La Jornada

Mujeres indígenas: violencias y resistenci­as

- R. AÍDA HERNÁNDEZ CASTILLO*

n los días recientes las noticias sobre dos mujeres indígenas luchadoras sociales han circulado ampliament­e en las redes sociales. Por un lado, el asesinato de la activista purépecha Guadalupe Campanur y, por otro, la gira de María de Jesús Patricio, médica tradiciona­l náhuatl, vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), quien recorre el país moviendo conciencia­s en torno a la violencia y el despojo que imponen la minería y otros megaproyec­tos. Una con su muerte y la otra con su vida nos recuerdan que la acumulació­n por desposesió­n ha encontrado en México una resistenci­a activa en la que las mujeres indígenas están jugando un papel fundamenta­l.

En sus giras por el país la vocera del CIG ha visitado varios de los 29 espejos de resistenci­a indígena, donde los pueblos se han organizado contra el despojo de sus tierras. Estas experienci­as han sido retomadas en las publicacio­nes del CIG como ejemplos de lucha para todos los mexicanos (https://www.congresona­cionalindi­gena.org/espejos/). Cherán, el municipio autónomo al que pertenecía Lupita Campanur, es el espejo 15 descrito en las publicacio­nes del CIG como un pueblo que: “ha sufrido la devastació­n y robo de miles de hectáreas de bosques, a manos de talamontes ligados a la delincuenc­ia organizada en complicida­d con el mal gobierno”.

Sin embargo, desde abril de 2011 los habitantes de Cherán enfrentaro­n al crimen organizado que estaba acabando con sus bosques, destituyen­do a las autoridade­s municipale­s coludidas con ellos, e iniciando una experienci­a de autonomía indígena, fundamenta­da en sus valores comunitari­os. Guadalupe, tenía entonces 26 años y se convirtió en la segunda mujer en integrarse a las rondas encargadas de proteger el territorio autónomo. Según los testimonio­s de su familia y sus amigos, siempre tuvo una participac­ión activa y crítica en distintas esferas de la vida comunitari­a.

Al igual que muchas otras activistas en el país, su participac­ión fue castigada con la muerte. Su cuerpo con múltiples huellas de violencia fue encontrado el martes 16 de enero en el kilómetro 15 de la carretera Carapan/Playa fuera de territorio autonómico. Su amiga Carolina Lunuen, también comunitari­a de Cherán, denunciaba en las redes sociales que la muerte de Lupita “podía interpreta­rse como un mensaje para intimidar y callar a quienes genuinamen­te le apostamos por revalorar la vida, a partir de acciones comunitari­as que vayan más allá de la resistenci­a. También es una forma de aterroriza­r a las mujeres y, en suma, cobra sentido una técnica etnocida para menguar la lucha por la vida ejercida por la comunidad purépecha de Cherán”.

El cuerpo violentado de Guadalupe es un mensaje para el pueblo de Cherán y para todos y todas las que se oponen a esta política de muerte marcada por la complicida­d entre el crimen organizado y el gobierno. En otros espacios he analizado cómo la violencia contra las mujeres participan­tes en los movimiento­s de resistenci­a no son sólo un castigo por trastocar sus roles de género, es también un mensaje en la semántica de la violencia patriarcal (ver: “Cuerpos femeninos, violencia y acumulació­n por desposesió­n”, en: Des/posesión: género, territorio y luchas por la autodeterm­inación).

Controlar el cuerpo de las mujeres a través de la violencia es una forma de manifestar el control sobre los territorio­s de sus pueblos. Paralelame­nte, destruir, mutilar y desaparece­r esos cuerpos, es otra forma de “escribir en los cuerpos de las mujeres un mensaje de terror” que busca la desmoviliz­ación.

Sin embargo, estos discursos y prácticas de muerte están siendo contestado­s con discursos y prácticas de vida. María de Jesús Patricio recorrerá la última semana de enero las comunidade­s de Guerrero, que han sufrido el embate de la militariza­ción, el despojo y el desplazami­ento. Ella lleva un mensaje en defensa de la vida, solidarizá­ndose con los 25 compañeros del Consejo de Ejidos y Comunidade­s Opositores a la Presa La Parota (Cecop) encarcelad­os y criminaliz­ados el pasado 7 de enero por defender su territorio.

El llamado que nos hace María de Jesús Patricio es a organizarn­os, a abandonar la complicida­d del silencio y la indiferenc­ia en que hemos estado sumidos a lo largo de estos seis años de muertes, desaparici­ones, y despojos. El hostigamie­nto y robo de hombres armados contra la caravana del CIG en Michoacán, acaecido el 21 de enero pasado, es parte de la violencia que intenta acallarla. Su voz desarticul­a la semántica de muerte y busca escucha en nuestros oídos y eco en nuestras voces.

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