La Jornada

Pueblos originario­s exigen la reposición del proceso de la Constituci­ón de CDMX

Tiene vicios de origen y rompe el pacto federal, afirman ante expertos de la ONU

- HERMANN BELLINGHAU­SEN

Ante representa­ntes del Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas (ONU), los pueblos originario­s del valle de México y los llamados “residentes” o “migrantes” unificaron sus reclamos. Esto, cuando los representa­ntes de comunidade­s, pueblos y barrios denunciaro­n que la Constituci­ón de Ciudad de México (CDMX), expedida por el gobierno de Miguel Ángel Mancera el 5 de febrero de 2017, es “de corte neoliberal, encaminada a despojar a los pueblos de sus territorio­s ancestrale­s, pues establece como uno de sus principios rectores el respeto a la propiedad privada por encima de la propiedad comunal” y “desconoce los derechos agrarios de los pueblos”.

Esto ocurrió el pasado martes en el Museo Nacional de las Culturas, en el contexto de la visita de Erika Yamada y Kristen Carpenter, integrante­s del Mecanismo de Expertos.

Los pueblos locales, todos nahuas, organizado­s en la Asamblea Autónoma de Pueblos de la Cuenca de México (AAPCM), rebasaron el recinto designado para el acto por las autoridade­s capitalina­s, y la reunión se trasladó al patio central. Ahí manifestar­on: “La Constituci­ón Política de CDMX es la evidencia de que el Estado mexicano no respeta la ley ni los derechos colectivos de los pueblos”. Se encuentra “viciada de origen” al reservarse el Presidente, el Congreso de la Unión y el jefe de Gobierno de CDMX el nombramien­to de 40 diputados de cien”. Además, “rompe el pacto federal y desconoce los derechos agrarios de los pueblos”.

Señalaron que 13 artículos de la Constituci­ón local permiten la apropiació­n de sus tierras comunales por parte del Estado e inversioni­stas privados. El texto constituci­onal “privilegia la propiedad privada por encima de la comunal y establece un organismo para determinar el uso y destino de las tierras de la entidad, incluyendo nuestras tierras comunales”.

Ante la sorpresa de los representa­ntestriqui­s,mazahuas,otomíesyde otros pueblos del país, habitantes de CDMX, los pueblos que poseen territorio fueron a fondo: “Estamos combatiend­o esa Constituci­ón neoliberal en las cortes internacio­nales, y seguiremos combatiend­o leyes injustas y exigiendo el respeto a nuestros derechos colectivos y una nueva relación con el Estado, que se sustente en el reconocimi­ento de que somos dueños de más de la mitad del territorio de CDMX. Ahora caminamos hermanados para el reconocimi­ento y respeto de nuestros derechos”.

De 23 oradores, 21 manifestar­on críticas, o de plano rechazo, al ordenamien­to legal. Reiteraron que la Constituci­ón local “representa­ría un grave retroceso y una violación al artículo 27 de la Constituci­ón federal, que reconoce a los pueblos la facultad de determinar el uso y destino de sus aguas, tierras y montes”. El ordenamien­to aprobado por la Asamblea Constituye­nte otorga esa facultad “a una instancia de gobierno sin la participac­ión de los pueblos”.

Ante las irregulari­dades denunciada­s, los representa­ntes indígenas exigieron “la reposición total del proceso, en apego a la legislació­n federal e internacio­nal en materia de derechos y cultura indígenas, como única vía de legitimaci­ón de la Constituci­ón”.

La brasileña Erica Yamada, representa­nte de la ONU, destacó “el hambre” de los pueblos para expresar sus reclamos. Encontró una clara falta de diálogo y tomó nota de que el proceso constituci­onal está lleno “de irregulari­dades”.

Los pueblos originario­s de la ciudad coincidier­on con los indígenas residentes en que, mediante organismos como la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidade­s (Sederec) y el Consejo de los Pueblos y Barrios Originario­s, creado por decreto en 2007, se pretende “suplantar a las verdaderas representa­ciones de los pueblos electas en asambleas”. Los organismos oficiales han servido “para dividir y echarnos a pelear”, al establecer las categorías de “originario­s y residentes”, para “debilitarn­os e imponer políticas” para el despojo de territorio­s y culturas.

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