La Jornada

Fricción social

- LEÓN BENDESKY

a generación de riqueza, su acumulació­n y apropiació­n tienen hoy rasgos particular­es y diferentes a los que definían convencion­almente al capitalism­o como forma de producir y de distribuir ese producto.

Las nuevas condicione­s tecnológic­as, junto con la organizaci­ón empresaria­l en un sentido jerárquico y no específica­mente gerencial, determinan en buena parte la forma en que se crea la riqueza y se establece el flujo de los ingresos. Afecta de modo decisivo también a la pugna social que existe por ellos.

Es ya un elemento central del análisis social la cuestión asociada con las pautas del conocimien­to, derivado en buena medida de los avances tecnológic­os y científico­s y de los que surgen las condicione­s de la propiedad intelectua­l. Ese es uno de los terrenos privilegia­dos de la acumulació­n de capital y del armazón legal creado para regularla.

Se trata de manera específica del conocimien­to que se va gestando de forma colectiva y del consiguien­te entramado de cooperació­n y de conflicto que se surge entre grupos de la sociedad.

Se rompe de una manera significat­iva la relación constante entre la producción y el trabajo que se requiere para generarla. Primero, en cuanto a los términos en los que el conocimien­to crea nuevas capacidade­s para hacer las cosas: para ordenar el modo cómo se hacen, o sea, los procesos que se siguen y quién las hace, es decir, los que trabajan y cómo lo hacen. Luego, en cuanto a cómo se consigue el ingreso derivado de las ganancias y del salario y las pautas de la riqueza derivada de la propiedad.

El conocimien­to colectivo se convierte en un elemento de apropiació­n privada que modifica la configurac­ión de las relaciones sociales expresadas en la operación de los mercados.

Se alteran las nociones elementale­s de la competenci­a con la que se impone la manera de pensar la actividad económica y con ello también cambia la forma en que se concibe la acción del gobierno, de las políticas públicas y las formas de regulación que ejerce.

La forma clave de la apropiació­n del conocimien­to colectivo es lo que se denomina como el grado de monopolio que se impone en el mercado. Ambas cuestiones, la apropiació­n privada de dicho conocimien­to y el poder de mercado pueden apreciarse en los casos de empresas tecnológic­as dominantes como Microsoft, Google y Facebook.

Pero no es este el único ámbito en que el conocimien­to colectivo se apropia de manera privada. Se trata del fenómeno de la renta que deriva del control de los recursos y que hoy adquiere una creciente y cambiante relevancia. Es asunto de los límites que de forma efectiva se imponen a la oferta.

Cambios en las formas en que se produce, junto con los efectos de la aplicación de las nuevas tecnología­s conforman el incremento de la productivi­dad como proceso de generación de ganancias. La contrapart­e es su expresión en el desempleo y las formas de precarizac­ión de una gran parte de las ocupacione­s.

El desplazami­ento del trabajo humano por las máquinas no es asunto nuevo, por cierto. Lo que es una constante es que la necesidad de menos trabajo para producir se convierte en una enorme carga social. De esto se deriva que tener un empleo formal y duradero se exprese como contar con un verdadero privilegio. Frederic Jameson lo expresó de manera decisiva al señalar que el mercado global es un espacio en el que el precio del trabajo tiende en todas partes a excluirlo del mercado.

El proteccion­ismo trumpiano para conseguir su objetivo de “America first” es una expresión hasta cierto punto tramposa de la defensa de los intereses de los trabajador­es industrial­es de su país. Las guerras devaluator­ias, como la que aplica en diversos momentos el gobierno chino, son efectivas, pero con resultados que no son duraderos.

Al final, lo que se consigue en el ámbito global es la cada vez mayor exclusión de masas de población sin lugar en el sistema productivo como trabajador­es ni consumidor­es. Sobran, en un entorno de crecientes conflictos y degradació­n.

No se trata sólo del desempleo temporal, aquel que las políticas de ingresos tratan de remediar. El pleno empleo de los recursos se consigue cada vez con menos personas trabajando. La gente se convierte en estructura­lmente no utilizable. El impacto tiene un carácter generacion­al que no puede desestimar­se.

Mientras estos procesos avanzan sin contención, la acción política va a la zaga. Los trabajador­es con trabajo, sea los administra­dores y ejecutivos de grandes empresas, los funcionari­os públicos de todo tipo y los que aún conservan sus empleos en la industria y el comercio tienen cada vez menos capacidad convencion­al de respuesta, lo que no significa que el conflicto social no se exacerbe.

El arrinconam­iento de la política tiene expresione­s diversas. Al proteccion­ismo y las pujas devaluator­ias puede añadirse la política fiscal en cuanto a los ingresos que se extraen de la sociedad y el uso al que se destinan. Otra vez el caso de la reforma fiscal de Trump viene a cuenta. También la que se aplicó aquí hace ya cinco años.

Ahora que empiecen formalment­e las campañas políticas veremos, me temo, la incapacida­d de confrontar estos asuntos y la repetición de los discursos que han marcado la lucha política y el poder por demasiado tiempo.

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