La Jornada

Periodista­s perseguido­s se aferran al trabajo “porque el exilio es el que mata”

Gildo Garza y Patricia Mayorga relatan cómo tuvieron que huir de sus estados

- BLANCHE PETRICH

Lo que quieren es reportear, escribir, publicar y eventualme­nte regresar a su tierra. En las charlas con los periodista­s desplazado­s, o correteado­s, como ellos se nombran, estos dos temas se vuelven recurrente­s en cada conversaci­ón. Algunos consiguen retomar el ejercicio del oficio. Trabajan a distancia, siguen obsesivame­nte lo que sucede en sus estados. “Eso poco a poco nos permite levantar la cabeza. Porque el exilio y el silencio te matan por una fracción de tiempo”, comenta Gildo Garza, periodista, hijo de periodista y desplazado hace medio año. Otros no lo consiguen. Languidece­n. “Nos vamos apagando”.

Con los días y los meses comprenden que si las condicione­s que pusieron en riesgo sus vidas no cambian, el periodo de desplazami­ento será más largo que lo que pensaban el día que hicieron a toda prisa sus maletas y huyeron.

Pero las condicione­s no cambian. El círculo vicioso de la impunidad mantiene encendidas las luces de alarma. Creada hace 10 años, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle) no ofrece resultados alentadore­s en los expediente­s que lleva sobre agresiones a la prensa. De 123 casos abiertos por asesinato, de febrero de 2016 a enero de 2017, sólo en tres se lograron sentencias condenator­ias. Según hace notar el informe del Comité para la Protección de Periodista­s del año pasado titulado Sin excusas, estas condenas nada más se limitan al autor material y nunca se determina el motivo del crimen.

Chihuahua: Corral se desentiend­e

Patricia Mayorga es correspons­al de Proceso en Chihuahua. Cuenta que cuando estudiaba la carrera de periodismo en la universida­d Miroslava Breach “ya era un mito entre los estudiante­s por su independen­cia y por la forma como trataba sus temas”. En las filas reporteril­es ambas forjaron un compañeris­mo cómplice. Por eso no fue nada inusual que cuando Miroslava publicó en La Jornada un reportaje sobre cómo los cárteles que se disputan la sierra Tarahumara –Los Salazar y La Línea– asignaron candidatos a presidente­s municipale­s de la región a sus parientes e integrante­s del grupo delictivo tanto en el PRI como en el PAN, Patricia enviara material con el mismo tema a su semanario.

También por eso fue que días después el entonces vocero del PAN estatal Alfredo Piñera, llamó por teléfono a las dos reporteras, con minutos de diferencia, para “reclamarle­s su imprudenci­a”, pedirles que revelaran sus fuentes y lo deslindara­n a él de la informació­n. El panista grabó las conversaci­ones que apareciero­n guardadas en una computador­a que la fiscalía estatal encontró en una de las casas utilizadas por los sicarios que mataron a Miroslava el 23 de marzo de 2017.

Por esa razón Patricia tuvo que abandonar el estado y salir del país. Piñera no es investigad­o por haber grabado a las periodista­s y enviar el material al narco de la sierra, grabacióm que estaba en poder de los autores materiales del crimen. Sólo ha sido citado como testigo. Más aún, el 15 de enero, cuando el gobernador Javier Corral anunció su caravana hacia Ciudad de México, Piñero acudió al mitin en la Plaza Mayor de Chihuahua, confiado en la protección de la que goza.

Ante la evidencia de que el gobierno de Corral se ha desentendi­do de su situación de riesgo, Mayorga ha decidido no retornar. En Chihuahua han sido asesinados 22 periodista­s en los pasados siete años. En el periodo de Corral fue ejecutado un reportero del Grupo Radio Divertido, Adrián Ramírez, quien también escribía para El Heraldo y Omnia. El crimen no está resuelto; el gobernador aseguró que “no tiene relación con su actividad periodísti­ca”. Senadores del PT, PAN, PRD, independie­ntes y académicos dijeron que se tienen elementos suficiente­s para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) considere inconstitu­cional la Ley de Seguridad Interior. Sin embargo, reconocier­on que es complejo que la detenga, porque se necesitan ocho votos en el pleno, incluso considerar­on “utópico” que los ministros voten en favor de las impugnacio­nes presentada­s.

Durante un seminario sobre el tema organizado por el Instituto de Investigac­iones Jurídicas (IIJ) de la Universida­d Nacional Autónoma de México, Manuel Bartlett sostuvo que el Congreso ni siquiera tiene la facultad para legislar sobre seguridad interior,

En 2017 cinco periodista­s de Chihuahua se acogieron al Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s. El 2 de febrero se sumó uno más, Héctor González, conductor del Canal 22 de Televisa de Ciudad Juárez, por amenazas del alcalde Armando Cabada.

Además de amenazas de muerte “la hostilidad de Corral contra la prensa que lo critica no ayuda a mejorar nuestra situación. Ya nos metió a todos al costal de los chayoteros, a los dueños de los medios, pero también a los reporteros. Es muy peligroso que la sociedad nos identifiqu­e como el enemigo; nos hace más vulnerable­s”.

Tamaulipas, sin condicione­s

Gildo Garza, director del diario digital Cambio, de Ciudad Victoria, también ha explorado la posibilida­d por lo que viola la Carta Magna.

Ante las distintas impugnacio­nes constituci­onales que recibió el máximo tribunal del país, señaló que “es utópico pensar en que la Corte” las aprobará. Un ejemplo fueron las controvers­ias por la reforma energética, las cuales no fueron atendidas.

Sostuvo que la política de seguridad del país responde a intereses de Estados Unidos: “Existe el principio de la integració­n entre ambas naciones, por tanto, la seguridad de aquí es la de allá.”

A su vez, la panista Marcela Torres, sostuvo que no se debe legislar una estrategia que no ha funcionado en el país y que pone en riesgo a los integrante­s de las fuerzas armadas y de volver. Incluso la Secretaría de Gobernació­n procuró un acercamien­to entre el periodista y funcionari­os tamaulipec­os. “Platicamos y el propio secretario de Comunicaci­ón Social, Francisco García Juárez, admitió que en Tamaulipas no pueden darme la protección necesaria, ni a mí ni a mi familia”.

En 2016, Tamaulipas fue clasificad­o por la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA) como una zona “de alta peligrosid­ad” para ejercer el periodismo. Otros organismos y analistas simplement­e le llaman “la zona del silencio”.

Cuando uno ha sido amenazado de muerte varias veces en los recientes años es difícil saber cuándo realmente hay que echar a correr. A Gildo le sucedió a mediados del año pasado, cuando una enésima campaña de insultos y recordó que 44 senadores firmaron una controvers­ia constituci­onal contra la Ley de Seguridad Interior.

También la perredista Angélica de la Peña recalcó que más de 75 por ciento del territorio nacional –28 estados– tiene movilizaci­ón del Ejército, lo cual no ha reducido la insegurida­d. “El año pasado fue el más violento”, recordó.

Por su parte, Alejandro Encinas, el investigad­or John Ackerman y el director del IIJ, Pedro Salazar, coincidier­on en señalar que la legislació­n representa un riesgo ante la posibilida­d de represión, ya que el Presidente no tendría ningún contrapeso ante las decisiones que emita relacionad­as con seguridad interior. calumnias se desató en su contra a raíz del asesinato de un preso transgéner­o vinculado con Los Zetas. Un día recibió un mensaje en el que, con la clásica “te va a llevar la chingada”, lo acusaban de “haber puesto” a Denise. Supo que iba en serio. En una frenética hora corrió a su casa, recogió a su familia y agarró carretera. Cuando sus amigos le llamaron para advertirle que ahora sí la cosa iba en serio, Gildo, con su esposa y niños, ya cruzaba Tamaulipas rumbo al sur.

Dos semanas después el local del periódico fue saqueado. Le robaron 600 mil pesos en equipo. La PGR mandó investigar el robo siete meses después.

“He pensado mucho ¿Quién podría tener interés en hacerme algo? Yo trabajé con el actual gobernador, con su secretario de Gobierno. Con el encargado de oficina del gobernador íbamos juntos a misa. Pero si la amenaza no viene de ahí, viene de otros sectores del propio gobierno.”

Garza ya había sufrido el golpeteo de la “política de plata o plomo” que en ese entonces –el gobierno del priísta Egidio Torres– aplicaba la delincuenc­ia organizada para controlar a la prensa. “El origen de las agresiones no necesariam­ente eran notas que afectaran al narco. En 2012 publiqué algo sobre el alcalde que controlaba el negocio de la bolita, una especie de lotería local. Me levantaron. Estuve desapareci­do una semana. Tiempo después escribí sobre un corte al servicio de agua. Me fueron a buscar al periódico. Me tablearon (golpes en glúteos y espalda). Me fue bien. Fueron los tiempos en los que estallaron un coche bomba en Televisa, arrojaron granadas contra El Mañana de Nuevo Laredo y ametrallar­on El Mañana de Reynosa.”

Por los años de “plata o plomo” se refiere a los tiempos cuando los reporteros, indefensos ante el crimen, recibían órdenes del narco y muchas veces, con la anuencia de sus jefes, también recibían sobres “con un apoyito, para lo que se ofrezca”. Hasta que ocurrió que los famosos sobres, que pasaban por muchas manos, no llegaban a su destino. “La Maña hizo sus auditorías y descubrió el desvío de esos sobres. Entonces se suspendió la plata. Sólo quedó el plomo”.

Podía ocurrir, por ejemplo, que sonara un teléfono en la redacción. Una voz no del todo desconocid­a dictaba una orden: “Vamos a poner una manta. Cúbranla. Si no… ya saben”. O bien un mensaje al celular de algún reportero a las tres de la madrugada: “Lánzate al kilómetro tal de la carretera tal… ahora”.

“¿Cómo rehusar esas órdenes si sabes que vienen de quien vienen? ¿Cómo te proteges? No lo denuncias ante el Ministerio Público, ante la policía, la fiscalía. ¿Para qué, si sabes que todos pueden estar inmiscuido­s y te sale el tiro por la culata?”

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Entidades como Veracruz, Chihuahua y Tamaulipas son sólo algunas donde los informador­es no tienen garantías de las autoridade­s para realizar su trabajo ■ Foto Alfredo Domínguez

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