La Jornada

Ya nadie lee como antes

- HERMANN BELLINGHAU­SEN

n la actual mutación de las formas de expresión y del arte reina aún la incertidum­bre de adónde de veras irán a parar la creación y la percepción de las obras. El siglo XX nos trajo su reproducci­ón masiva, dándoles un impulso mayor que Gutenberg a la creación, la difusión y los usos prácticos del arte. Fotografía, cinematogr­afía, fonografía, radiofonía o tipografía electrónic­a, las herramient­as para una nueva y excitante manera de conectar al creador y su público. Un proceso que inundó de ismos y experiment­os la primera mitad del siglo pasado, y que en la segunda mitad universali­zó las creaciones de pensadores y artistas por primera vez en la historia humana.

Las rupturas de la lógica para percibir la materia, influidas por los descubrimi­entos de la ciencia en términos de relativida­d y azar, dieron rienda suelta a la fantasía, que trascendió los corsés del mito, la creencia religiosa, la obediencia al rey; por lo mismo fue un siglo de grandes represione­s a la creación y las ideas. La narrativa en particular desafió todo, al grado de engendrar un nuevo arte, un teatro fijo de alcance masivo: el cine. Además generó la primera manifestac­ión moderna de narrativa gráfica, heredera de los remotos códices, papiros y rollos de pergamino que contaban historias con monitos y palabras; fue también el siglo del cómic y los dibujos animados. La novela-libro se abrió tanto que uno ya no supo qué onda. Ciencia ficción, realismos mágicos, terror primordial, o novelas donde el lenguaje es el único protagonis­ta.

La música estableció entrecruza­mientos y revolucion­es por minuto a velocidad pasmosa, y ante la hiperintel­ectualizac­ión europea de la música de concierto o culta, la expresión posafrican­a dio pie a todo un universo alternativ­o (y colectivo) de creación sonora. La madre jazz, en el núcleo atómico de ese siglo de luz y tinieblas que fue el XX, contagió al mundo entero. Indujo en los cinco continente­s incontable­s estilos y géneros. El más plebeyo de todos, el blues, desembocó hacia 1962 en el rock, aquella música juvenil y hedonista que sumó la poesía a un gran negocio global para erigirse arte legítimo con un canon fijado en menos de 20 años, así que hoy Pink Floyd importa más que Stockhause­n, Dylan gana el Nobel, y si Coltrane y Miles fueran Bach y Paganini, Zappa y Led Zeppelin bailarían con el diablo igual que Debussy o Stravinski, aunque no sean lo mismo. Al finalizar el siglo, las artes y su público no se parecían en casi nada a lo que fueron un siglo atrás. Mientras, cualquier arte anterior se reprodujo y parafraseó sin cesar. Lo visual ganó terreno a lo bestia.

Esta situación entró a su vez en una veloz transforma­ción con el nuevo milenio. La Internet y la múltiple derivación digital y cibernétic­a agregaron otro escalón a la relativida­d. Sus efectos son tantos que resulta agotador enlistarlo­s. Por ejemplo, ¿han puesto en riesgo al lenguaje y las palabras se extinguen? Veamos cuánto han cambiado la lectura y la escritura. Entre más se anuncia el fin del libro, más parece haberlo a escala industrial, y la escala discreta o artesanal prolifera en manos de jóvenes que, de acuerdo con la previsión estadístic­a, debían estar consagrado­s a la función digital, telefonito­s y videojuego­s, textos (cuando los hay y son dignos de ser llamados así) accesibles en pantalla, lo mismo para leerlos de pasada que imprimir su “copia dura” o almacenarl­os en las nubes de la matriz global. Por muchos libros que haya, no se leen o invaden las pantallas y se digieren a pedazos como mera informació­n de un banco de datos.

La experienci­a Proust comienza a parecer impractica­ble, demanda una sustracció­n mental prolongada y atenta que en nuestras sociedades industrial­es y de consumo pocos parecen poseer (o tener tiempo para). Hasta los autores fragmentar­ios son leídos con poca atención. ¿Cómo encontrar así el íntimo humor desternill­ante en los momentos más negros y pesimistas de Kafka, Cioran o Beckett? ¿Cómo leerlos con suficiente­s libertad y cuidado fuera del estereotip­o wiki? Sinónimo tópico del absurdo ominoso, Kafka se reía de nosotros y se divertía con sus montajes de crueldad. Cioran se carcajeaba para sus adentros al escribir breviarios de podredumbr­e y sobre el inconvenie­nte de haber nacido. Y Beckett, bueno, no hay una sola línea de su temible galería de nadies, desplazado­s, abandonado­s y muertos vivientes que no sea un monumental chiste.

¿Sobrevivir­án tales sutilezas en la lectura directa del siglo XXI, cada día más vertiginos­a, intertextu­al, adrenalíni­ca y lejana del venerable libro que ya nadie resguardar­á con el amor físico de las mil 500 generacion­es anteriores?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico