derecha panista para señalar al candidato a la Presidenci­a de la República.

Luego, Miguel Ángel Mancera sabe que los azules tienen una deuda muy grande con él, así que llevar a su candidata a encabezar la fórmula para la jefatura de Gobierno es apenas un abono para amortizar la deuda, es decir, su voto. Dentro del PRD es, para tal efecto, de un peso fundamenta­l, y si a eso le sumamos que el propio Mancera sentía una deuda hacia ella, se disipan las dudas.

No obstante, recio y quedito se dijo que en la imposición de Ricardo Anaya, tanto Alejandra Barrales como los chuchos le jugaron las contras al jefe de Gobierno, y en venganza, Mancera, más que hacer lo correcto y lanzar la encuesta, había tratado de devolver el golpe y que apoyaría a alguno de los dos que competiría­n contra ella. La realidad fue la que desmintió la especie.

Total, parecería casi increíble suponer que Barrales podría perder la candidatur­a, lo que no resta méritos a su trabajo ni a su currículo; no obstante, nunca pudo caer la nominación en tan mal momento para el PRD. Hoy cualquiera que suponga que los amarillos tienen el camino tan llano como hace seis años se equivoca.

Para Barrales será muy difícil, primero, remontar las animadvers­iones que se dice ha cosechado a lo largo de su carrera, pero luego tendrá que vencer la herencia que le pone sobre los hombros su propio partido, ahora despojado de identidad ideológica y carente de principios; y segundo, por si todo eso no fuera mucho, saldrá a competir contra la opción de izquierda con la que esta

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