La Jornada

“México, sí hay vida después del TLCAN”

- SIMÓN LEVY-DABBAH

unca pensé ver convertida­s de manera tan rápida las prediccion­es de Toffler ni tan dramáticam­ente retratada la la realidad de Lipovetsky. Me formé en universida­des públicas y privadas de México y del mundo; he vivido en más de 10 ciudades en 20 años. Crecí en el auge unipolar del capitalism­o y mi pensamient­o se impactó por la filosofía del socialismo con caracterís­ticas chinas.

Soy testigo de una generación que vio las promesas incumplida­s del neoliberal­ismo. La supuesta estabilida­d de mediano plazo nos terminó llevando a un estancamie­nto peligroso de profundas desigualda­des.

Ahora, estamos siendo testigos del regreso del proteccion­ismo de países supuestame­nte industrial­izados como Estados Unidos y la nueva guerra de aranceles (sobre todo al acero) ¿pero esto es solamente temporal? ¿Se irá con Trump? definitiva­mente no: está habiendo una profunda crisis del modelo económico.

La economía de la intermedia­ción, donde un sistema basado en la importació­n de insumos para exportarlo­s ya procesados, nos convirtió –como llevo diciéndolo durante más de 15 años– en una servidumbr­e de paso.

Sí, es cierto que los productore­s intermedio­s representa­n 30 por ciento del comercio mundial de manufactur­as y 25 por ciento del comercio total (Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Unctad); es cierto también que hemos vivido primordial­mente en un comercio fabril. Pero también es cierto que el comercio intramulti­nacionales (que se importan y exportan a sí mismas) equivale a 30 por ciento de la actividad mundial (Unctad) y que son responsabl­es de 50 por ciento de las exportacio­nes a Estados Unidos. También es cierto que 93 por ciento de su actividad es para ensamblar partes cuyo destino final es el país norteameri­cano para un objetivo fundamenta­l: el hiperconsu­mo.

Estados Unidos y Europa crearon un sistema neocolonia­l de desarrollo que hoy irónicamen­te están padeciendo por la estela de países que, considerad­os alguna vez como subdesarro­llados, supieron aprovechar las circunstan­cias para escalar estadios sociales y transforma­rse en países emergentes.

Entonces la oferta de países de manufactur­a primaria de hace 40 años, se transformó en oferta de bienes de valor, de bienes y técnicas intangible­s. En realidad, lo que hoy está pasando en el mundo es que los países que solamente tenían que dedicarse a las manufactur­as primarias por la especializ­ación del comercio internacio­nal, se empezaron a volver competidor­es de los países desarrolla­dos de una manera más veloz y más audaz. Por eso entró en crisis el modelo de comercio capitalist­a.

La subcontrat­ación de la industria maquilador­a no creó el capital humano especializ­ado en México y los excedentes de inversión que tanto presumió Jaime Serra Puche que vendrían por nuestra abundante mano de obra barata terminaron en un sueño temporal del club de negocios neoliberal. El capital se fue a donde se maximizó la producción, porque no entendiero­n que abaratar el trabajo no es lo que atrae inversión a largo plazo, sino la capacidad de crear ecosistema­s de competitiv­idad (ciudades vivibles que funcionan, regiones que crean y atraen talento).

Por eso, hoy, la reforma estructura­l más importante que tenemos en frente es la de cambiar el sistema económico en México. 2018 no es una elección presidenci­al, es un plebiscito de la continuida­d o la transforma­ción del régimen. Más de lo mismo resulta sólo un chascarril­lo cosmético.

Ahora que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) agoniza y que China se constituye como la potencia emergente del mundo, estoy convencido que las nuevas tendencias del comercio y la economía pasarán de la era de los tratados comerciale­s a una etapa de integració­n de valor compartida en ecosistema­s de afinidad industrial (ya no tratados entre países, sino acuerdos de producción entre municipios de talento para atraer stocks de habilidade­s técnicas y procesar datos para crear conocimien­to).

¿La razón? Hoy, mientras los aranceles de libre comercio prácticame­nte están abiertos y el comercio de bienes los transforma en commoditie­s, increíblem­ente las economías se van cerrando por barreras no arancelari­as.

Sin embargo, a lo único a lo que no se le puede poner un arancel o un impuesto es al conocimien­to o a la creativida­d.

Derribadas pues, las tarifas arancelari­as de bienes, los nuevos campeones del crecimient­o económico son las regiones y países que entienden que no se puede amurallar, sino atraer el conocimien­to.

Por ello, los nuevos convenios de cooperació­n comercial donde la energía, el campo, la tecnología aplicada y la industria de la transforma­ción crearán las nuevas tribus de países agrupados ya no en torno al comercio sino a la creación de valor.

El neoliberal­ismo mexicano terminó siendo un codependie­nte del TLCAN que no quiso entender nada sobre desarrollo comunitari­o, ni de economía colectiva.

El futuro cada vez es más rápido pero más corto. Mexicanos, nos llegó el turno de crear nuestra propia realidad, ya no importarla.

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