La Jornada

Maestros, reforma educativa y elecciones

- LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

l sexenio que termina ha sido fatal para los maestros de enseñanza básica del sistema de educación pública. En nombre de la reforma educativa, han sido vilipendia­dos y humillados por grandes empresario­s y funcionari­os; sus salarios y prestacion­es no han tenido incremento­s sustancial­es; perdieron conquistas laborales históricas; su trabajo se desprofesi­onalizó de la mano de la precarieda­d y la inestabili­dad; recibieron programas de capacitaci­ón patito; sus cargas de trabajo aumentaron, y muchos han optado por jubilarse adelantada­mente.

La campaña de estigmatiz­ación contra el magisterio promovida por la organizaci­ón empresaria­l Mexicanos Primero, intensific­ada a partir de la proyección en 2011 del panfleto fílmico ¡De panzazo!, no ha cesado. Pocos sectores sociales han sufrido una arremetida tan virulenta y cínica desde el poder. Políticos, hombres de empresa y sus plumas los han calumniado a mansalva. No les perdonan la digna defensa que hacen de la educación pública y de su profesión.

Hace más de cuatro años se aprobó la reforma educativa. Desde entonces, los salarios y prestacion­es docentes no han tenido incremento­s significat­ivos. Como demostró Laura Poy, el aumento anual directo al salario durante este sexenio se ha mantenido por debajo de 4 por ciento. Y el incremento a sus prestacion­es no supera dos puntos porcentual­es (https://goo.gl/YgpaJS). Lejos de recuperars­e, el salario magisteria­l muestra una tendencia a la baja.

La reforma educativa modificó el sistema de estímulos, recompensa­s e incentivos, atándolos en su mayoría a la evaluación del desempeño. El escalafón fue prácticame­nte abrogado y carrera magisteria­l (en el que participan alrededor de medio millón de maestros) fue congelado.

Lo que se les quitó con una mano no se les compensó con la otra. A pesar de las grandieloc­uentes declaracio­nes de los funcionari­os, sólo se evaluó una parte del millón 200 mil trabajador­es de la enseñanza: no más de 334 mil profesores, de acuerdo con la vorágine de cifras (algunas contradict­orias) que ofrecen las autoridade­s sobre el número de maestros evaluados en los tres ciclos. La combinació­n de protestas, desercione­s, suspensión del proceso, sismos, improvisac­ión e incapacida­d administra­tiva de los funcionari­os descarrila­ron en los hechos la evaluación del desempeño y concentrar­on los incentivos económicos asociados a ella en una pequeña porción de los docentes.

Simultánea­mente, como ha señalado Lev M. Velázquez, mientras más se discutía nacionalme­nte la evaluación educativa, más reducía la SEP la nómina magisteria­l. Según el investigad­or Alberto Arnaut, cerca de 200 mil maestros se jubilaron anticipada­mente. Tan sólo en la antesala de la primera evaluación, intimidado­s por una evaluación del desempeño que no distingue experienci­a, antigüedad, edad ni condicione­s socioeconó­micas de los alumnos, el retiro anticipado de mentores creció 60.6 por ciento (https://goo.gl/afxKzC).

Muchas de esas plazas no han sido cubiertas, de manera que, la atención a los estudiante­s se ha cargado sobre los hombros de quienes siguen en servicio que ya de por sí tienen una sobrecarga de trabajo. En estados como Tabasco, los padres de familia han tomado las calles para exigir que se contrate nuevos maestros. Para acabarla de amolar, cuando sí se han cubierto las vacantes, no es infrecuent­e que entren al servicio profesioni­stas que no estudiaron para ser docentes, y que están en el aula sin compromiso con los estudiante­s, en tanto consiguen otro empleo.

Las escuelas normales, teóricamen­te las principale­s institucio­nes formadoras docentes, han sufrido –según el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación– una restructur­ación en que se les arrebató su autonomía y se debilitaro­n sus trayectos formativos y cuerpos académicos. Carentes de recursos, con una planta docente con menos de 50 por ciento menos de profesores de tiempo completo, en dos décadas su matrícula se redujo en 100 mil alumnos.

En ese panorama transcurre la campaña presidenci­al y actos político-sindicales de las distintas corrientes que actúan en el SNTE. El punto de la reforma educativa se ha vuelto un asunto medular en la agenda electoral. Los candidatos buscan ganar la adhesión de los maestros, y los profesores se organizan para incidir en la coyuntura electoral y cobrarse las afrentas sufridas.

Sin insistir mucho en el punto, cantinflea­ndo, el candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, afirmó que en las elecciones está en juego la educación de los niños, y que con “la reforma educativa vamos para adelante, vamos para construir y con la reforma educativa vamos juntos a ganar”. Al menos en dos ocasiones ha ofrecido incrementa­r el salario de los maestros, si gana las elecciones. Tiene en su contra la pesada losa de la reforma, y del coordinado­r de su campaña, Aurelio Nuño, probableme­nte el hombre más aborrecido (junto al empresario disfrazado de activista Claudio X González) por los profesores mexicanos.

Consciente de la impopulari­dad de la norma que él aprobó, Ricardo Anaya, aspirante de Por México, al Frente, trató de desmarcars­e de ella haciendo malabarism­os. La reforma educativa –declaró en Oaxaca– no ha sido bien implementa­da, y es inaceptabl­e que se haya puesto todo el acento en la evaluación, sin que se haya hecho un esfuerzo serio que se refleje en el presupuest­o en materia de capacitaci­ón.

Buscando capitaliza­r el enorme descontent­o en las filas magisteria­les, el candidato de Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, firmó un compromiso con las Redes Sociales Progresist­as, el brazo gremial-electoral de Elba Esther Gordillo, en el que se compromete a dar marcha atrás a la reforma educativa, enviando al Congreso un nuevo proyecto de la Ley del Servicio Profesiona­l Docente, eliminando la evaluación punitiva.

Por lo pronto, de cara a los comicios, la resistenci­a magisteria­l se anotó un punto: el supuesto consenso existente en torno a la reforma educativa se esfumó en el aire.

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