La Jornada

Dos poemas de Nicanor Parra

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Hasta luego

Ha llegado la hora de

retirarse

Estoy agradecido de todos Tanto de los amigos

complacien­tes Como de los enemigos

frenéticos ¡Inolvidabl­es personajes

sagrados!

Miserable de mí

Si no hubiera logrado

granjearme La antipatía casi general: ¡Salve perros felices

Que salieron a ladrarme al

camino! Me despido de ustedes

Con la mayor alegría del

mundo.

Gracias, de nuevo, gracias Reconozco que se me caen

las lágrimas Volveremos a vernos

En el mar, en la tierra donde

sea.

Pórtense bien, escriban Sigan haciendo pan Continúen tejiendo telarañas Les deseo toda clase de

parabienes:

Entre los cucuruchos

De esos árboles que llamamos cipreses

Los espero con dientes y

muelas.

Epitafio

De estatura mediana,

Con una voz ni delgada ni

gruesa

Hijo mayor de un profesor

primario

Y de una modista de

trastienda;

Flaco de nacimiento

Aunque devoto de la buena

mesa;

De mejillas escuálidas

Y de más bien abundantes

orejas;

Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren

apenas

Y una nariz de boxeador

mulato

Baja a la boca del ídolo azteca –Todo esto bañado

Por una luz entre irónica y

pérfida–

Ni muy listo ni tonto de

remate

Fui lo que fui: una mezcla De vinagre y aceite de comer ¡Un embutido de ángel y

bestia!

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