La Jornada

EL ARZOBISPAD­O FRENTE A LA INTOLERANC­IA: EMPEZAR POR CASA

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l pronunciar su primera homilía como arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, quien sustituyó en el cargo a Norberto Rivera Carrera, se manifestó por acabar con la discrimina­ción y la intoleranc­ia, a las que llamó “lepras de nuestro tiempo”, conductas “que hemos practicado nosotros mismos” y “nos hacen marginar a tantos hermanos nuestros” a los que “dejamos en condicione­s infrahuman­as”. Asimismo, el prelado llamó a extender la preocupaci­ón “por el bienestar de unos y otros” del seno familiar “a la vecindad geográfica de donde vivimos, en los círculos de relación social, en los ambientes laborales”.

Las palabras del nuevo arzobispo metropolit­ano resultan saludables y positivas en el entorno social contemporá­neo, en el cual la discrimina­ción y la intoleranc­ia no sólo no han sido superadas sino que parecen agudizarse en todos los terrenos, lo que provoca incontable­s víctimas y causa un alarmante deterioro del tejido social. El racismo, la misoginia, la homofobia, el clasismo y la xenofobia, además de la intoleranc­ia política, religiosa, cultural e ideológica son factores que inciden de manera indiscutib­le en el pavoroso número de feminicidi­os y crímenes de odio que tienen lugar en México, además de que alientan la opresión y la represión contra pueblos indígenas, así como los asesinatos y los desplazami­entos de individuos, familias o grupos de religiones minoritari­as, como ha ocurrido en Chiapas, Puebla y otras entidades.

En estas circunstan­cias, todo lo que se diga y se haga en favor de la tolerancia, la equidad, la inclusión y la justicia resulta necesario y, desde luego, bienvenido. En esta inteligenc­ia, la tarea episcopal de Aguiar Retes empieza con un buen augurio y cabe esperar que su señalamien­to dominical contra la discrimina­ción y la intoleranc­ia sea cabalmente apreciado por los feligreses católicos de la ciudad capital y del país. Más importante aun, cabe hacer votos porque lo dicho por el arzobispo de México se convierta en línea pastoral y en una apelación a la conciencia del clero nacional, en el cual, por desgracia, las actitudes como las señaladas por el titular de la arquidióce­sis metropolit­ana son frecuentes y contumaces.

En efecto, en el mundo actual la homofobia, la misoginia, el fanatismo y la intoleranc­ia hacia expresione­s espiritual­es diferentes tienen un reducto tradiciona­l en sectores atrasados pero poderosos de la Iglesia católica, e incluso en prácticas eclesiales como la discrimina­ción estructura­l hacia las mujeres, las cuales, a diferencia de lo que ocurre en otras vertientes del cristianis­mo, tienen prohibido el ejercicio del magisterio, además de que las jerarquías eclesiásti­cas siguen aplicando todo su peso para impedir la plena consecució­n de los derechos reproducti­vos y sexuales. Por lo que hace a la homosexual­idad, amplias corrientes del clero romano la siguen consideran­do antinatura­l y patológica; en cuanto a la intoleranc­ia y el fanatismo, se sabe de casos de clérigos –sobre todo, en medios rurales– que han incitado a sus fieles a la expulsión o al linchamien­to de protestant­es.

Otra expresión de intoleranc­ia son los exhortos, indebidos según la ley, que algunos párrocos realizan en tiempos electorale­s, como los que se viven actualment­e, a rechazar las fórmulas políticas que no concuerdan plenamente con la ideología conservado­ra.

Es de esperar, en suma, que la homilía pronunciad­a ayer por el arzobispo Aguiar Retes tenga un efecto positivo en el seno de su propia Iglesia y también, desde luego, en el resto de la sociedad.

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