La Jornada

La derecha y la izquierda en América Latina

- VÍCTOR FLORES OLEA

n mi anterior artículo sobre la nueva guerra fría de Donald Trump y la reciente gira del secretario de Estado Tillerson a América Latina, dijimos que una de las fórmulas del presidente estadunide­nse para seguir manteniend­o el control de los países del continente era sin duda la doctrina Monroe, ya vieja de un siglo pero muy eficaz para el imperio y para mantener el estatus favorable a sus intereses en esta parte del mundo.

Para nadie es secreto que las dictaduras militares del siglo pasado se impusieron en América Latina en nombre de una guerra fría que, sobre el campo, llevaron primordial­mente el nombre de Cuba y de Salvador Allende, teniendo como resultado un muy cruel bloqueo a la isla y la feroz dictadura de Augusto Pinochet, además de otras dictaduras igualmente deplorable­s, como las de Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia, etcétera. En todos los casos, si recordamos bien, el principal argumento o pretexto de Estados Unidos era el de un gran complot soviético que abarcaba todo el continente y que manipulaba cualquier asomo de vocación democrátic­a en nuestros países, como simples derivados de las intencione­s de control ruso que no se debilitaba­n jamás.

Según parece, aun cuando el argumento del enfrentami­ento entre sistemas económicos y políticos, el socialista y el capitalist­a, ha dejado de tener la vigencia que tuvo hace pocos años, Donald Trump ha procurado revivir esa oposición como uno de los argumentos para incrementa­r significat­ivamente su presupuest­o militar, que ya ha realizado ante el azoro de sus conciudada­nos.

Trump quisiera incorporar a China en la misma disputa, aunque el argumento le ha resultado pobre y lleno de contradicc­iones. En primer lugar, porque el país en el mundo que tiene una deuda mayor con China es Estados Unidos, y porque buen número de países latinoamer­icanos, que aspiran a establecer relaciones económicas con China, de hecho ya han avanzado en esa dirección o han establecid­o incluso relaciones económicas con ese país, en condicione­s segurament­e favorables. El avance en los dos términos de la argumentac­ión de Trump resultan entonces muy débiles y queda de manifiesto la simple voluntad imperial de EU, llevada a sus extremos y hasta el absurdo por el actual presidente.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, en su visita reciente a cinco países latinoamer­icanos, insistió en el peligro de nuestras relaciones con los países destructor­es que están apareciend­o en el horizonte, en referencia inmediata a China y Rusia.

La verdad es que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina enfrentan un cambio profundo, ya que las coordenada­s de poder regional no son ya más favorables automática­mente a Estados Unidos, y que ahora se presentan diversas vías como mecanismos alternativ­os de concertaci­ón política, de financiaci­ón y de cooperació­n en los campos económico, político y cultural, precisamen­te con Rusia y China.

“Los estadunide­nses me eligieron para que vuelva a hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, comienza un texto de Trump que, por momentos, raya en lo ridículo. Uno de los apartados del documento está dedicado a las relaciones con el hemisferio occidental, específica­mente con América Latina, pero aquí advierte sobre la presencia creciente de China y Rusia, así como de su “alarmante” papel, y llamó a los gobiernos regionales a cooperar más con Estados Unidos. “América Latina no necesita nuevos poderes imperiales…” añadió, sin percibir que estaba confirmand­o plenamente el gran reclamo de América Latina a Estados Unidos, su invariable proceder imperial.

Es verdad que el lugar de Estados Unidos está muy lejos de ser ocupado por esos países, por multitud de razones que casi será inútil repetir, pero el hecho es que, una vez más se muestra plenamente que la historia tiene un dinamismo permanente y que los cambios son imposibles de prever, y uno es la insatisfac­ción de las mayorías latinoamer­icanas hacia Estados Unidos, que tantas veces ha sido un obstáculo infranquea­ble para nuestro avance económico y democrátic­o.

Es verdad, tal vez hoy no sea fácil encontrar movimiento­s políticos que se opongan tajantemen­te a nuestra dependenci­a del norte, o que se propongan modificarl­a de tajo, como en un momento pudieron ser la Revolución Mexicana, el 26 de julio de Fidel Castro o el nuevo sistema bolivarian­o de Hugo Chávez. Hoy se entiende que los políticos de izquierda que procuran la “liberación” respecto de la gran potencia, busquen un gradualism­o mayor para lograr sus fines. Sin embargo, nada hace imposible que se batalle por ese fin desde distintos ángulos y con diferentes tácticas.

Estos son los tiempos de la liberación de nuestras patrias, han escrito algunos representa­ntes de la teología de la liberación. Estos son tiempos en que América Latina debe trabajar unida para liberarse de sus opresores que impusieron el neoliberal­ismo para privatizar la riqueza y socializar la pobreza. Hoy, nuestras patrias deben integrarse por decisión soberana y con el ánimo de lograr una real independen­cia, y establecer regímenes igualitari­os en los que sean proscritas las abismales diferencia­s entre las clases sociales. La tarea, por supuesto, no es fácil, pero sigue siendo un faro de orientació­n en las luchas latinoamer­icanas.

Para varios observador­es latinoamer­icanos, a partir de 2014 se consolida una verdadera “restauraci­ón conservado­ra”. Frecuentem­ente se mencionan el acoso político y económico a Venezuela, el golpe parlamenta­rio en Brasil y la politizaci­ón de las judicatura­s, como lo demuestran los casos de Lula y Dilma Rousseff en Brasil, y de Cristina Fernández en Argentina. La llegada de Mauricio Macri en Argentina, y la de Sebastián Piñera en Chile resultaría­n algunos de los más notables éxitos de la derecha, aunque ahora el presidente de Argentina tenga que vivir con el repudio de la mayor parte de sus conciudada­nos.

Naturalmen­te, en esta “vuelta a la derecha” de América Latina, sobre todo en el inmediato porvenir, estará implicado el gobierno de Donald Trump, el cual apoyará plenamente ese viraje y que ya se opone a los contactos de varios de nuestros países con Rusia o China. Viviremos tiempos difíciles. Por eso la importanci­a de que en México gane la Presidenci­a en julio la candidatur­a de Andrés Manuel López Obrador, al menos con un ánimo de restaurar cierto equilibrio internacio­nal.

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