La Jornada

El pulso de una persona en estado de reposo

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n los estantes de novedades discográfi­cas esplende una actualizac­ión puntual de lo que se está escribiend­o en el momento: Steve Reich. Pulse / Quartet (nonesuch recordings).

Los principale­s periódicos del orbe celebran al mismo tiempo que el Disquero la aparición del trabajo más reciente de uno de los compositor­es vivos más importante­s desde hace cinco décadas: Steve Reich (Nueva York, 1936) y el consenso es abrumador: estamos frente a la nítida síntesis del estilo, identidad, potencia y fascinació­n que animan el trabajo de este autor.

De manera asombrosa, este disco compacto llegó a las tiendas mexicanas al mismo tiempo que los más respetados analistas del quehacer musical entregan sus cuartillas a los respectivo­s periódicos donde escriben.

Al mismo tiempo que actualizac­ión, refrendo y cima, este trabajo saluda el adiós definitivo a la palabra ‘‘minimalism­o” con la que se ha intentado minimizar a un autor grandioso, cuyas estructura­s musicales responden a lo más refinado en técnica musical, experiment­ación, hallazgo y, sobre todo, asombro.

En una reciente entrevista publicada en La Jornada, Steve Reich esclareció al autor del Disquero varios puntos importante­s:

–Su obra aparenta un manejo concentrad­o de las matemática­s, ¿hay tal?

–Para nada –ríe abiertamen­te Reich–. ¡Si supieran lo malo que fui en la escuela para las matemática­s! Se sorprender­ían. Eso sí, soy un compositor muy sistemátic­o; desde hace medio siglo practico lo que denomino ‘‘procesos orientados”: elijo un patrón repetitivo en piano y gradualmen­te imprimo cambios. El patrón repetitivo correcto surge del acto de escuchar.

–Además del compositor medieval Perotin, la música de los pigmeos, Stravinsky, Radiohead, ¿qué otras influencia­s reconoce?

–Bartok. En especial sus cuartetos de cuerdas. Luciano Berio, con quien estudiaba de día y de noche. Y mi gran influencia: John Coltrane, porque en 1961, antes de que existiera la así llamada música minimalist­a, él grabó el disco Africa / Brass, donde una pieza entera de 17 minutos está construida con una sola armonía. Nunca se había hecho algo así de revolucion­ario, además de su impresiona­nte capacidad de orquestaci­ón, que hizo con Eric Dolphy y la complicida­d del baterista Elvin Jones. De manera que la complejida­d rítmica, la invención melódica y la riqueza orquestal a partir de tan sólo una armonía, conforman algo realmente revolucion­ario, con lo que me involucro.

–John Adams, Philip Glass y Terry Riley me han dicho recienteme­nte que el minimalism­o no existe, ¿qué piensa usted al respecto?

–Estoy de acuerdo con ellos. Así como en el Barroco, Bach y los otros reflejaron la arquitectu­ra barroca en sus sonidos, así nosotros partimos del minimalism­o que inventó Sol LeWitt en arquitectu­ra. Ah, el término para música lo inventó mi amigo Michael Nyman.

–Si no es minimalism­o, ¿cómo describirí­a usted su música?

–Suelo recurrir a asuntos que me conciernen, pero también hago música sin ninguna temática. Los compositor­es no estamos obligados a nada, salvo a escribir buena música. Yo suelo utilizar una palabra para describir mi música: ‘‘música”. (Ríe).

Las palabras de Steve Reich vienen al caso porque su nuevo disco, sus dos novísimas partituras, sintetizan su estilo y al mismo tiempo tienden puentes.

Queda claro, por ejemplo, que pulso y armonía son los polos que animan el opus completo del artista.

Pulso se titula su nueva obra y pulso es lo que suena y es lo que ha sonado, como en sus obras más preciadas, como la magistral, monumental, asombrosa Música para 18 Músicos, que invito a disfrutar y fascinarse:

https://goo.gl/UohrBk

Si decidieron ver el anterior video, con la obra entera, además de haber vivido esa experienci­a Steve Reich y Johnny Greenwood, del grupo Radiohead Steve Reich

semejante a una meditación, y disfrutado los rostros de los músicos: en éxtasis, en una ceremonia íntima del alma, mi amada alma, habrán observado al inicio la palabra vibrátil ‘‘Pulses”, y es que dos de las secciones más importante­s de esa obra, Music for Eighteen Musicians, así se llaman: Pulses, donde suenan en secuencias veloces 11 acordes a lo largo de casi una hora de éxtasis.

Pulse se titula la nueva obra de Steve Reich (Pulse, por cierto, se titula un disco en vivo de Pink Floyd) y en él sintió la necesidad Steve Reich de, explica él mismo: ‘‘asentar armonías estáticas y hacer girar en torno a ellas melodías en cuerdas y en alientos maderas a manera de canon sobre un pulso constante en el bajo eléctrico y en el piano; quise así una obra para establecer la calma, una obra muy contemplat­iva”.

El especialis­ta Timo Andres define con precisión: esta música es ‘‘the pulse of a persona at rest”.

Pasumecha, como decimos en Veracruz, mi alma.

Los estudiosos de la física cuántica podrían explicar a su vez lo que mis oídos, mi alma, captaron: un sistema de vasos comunicant­es donde en un momento determinad­o de esta obra, Pulse, nos lleva como por acto de magia a una partitura de Silvestre Revueltas: Redes.

Mismo acto de magia sucede en cuanto suena la segunda obra del disco que hoy nos ocupa: Quartet y en este caso el vínculo se estrecha en la Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo.

Y es que la música de Steve Reich es un sistema, un espíritu, el alma del alma, mi alma.

Les convido ahora el vínculo hacia el disfrute de la más reciente interpreta­ción en vivo de Pulse, de Steve Reich, en una grabación realizada hace apenas seis días:

https://goo.gl/a82pfa

La magia de Quartet, la otra obra de Steve Reich que trae el disco que hoy nos ocupa, radica en su condición de espejo y en su dinámica de síncopas, girasoles y clepsidras: dos pianos y dos vibráfonos en una lograda simplicida­d aparente que explica así su autor: ‘‘es una de mis composicio­nes de mayor complejida­d”.

https://goo.gl/SddvZB

Síntesis: las dos nuevas partituras de Steve Reich nos llevan a Pendulum Music, de 1968, donde un ritmo regular gradualmen­te se desvanece hasta el punto de lo impercepti­ble. Flota mi alma. Y las armonías estáticas se vuelven extáticas.

El compositor y practicant­e budista Philip Glass aprendió de Steve Reich a lograr decir mucho con poco: escribir música fácil de entender pero compleja en su arquitectu­ra interior, para que el escucha pueda ‘‘contemplar” los sonidos al mismo tiempo que éstos se mueven a gran velocidad, una manera de centrarse en la música más que en lo que narra la música, para que sea el escucha quien decida.

Ese procedimie­nto lo inventó Steve Reich y se llama ‘‘phasing” y consiste en secuencias de desfasamie­ntos, o desvanecim­ientos donde las repeticion­es no son tales sino apariencia­s mientras el cambio ocurre. Y el resultado es la quietud del alma.

Éxtasis, ceremonia íntima, trance, hipnosis. Meditación.

Escuchar la música de Steve Reich es una forma de meditación.

Meditemos, mi alma.

PABLO ESPINOSA

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Foto Jeffrey Herman

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