La Jornada

Organismos y afectados reseñan fallas y vacíos de la protección a periodista­s

“Te revictimiz­an cabrón”, “te tratan como si fuera la Sedesol”, dicen comunicado­res

- BLANCHE PETRICH

Con una dosis de humor negro, entre ellos se llaman “los correteado­s”. Son los periodista­s que huyeron de amenazas de muerte, secuestros y atentados en sus lugares de origen. Desarraiga­dos, radican en ciudades que les resultan ajenas y a veces hostiles, en condición de refugiados internos, lejos de sus querencias y sus empleos. Casi todos han dejado a un lado su oficio, el periodismo.

Oficialmen­te acogidos al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s, 16 informador­es han sido desplazado­s en todo el país; más de 10 fueron ubicados en Ciudad de México. Pero, asegura Jan-Albert Hootsen, representa­nte del Comité para la Protección de Periodista­s (CPJ, por sus siglas en inglés) la “cifra negra” debe ser mayor, pues muchos más han huido de las situacione­s de riesgo sin reportarse a instancias gubernamen­tales, sin resguardo alguno.

El mecanismo y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) atienden a cada periodista desplazado en cuanto a alimentaci­ón (3 mil pesos semanales en vales para supermerca­do) y alojamient­o, además le asignan una cantidad limitada para transporte. En algunos casos otorgan medidas cautelares (escoltas, cámaras, botón de asistencia). A quienes vienen con familia e hijos pequeños no se les da cobertura para colegiatur­as ni útiles escolares. Ni hay fondos para médicos o medicinas. Y esa carencia representa con frecuencia otro factor de riesgo para el desplazado.

Desprotegi­dos pese al “mecanismo de protección”

El reportero bajacalifo­rniano Julio Omar Gómez Sánchez, quien publicaba su propio portal, Noticias 911, sobrevivió a tres atentados en un lapso de cuatro meses. Tres veces intentaron incendiar su casa en San José del Cabo, Baja California Sur. En la tercera ocasión había francotira­dores apostados afuera. El 29 de marzo mataron a Alfredo Valle, uno de los escoltas asignados, días después de que asesinaron a Miroslava Breach, correspons­al de La Jornada en Chihuahua. Y el 14 de abril fue asesinado en La Paz otro periodista de la península, Maximino Rodríguez, del diario digital Colectivo Pericú, a quien Julio considerab­a su mentor y amigo.

Nada raro que Julio Omar ahora sufra trastorno por estrés postraumát­ico y esté en tratamient­o siquiátric­o. Las terapias son gratuitas, pero los medicament­os son muy costosos. No recibe ayuda para ello. Teme quedarse sin las medicinas que le controlan las crisis de ansiedad, pánico, insomnio o depresión.

El mecanismo tiene asignado un presupuest­o de 16 millones de pesos al mes y emplea a 37 funcionari­os para atender a este colectivo.

Patricia Mayorga, correspons­al de Proceso en Chihuahua, colega y amiga de Miroslava Breach, también tuvo que desplazars­e ante la errática investigac­ión del caso de la periodista de La Jornada.

Mayorga explica que “en el desplazami­ento te pasa de todo: enfrentas una catástrofe económica porque pierdes tus ingresos; la familia entera entra en crisis. Te tienes que asumir como víctima, porque eso eres. Llegas a un lugar donde no conoces casi a nadie, con la autoestima bien baja porque, encima, eres periodista de provincia y vienes de un lugar donde la prensa está bien desprestig­iada. Y la CEAV te trata como si fuera un programa de Sedesol. Que te proporcion­en renta y comida está bien, pero ¿y la dignidad que tenemos como personas, como periodista­s?”

Para Gildo Garza, periodista de Ciudad Victoria, Tamaulipas, el desarraigo violento que supone dejar todo de una hora a otra para Jan Jarab, representa­nte en México de la Oficina del Alto Comisionad­o para los Derechos Humanos de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), destacó que la situación de los defensores de derechos humanos es uno de los grandes desafíos para el país, ya que plantea situacione­s críticas y presenta el reto de derrotar la impunidad existente.

Al participar en el Conversato­rio para la construcci­ón de un protocolo de investigac­ión de delitos en contra de las personas defensoras de derechos humanos, organizado por la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, la perredista Angélica de la Peña, Jarab señaló que salvar la vida resultó “como irse apagando poco a poco. Un día amaneces en un cuarto de hotel en una ciudad ajena, con los niños asustados, dependiend­o de ayuda oficial para comer los días siguientes, lampareado como conejo, sabiendo que ningún medio de prensa va a emplearte”.

Gildo era propietari­o de un diario en Tamaulipas, de los pocos que todavía publicaban notas críticas en ese estado amordazado por las múltiples violencias. Dos veces, en 2012 y 2013, fue secuestrad­o por el crimen organizado “como advertenci­a”. La segunda vez fue torturado y estuvo desapareci­do cinco días. En 2014 fue asesinado Mario Ricardo Chávez, su socio del diario Ciudadano. “Nos lo entregaron en cachitos. Y me lanzaron una campaña de desprestig­io, señalándom­e a mí como asesino de mi amigo y compañero”.

Aun así persistió. Restructur­ó en los pasados cinco años ha habido avances en la protección de los defensores, pero pese a la aplicación de políticas públicas, hace falta que las investigac­iones y las sanciones correspond­an a la situación actual que se vive.

Por su parte, en su tercera visita al país, el relator especial de la ONU sobre la situación de los defensores de derechos humanos, Michel Forst, informó que en marzo presentará en Ginebra un informe sobre la impunidad que se vive en México y que afecta de manera directa la protección a estas personas.

Explicó que en las ocasiones anteriores que ha estado en México tuvo la oportunida­d de reunirse su periódico a un formato digital y lo llamó Cambio. En junio de 2017 se recrudecie­ron las amenazas y las calumnias en redes sociales. Sólo entonces su nombre se añadió a la lista de periodista­s desplazado­s en México; seis de Tamaulipas en el tiempo que lleva en el cargo el gobernador panista Francisco García Cabeza de Vaca.

Deficienci­as en los protocolos mínimos de seguridad

Sobre la protección que recibe del mecanismo y la CEAV, Garza expresa lo que muchos de sus colegas manifiesta­n en privado. “Nos revictimiz­an cabrón”. Así se sintió cuando al poco tiempo de haber llegado a Ciudad de México en calidad de refugiado interno, hospedado en un hotel, fue desalojado de la habitación con todo y sus hijos porque la CEAV no había pagado el hospedaje. con más de 800 defensores, quienes le expusieron los problemas que enfrentan en su trabajo y su preocupaci­ón por la impunidad existente en los casos de agresiones contra ellos.

En tanto, el quinto visitador general de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Édgar Corzo, sostuvo que el protocolo de actuación “es fundamenta­l” y que no se han visto avances en las investigac­iones de los delitos cometidos contra los defensores.

Sostuvo que el nivel de impunidad “es muy alto”, pues la falta de investigac­iones correctas deriva en la carencia de sentencias. En otra ocasión los dejaron tres días sin depositarl­es dinero para alimentos.

Luego de muchas llamadas y peticiones, la familia de Garza fue reubicada en un lugar más estable, un departamen­to en un séptimo piso. Ahí descubrió otra falla en el cumplimien­to de los mínimos protocolos de seguridad. “El día del temblor, 19 de septiembre, bajamos todos despavorid­os. Y ahí, en plena calle, entre los vecinos que hasta ahora no conocía, identifiqu­é al menos a 10 familias de desplazado­s bajo la protección del mecanismo, entre periodista­s y defensores. Nos tenían a todos juntos, por si alguien nos quisiera encontrar, no batalle tanto”.

Amenazas al alza: se duplican los casos

Sólo en 2017, según los informes del mecanismo, fueron admitidas 92 solicitude­s de acción urgente para proteger a periodista­s en el país, el doble de las registrada­s el año anterior (46). De esas, la mayoría de los ataques (38) provenían de servidores públicos, 31 de particular­es y 29 de agresores no identifica­dos. De un total de 81 agresiones, 64 fueron amenazas que el mecanismo, dependient­e de la Secretaría de Gobernació­n, consideró reales.

Un equipo de relatores especiales para la libertad de expresión de la Organizaci­ón de Naciones Unidas y de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos documentó las fallas y vacíos en las instancias creadas para proteger a comunicado­res en riesgo. “Los periodista­s desplazado­s frecuentem­ente se sienten perdidos –subrayan en un reporte de la visita que realizaron a México entre el 27 de noviembre al 4 de diciembre del año pasado– en lo que parece ser falta de coordinaci­ón entre los distintos mecanismos para protección y asistencia a víctimas”.

Después de entrevista­rse con varios de ellos, resumen que las medidas de protección “son inadecuada­s”. Refieren que las instancias gubernamen­tales no ponen atención integral “a la situación de salud, necesidade­s educativas para sus hijos y empleo”.

Omar Bello, periodista desplazado de la Costa Grande de Guerrero, refrenda lo anterior: “Eso es lo más extremo: te desplazas, salvas la vida por el momento, pero, ¿vas a dejar a tus hijos sin escuela, sin seguro social? Pues no. Pero es muy complicado resolverlo. Te absorbe todo tu tiempo y energías. He pedido ayuda a la CEAV, pero me dicen que ellos no tienen contactos ni con la Secretaría de Educación Pública ni con el Instituto Mexicano del Seguro Social. ¿Entonces?”

 ??  ?? Durante un acto de protesta de reporteros y ciudadanos por el asesinato de Javier Valdez, correspons­al de La Jornada en Sinaloa, el 16 de mayo de 2017 ante la Secretaría de Gobernació­n ■ Foto José Carlo González
Durante un acto de protesta de reporteros y ciudadanos por el asesinato de Javier Valdez, correspons­al de La Jornada en Sinaloa, el 16 de mayo de 2017 ante la Secretaría de Gobernació­n ■ Foto José Carlo González

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico