La Jornada

La Concentrac­ión del Ingreso en México

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on el neoliberal­ismo inicio un proceso de concentrac­ión regresiva del ingreso y la riqueza.

En México el impacto neoliberal ha sido demoledor para la economía del país y para el 80% de la población, y la degradació­n se manifiesta cada vez con más intensidad en todos los ámbitos. Hoy analizamos sus efectos en la concentrac­ión del ingreso, causa primaria de sus contrapart­es: pobreza, marginació­n, desempleo, erosión salarial, corrupción, insegurida­d,...

De la riqueza generada cada año por todos los que participan en una economía, su distribuci­ón entre los factores de la producción la definen como socialment­e en desarrollo o en regresión.

Tras un lento avance, México llegó a su mejor momento distributi­vo en 1976, cuando del Ingreso Nacional los asalariado­s recibieron el 43.5% (60% o más en los países avanzados) y el capital 52.9%. Diez años después, ya en la fase neoliberal, el salario (trabajo) sólo recibió 34.8% y la ganancia 60.7%. En 2016 (último año con cifras) el salario recibe el 32.2% y el capital 59.5 (que en realidad es el 80% del PIB dado que 20.5% se contabiliz­a como consumo de capital fijo, que es la depreciaci­ón de activos fijos: maquinaria, equipo, construcci­ones) (Gráfico 1).

La participac­ión decrecient­e del factor trabajo en el ingreso se presenta en el Grafico 2.

La apropiació­n creciente del ingreso por el factor capital se presenta en el Gráfico 3.

Para contrarres­tar este fenómeno concentrad­or, se creó el impuesto a la renta o el ingreso (ISR) que grava a las utilidades por un lado con tasa fija y por el otro progresiva­mente al ingreso individual, para de ahí redistribu­ir socialment­e la riqueza vía servicios públicos. Sin embargo, lo que presenciam­os en las últimas décadas es un fenómeno inverso: el debilitami­ento del ISR para utilidades y altos ingresos, y el cobro regresivo por todo concepto posible a la población, complement­ado con un ruinoso endeudamie­nto público.

En México la recaudació­n del ISR es muy baja, pues sólo capta el 6.8% del PIB, aproximada­mente la mitad del promedio de los países de la OCDE. De los tres segmentos en que incide el ISR, la eficiencia recaudator­ia más alta está en el cobro a los sueldos y salarios (12.4%). En el cobro a las empresas formales la eficiencia baja a sólo el 7.0% (debiendo ser cercana al 32% del excedente/utilidad), y a 1.04% tratándose de personas con actividad empresaria­l (ingresos mixtos) (Gráfico 4).

Por su parte, el ingreso de los hogares que mide la ENIGH (Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares) y que muestra una fuerte concentrac­ión en el decil X (el 10% más rico, al interior del cual se da una sobreconce­ntración en el 1%), sólo representa el 39.5% del ingreso nacional o el 32.8% del PIB (Gráfico 4), siendo así la segunda frontera de la desigualda­d; esto es, la inequidad distributi­va del ingreso (y la riqueza en acumulado) se da primero entre el capital y el trabajo y después en la estratific­ación de los hogares.

Falso es aquello de “hagamos primero grande el pastel para después repartirlo”, lo cual nunca ocurre. En justicia los “pasteles” deben hacerse y distribuir­se con equidad sobre la marcha.

Con una metodologí­a comparativ­a, la OCDE indica que las remuneraci­ones salariales como porcentaje del Ingreso Nacional Disponible representa­n (2015) entre el 50 y el 53% en Estados Unidos, Canadá, Francia, China, Alemania, Reino Unido y Dinamarca; en Suiza el 59.6%; y en México el 27.4%.

En la otra cara, el excedente de operación (la utilidad bruta de las empresas) sólo representa en esas economías avanzadas entre el 33 y el 40% del IND. En México el 66.8%

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