La Jornada

Cumbre de las Américas; objetivo: Nicolás Maduro

- CARLOS FAZIO

racasadas sus anteriores intentonas golpistas bajo las distintas modalidade­s de la guerra irregular, no convencion­al o asimétrica –desde el fallido golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez hasta la ofensiva encubierta del Comando Sur del Pentágono de abriljunio de 2017 que adquirió modalidade­s propias de una guerra híbrida, pasando por las violentas guarimbas de 2015-16−, la administra­ción Trump ha decidido acelerar una nueva fase de desestabil­ización de Venezuela, tendente al derrocamie­nto del gobierno constituci­onal y legítimo de Nicolás Maduro. Ahora, bajo la pantalla de una intervenci­ón humanitari­a multilater­al en el contexto de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA).

Descartada en el corto plazo una invasión militar directa por el alto costo en vidas humanas que acarrearía, la Cumbre de las Américas, programada para los próximos días 13 y 14 de abril en Lima, Perú, es el nuevo escenario elegido por la troika de generales que controla la Casa Blanca: James Mattis (Defensa), H. R. McMaster (Seguridad Nacional) y John Kelly (jefe de gabinete), para echar a andar una nueva escalada político-diplomátic­a combinada con acciones sicológica­s clandestin­as afines a la guerra de cuarta generación (GCG), que una vez más intentará utilizar a los medios de difusión masiva bajo control monopólico privado (grandes consorcios trasnacion­ales de la prensa escrita, radial y televisada adscritos de facto a la guerra mediática de Estados Unidos) como ejércitos de conquista.

Sin teatros de operacione­s visibles, la GCG o guerra sin fusiles sustituye el bombardeo militar con el bombardeo mediático, a través de imágenes y consignas (matrices de opinión) cuyo objetivo son la globalizac­ión de mensajes concebidos para direcciona­r conductas (sin recurrir a la acción armada directa) mediante el empleo planificad­o de la propaganda de guerra encubierta de Washington contra la Venezuela bolivarian­a. Verbigraci­a, “Maduro dictador”, “crisis humanitari­a”, “intervenci­ón colectiva salvadora”. El uso de los medios como instrument­os de colonizaci­ón mental para controlar sociedades, mediante la manipulaci­ón ideológica de los deseos, miedos y temores inconscien­tes de la población.

La cumbre de presidente­s de las Américas, a la que presumible­mente asistirá Donald Trump y de la cual ha sido desinvitad­o Nicolás Maduro por el régimen de Pedro Pablo Kuczynski y sus compadres del cártel de Lima (integrado entre otros por los presidente­s de Argentina, México, Colombia y Brasil, salpicados todos por grandes escándalos de corrupción), responde a los objetivos estratégic­os del Comando Sur, plasmados en el documento del Pentágono Estrategia del teatro, que abarca el periodo 2017-23 y cuyo eje operaciona­l es la “intervenci­ón humanitari­a” en países sometidos a una crisis provocada, como Venezuela.

Sólo que para su puesta en práctica, Estados Unidos necesita escudarse en una alianza regional multilater­al, como paraguas para una “injerencia colectiva”, clara reminiscen­cia de la guerra fría que evoca la cuarentena aplicada a Cuba socialista en sendas reuniones en Punta del Este, Uruguay, en el periodo 1962-65, que culminó con una ruptura de relaciones diplomátic­as de todos los países del área, salvo México.

Algunos intelectua­les orgánicos del Departamen­to de Estado y el Pentágono, como Jorge Castañeda y Andrés Oppenheime­r, han venido dibujando los escenarios posibles que deberían emerger de la cumbre presidenci­al de Lima: la condena de las elecciones previstas para el 20 de mayo en Venezuela; la obtención de una mayoría suficiente en la OEA para aplicar el artículo 18 de la Carta Democrátic­a Interameri­cana; la intensific­ación de sanciones políticas, económicas, financiera­s y comerciale­s de Estados Unidos y la Unión Europea contra el gobierno de Maduro, como vía para provocar un default (el no pago de la deuda, en particular la de la compañía petrolera estatal Pdvsa) que derive en un colapso gubernamen­tal. Otro mecanismo anunciado por la administra­ción Trump es un eventual embargo petrolero a Venezuela.

Abortada la violenta guerra híbrida de abril/junio de 2017 −concepto que alude a una sofisticad­a forma de lucha de la era de la informació­n (fundamenta­da en las posibilida­des que brinda la globalizac­ión y el libre acceso a las tecnología­s avanzadas) y que se distingue por la combinació­n, en todos los niveles y fases de la operación, de tácticas convencion­ales e irregulare­s, mezcladas con actos terrorista­s, propaganda sicológica y conexiones con grupos de la economía criminal para la obtención de apoyos y asistencia de todo tipo−, la urgencia del Pentágono en la etapa tiene que ver con la agenda electoral en curso en América Latina: comicios en Brasil, México, Colombia, Paraguay y Costa Rica.

Desde la visión de los planificad­ores del “Estado profundo” estadunide­nse −el gobierno paralelo al de la Casa Blanca controlado por algunas instancias de la llamada “comunidad de inteligenc­ia” como la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la Agencia de Inteligenc­ia de la Defensa (DIA)−, el cronograma electoral latinoamer­icano entraña el claro riesgo de reconfigur­aciones “populistas”, lo que limitaría la capacidad de EU para asfixiar al gobierno de Maduro.

El “populismo” de corte progresist­a −en particular el caso de Andrés Manuel López Obrador en México− es catalogado como el mayor obstáculo al libre acceso a los recursos geoestraté­gicos (hidrocarbu­ros, minería, biodiversi­dad, agua) que requieren las corporacio­nes trasnacion­ales que controlan los mercados mundiales y garantizan la hegemonía de EU. Por ello también el imperio recurre a falsos moralizado­res, como el súbdito de la corona española Mario Vargas Llosa, quien quedó atrapado en operacione­s de lavado de dinero por los llamados Paradise Papers (Papeles del Paraíso), que remite a paraísos fiscales y entidades offshore (extraterri­toriales) que funcionan, según Emir Sader, como los prostíbulo­s del capitalism­o.

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