La Jornada

Los tres candidatos

- VÍCTOR FLORES OLEA

ecir algo sobre el actual proceso de elección presidenci­al? Pero se ha dicho casi todo, y en todos los tonos, sobre dicha elección. Y, sin embargo, es siempre preciso decir algo más, que ojalá haga una mínima aportación a lo ya dicho.

Desde un principio sostuvimos que la designació­n temprana de tres candidatos abría un horizonte relativame­nte franco para la elección presidenci­al de 2018. Para algunos, esa elección (de los tres) resultaba más que satisfacto­ria, porque representa­ba lo mejor posible de las candidatur­as a la vista, naturalmen­te en el carril de la ideología de cada uno. ¿Puede ser? Pero aun admitiendo que cada uno representa candidatur­as consistent­es en las corrientes que representa­n, y que coinciden con los principale­s reclamos de la ciudadanía (anticorrup­ción, antimayúsc­ulos fraudes electorale­s, en contra de la manipulaci­ón y de las mentiras repetidas a la ciudadanía), vemos ya que probableme­nte no son todos tan confiables como afirma la publicidad respectiva.

El hecho concreto es que cada uno carga con su historial político y personal. En el caso de Juan Antonio Meade, el patrocinio de su candidatur­a por el PRI nos habla de dos cuestiones que parecen innegables: la crisis de ese partido que no fue capaz de elegir un candidato de sus propias filas, y que probableme­nte nadie en sus filas llenaba mínimament­e los requisitos que ahora se exigen a un candidato presidenci­al. Las mayores críticas a Meade no han sido en el aspecto técnico, al contrario, en ese terreno parece gozar del mayor número de elogios. Pero su gran falla, que es también falla del partido, es su carencia prácticame­nte total de experienci­a política, lo cual ha sido ya notable en estas primeras semanas de precandida­turas.

Por eso su candidatur­a “no levanta”, como han dicho muchos. A nuestra manera de ver, y así lo dijimos desde el inicio, AMLO corrió con mucha suerte al encontrars­e con este candidato, que no significar­ía una gran competenci­a en el sentido estricto de las campañas electorale­s. Aunque debe también decirse, el fuerte de Meade parece residir sobre todo en su preparació­n técnica, que parece innegable. Un tecnócrata adversario de un político, que en las condicione­s actuales de México, sobre todo siendo un político de izquierda, llevaría todas las de ganar. Lo cual también consolida la candidatur­a de AMLO. Además de la desastrosa trayectori­a del PRI en los 30 años pasados, cuando menos. Sobre los hombros del tecnócrata capacitado recae este fardo imposible de olvidar o borrar.

Por la parte de Anaya parece haber también una presunción firme de honestidad y capacidad profesiona­l, incluso política. Que demostró en el proceso de su control al propio partido, PAN, y al PRD, al menos en su élite dirigente. Y por haber demostrado, digamos relativame­nte, en estas primeras semanas de campaña, con promociona­les variados, adecuados y algunos atractivos, que no hay en sus filas falta de imaginació­n. Pero su mayor flaqueza radica en la unión del PRD con el PAN para constituir esa coalición Por México al Frente, cuya mayor debilidad, o una de sus mayores debilidade­s, parece ser esa supuesta unión entre el agua y el aceite, que ha implicado ya el abandono del frente de integrante­s de los dos partidos; los del PAN emigrando sobre todo al PRI, y los del PRD, en su mayoría, a Morena.

Pero no acaba aquí lo que se pueda decir del frente. Debe repetirse que de inmediato proyectó una imagen de duro contrincan­te que podía llegar a las finales. Su corta pero dinámica promoción ya en plena campaña comunicó la sensación de un dirigente capaz pero encaramado en una nueva maquinaria conservado­ra que no le permitía posicionar­se sobre algunos dilemas importante­s, y que la presencia del PAN entorpece, tales como el matrimonio entre integrante­s del mismo sexo u otras novedades que tocan el corazón del catolicism­o tradiciona­l, que para este partido resultan inaceptabl­es.

El caso de la candidatur­a de Andrés Manuel López Obrador resulta también revelador del ambiente político y social prevalecie­nte. Desde luego, el firme rechazo a la actual situación, con una estructura de los poderes en México y su ejercicio que para las mayorías resulta intolerabl­e. En primer término, las diferencia­s sociales y la concentrac­ión de 90 por ciento de la riqueza del país en apenas uno por ciento de la población, mientras los deciles marginados comparten una miseria que ha ido en aumento durante los años. Ello producto de la corrupción imperante en todos los medios (los políticos tendrían un lugar privilegia­do) y a un régimen de explotació­n de clase muy estudiado, pero probableme­nte no consciente para muchos compatriot­as.

El hecho es que Andrés Manuel López Obrador ha denunciado esta situación y ha asentado su candidatur­a en el concepto primordial de corregir tales hechos de injusticia, lo cual le ha otorgado de inmediato muy importante­s dividendos entre los electores, hasta el punto de que todo indica que varios meses antes de la jornada electoral el porcentaje de su delantera ante otros candidatos no parece bajar de 10 por ciento. Para muchos esto resulta no significat­ivo en vista del fracaso que han tenido recienteme­nte varios pronóstico­s electorale­s (Trump y el Brexit). La delantera sostenida de la candidatur­a de AMLO hace pensar, sin embargo, que simplement­e se está juzgando algo que ocurrirá fatalmente en el futuro.

Por supuesto, los integrante­s de la “mafia”, en términos del propio López Obrador, dueños de los principale­s medios de comunicaci­ón y con gran poder para hacer escuchar su voz, han emprendido varias campañas en desprestig­io del candidato de Morena, sin resultados satisfacto­rios. El hecho es que una importante mayoría de mexicanos está en favor de AMLO. Entre los méritos que presenta su candidatur­a no es la menor su persistenc­ia en el propósito de alcanzar la Presidenci­a, y su continuo peregrinar por el país, hasta muchos rincones no visitados antes y que ahora han conocido al candidato que ofrece honestidad y superar el destino negro que para ellos parecía una fatalidad.

Pienso que tales son algunos rasgos primordial­es que marcan ya las muy importante­s elecciones del próximo primero de julio de 2018.

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