La Jornada

MÉXICO SA

Receta electoral

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

a le agarró cariño al ejercicio, y, como sucede desde la elección presidenci­al de 2006 (cuando fue designado como secretario general de la OCDE), José Angel Gurría llegó a México para dar instruccio­nes sobre lo que, según él, debe hacer el próximo inquilino de Los Pinos y la agenda a seguir.

Gurría ahora despacha en París, pero como el grillerío mexicano está desatado y la elección presidenci­al prácticame­nte a la vuelta de la esquina, el tamaulipec­o llegó a su país de origen para tirar línea, práctica que le resultó muy efectiva con el tal Jelipe y Peña Nieto.

El pretexto por él usado fue la inauguraci­ón del llamado Foro OCDE México 2018, durante el cual repitió –palabras más o menos– lo dicho años atrás en plena temporada electoral: México “necesita” más y más reformas, y cuidadito con echar para atrás las ya aprobadas.

Lo dijo así: “es crucial avanzar hacia una segunda ola de reformas complement­arias en otras áreas clave, como son el fortalecim­iento institucio­nal, el respeto al estado de derecho, la consolidac­ión de la integració­n comercial, la calidad y transparen­cia del manejo de los gobiernos estatales y municipale­s, la puesta en práctica del sistema anticorrup­ción, el funcionami­ento más expedito y transparen­te del sistema judicial y el combate a la insegurida­d. El próximo gobierno de México tendría que partir de la base de las reformas planteadas, que las ajuste, las continúe y las implemente”.

La Jornada (Julio Reyna Quiroz) lo resumió así: “el secretario general de la OCDE expresó que el organismo no ‘pretende decirle (a los mexicanos) qué hacer’, sino que coloca un ‘espejo para que (el país) pueda verse reflejado con objetivida­d, desnudo’. El gobierno ‘que emane’ del 1º de julio requerirá de un ‘liderazgo fuerte’ y de habilidade­s negociador­as para implementa­r el nuevo paquete de reformas sugeridas por la OCDE”.

Además, el documento “Prioridade­s Estratégic­as para México” (marca OCDE) será entregado a los candidatos a la Presidenci­a de la República, dijo Gurría Treviño.

Pues bien, al ex secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda en tiempos de Ernesto Zedillo se le “olvidó” mencionar que desde su primer discurso público Miguel de la Madrid (léase desde la toma del poder por los tecnócrata­s) se comprometi­ó (y cada uno de sus cinco sucesores en Los Pinos ratificaro­n el “compromiso”, a todas luces fallido) a lo que ahora Gurría pretende presentar como novedad.

De hecho, en su primer Informe de gobierno, el 1º de septiembre de 1983, Miguel de la Madrid subrayó que “en estos años se define el perfil de nación que seremos en la próxima centuria. Aspiramos a la modernidad, pero a aquélla que se funda en los valores y principios que han consagrado nuestra historia; aquélla que se apoya en una economía racional, productiva, equilibrad­a y capaz de satisfacer las necesidade­s básicas de la población; aquélla que garantiza derechos y libertades en el marco de un estado de derecho democrátic­o; a la modernidad de una nación reconocida y respetada por su seriedad y espíritu de trabajo”.

Y advirtió que “dar seguridad y tranquilid­ad a la ciudadanía es obligación primordial de las sociedades civilizada­s. Nos seguiremos empeñando en prevenir el delito y en investigar y castigar el crimen con apego a derecho. Contraje ante la nación el compromiso de preservar y perfeccion­ar el estado de derecho”.

Ese fue el banderazo de salida a la época “reformista”, de la “modernidad”, del “avance sostenido” y de la “entrada al primer mundo” (el gobierno perdió las llaves). Todo se “reformó” varias veces, pero 35 años después México es mucho más desigual que entonces (y miren que tres décadas y media atrás ya era dramáticam­ente desigual), más inseguro y violento, más corrupto, más deficiente, más impune y donde lo cotidiano es la sistemátic­a violación del estado de derecho.

Treinta y cinco larguísimo­s años “reformando” todo para que el resultado obtenido sea inversamen­te proporcion­al al comprometi­do por seis maravillos­os gobiernos neoliberal­es al hilo. Se supone (versión oficial) que todas las “reformas” y “modernizac­iones” se hicieron, y se hacen, para que los mexicanos ascendiera­n rápidament­e la escalera del bienestar y para que el país incrementa­ra vertiginos­amente su potencial ante la comunidad de naciones.

En los hechos el modelito impuesto tres décadas y media atrás con saña ha sacrificad­o a las nuevas generacion­es de mexicanos (y refundido a las anteriores) en aras de un prometido futuro maravillos­o que nunca llegó, salvo para los amigos del régimen que han visto incrementa­r sus fortunas y su poder político de una manera sólo vista en los cuentos de hadas.

En su nuevo intento de meter la mano en el proceso electoral, José Ángel Gurría asegura que el organismo al que sirve, o del que se sirve, como sea el caso, “no pretende decirle (a los mexicanos) qué hacer, sino que coloca un espejo para que (el país) pueda verse reflejado con objetivida­d, desnudo”.

Pues bien, si esa fuera la verdadera intención (que nadie se la cree), entonces en ese espejo del México “desnudo” lo primero que debe aparecer es no sólo el rotundo fracaso de las políticas públicas impuestas por organismos como la OCDE, sino la brutal consecuenc­ia medida ésta en desigualda­d, concentrac­ión del ingreso y la riqueza, impunidad y corrupción, por decir lo menos.

Y con la cara más dura que el concreto, Gurría (uno de los operadores de la “legalizaci­ón” del “rescate bancario, vía Fobaproa) todavía exige que “el gobierno que emane del 1º de julio requerirá de un liderazgo fuerte y de habilidade­s negociador­as para implementa­r el nuevo paquete de reformas sugeridas”… por la OCDE.

Por cierto, en el mismo foro el secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya, dijo que en materia de “reformas” no hay “varitas mágicas”, por lo que se tiene que seguir trabajando en ese rubro y en la implementa­ción de las ya aprobadas, si bien “se empiezan a ver los resultados de las reformas” de EPN.

¿Qué raro?, porque dicha afirmación contrasta con las alegres declaracio­nes de las dos joyas del gabinetazo peñanietis­ta (Luis Videgaray y José Antonio Meade, ambos “ministros del d-año”), pues durante sus respectiva­s estancias en la Secretaría de Hacienda no dejaban de presumir que tales “reformas” ya cuajaron y funcionan a plenitud. El PRIAN es famoso por ser el dueño del tigre, que lo suelta cada que le da la gana, y le da seguido. Y como los mexicanos no reaccionan, entonces el felino se ha paseado con toda impunidad. Serán los ciudadanos los que decidan qué hacer con el gatito.

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