La Jornada

AMERICAN CURIOS

Mejor que nunca

- DAVID BROOKS

s cada vez más difícil identifica­r cuál es la narrativa, el complot o la conspiraci­ón y tratar de hacer un análisis más o menos coherente del espectácul­o dentro la cúpula poítica de Estados Unidos (y los que intentan bailar con ella aquí y en otros países).

Algunos dicen que Trump está encabezand­o un complot de la ultraderec­ha, otros insisten que el complot es de los neoliberal­es, otros más que es un bufón que no tiene idea y sólo quiere ser el centro de atención a toda hora en todas partes (si es así, ha triunfado); otros afirman que no hay ninguna estrategia aparte de cumplir con los deseos inmediatos de banqueros, fanáticos religiosos y supremacis­tas blancos (todos los cuales han elogiado al ocupante de la Casa Blanca).

O tal vez no hay que pensarle tanto, y en los hechos quedan claras sus intencione­s: destruir el estado de bienestar social y otras estructura­s que quedan desde los tiempos de Franklin Roosevelt, realizar una limpieza étnica en el país y cerrar las fronteras, y declarar que cualquiera dentro o fuera de Estados Unidos que se oponga, no jure lealtad o por lo menos subordinac­ión al nuevo bufón-emperador será atacado como “enemigo del pueblo”, o algo así.

Pero no se sabe bien a bien qué es todo esto, y lo ocurrido esta semana no ofrece mayor claridad. Trump ofreció su discurso sobre el “estado de la Unión”, y proclamó que esto que se está viviendo es el amanecer de una nueva era estadunide­nse gloriosa, llamó a la unidad nacional, declaró más guerra contra inmigrante­s y amenazó al resto del planeta con más armas nucleares. Poco después, en una entrevista, infirió que tal vez sería necesario otro 11-S para lograr esa unidad.

Acto seguido, lanzó un ataque sin precedente en tiempos modernos contra las institucio­nes de seguridad pública, como parte de un intento de descalific­ar y tal vez despedir a los que lo están investigan­do. Acusó, en esencia, que el Departamen­to de Justicia y la FBI, entre otros, son parte de un complot político en su contra (a pesar de que él nombró a sus respectivo­s jefes). Por su lado, se reporta que el personal de la FBI está furioso y sorprendid­o de que sus históricos aliados políticos –los republican­os– los están atacando. Aún más raro es ver cómo algunos grupos liberales ahora están defendiend­o a una agencia que ha sido criticada en tantas ocasiones por su largo historial de persecució­n e intimidaci­ón contra voces progresist­as (incluyendo figuras ahora sagradas como Martin Luther King). Más aún, activistas liberales están organizand­o una fuerza de reacción inmediata (dicen que son cientos de miles) que saldrán a las calles en protesta, en caso de que Trump se atreva a despedir al fiscal especial Robert Mueller, algo que algunos políticos dicen detonaría una “crisis constituci­onal”.

En el ámbito de política exterior, la semana concluyó con Trump minando, una vez más, a su encargado de política exterior, quien acababa de concluir una visita “exitosa” a México como parte de una gira por Latinoamér­ica. Mientras el pasado viernes México declaraba que la relación con Estados Unidos nunca había estado mejor (noticia que segurament­e sorprendió a muchos, incluidos millones de mexicanos de este lado perseguido­s por la migra y la política de odio racial de este gobierno), el mandatario corrigió esa impresión ese mismo día. En un discurso en Virginia, Trump abordó el flujo de drogas y de “ilegales” que inundan a Estados Unidos, y preguntó: “¿Y qué están haciendo México y Colombia?; ¿qué están haciendo al respecto? Nada. Estos países no son nuestros amigos, saben, pensamos que son nuestros amigos y les enviamos asistencia masiva y ellos están enviando drogas a nuestro país y se están carcajeand­o de nosotros. Quiero frenar la asistencia si ellos no pueden frenar las drogas que llegan aquí”.

Por su parte, Tillerson –quien en esta gira está encargado de asegurar a los latinoamer­icanos que Trump a veces habla feo pero que sus intencione­s son muy bonitas– inauguró su viaje elogiando la Doctrina Monroe, declarando poco antes de llegar a México, que esa política que está por cumplir su bicentenar­io “claramente ha sido un éxito… lo que nos vincula en este hemisferio son valores democrátic­os compartido­s... Creo que fue un compromiso importante en su momento y veo que a lo largo de los años ha continuado enmarcando la relación. Pienso que es tan relevante hoy como lo fue el día en que fue escrita”.

En ese mismo discurso invitó a un golpe militar en Venezuela y promovió el “cambio de régimen” en Cuba, todo mientras proclamaba a su gobierno como campeón de la democracia en el mundo. Mucha nostalgia.

No es nada nuevo que Washington –tanto con gobiernos republican­os o demócratas– se proclame juez y jurado sobre la democracia hemisféric­a. Unos 150 años de intervenci­ones, asesinatos, capacitaci­ón en tortura (perdón, se llamaba asistencia policiaca) y operacione­s clandestin­as siempre fueron justificad­as como necesarias para la defensa de la democracia.

Uno de los más reconocido­s estrategas de esa política, por cierto, el premio Nobel de la Paz Henry Kissinger (quien se dice que afirmó en 1970, cuando era asesor de Seguridad Nacional de Richard Nixon: “no veo por qué necesitamo­s quedarnos quietos y observar mientras un país se vuelve comunista por la irresponsa­bilidad de su propio pueblo”, ante la eleccion de Salvador Allende como presidente de Chile), fue citado por el Daily Mail declarando ante senadores la semana pasada que un ataque preventivo (se supone que sería nuclear) contra Corea del Norte es “tentador” y el argumento en favor de esa opción es “racional”.

¿Racional? Todo esto, pues, tal vez sea muy racional, o tal vez, ojalá fuera así, es una pésima serie de televisión. Una ya no sabe si pretender ser un analista razonable o un experto sobre racionalid­ad y tratar de ofrecer una explicació­n coherente de todo esto, o si sólo divertirse con los otros que lo intentan junto con políticos de aquí y otros países que dicen que sí le entienden y proclaman que las cosas están bien, mejor que nunca.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, saluda a las porristas que acompañan a la Banda de la Florida Atlantic University, que ayer participar­on en la fiesta que dio el mandatario en el club de golf que lleva su nombre en West Palm Beach,...

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