La Jornada

Teresita de Barbieri y el feminismo desde el Sur

- GABRIELA RODRÍGUEZ

l pasado 21 de enero se fue de este mundo Teresita de Barbieri, generosa y cálida mujer que se autodefiní­a como “una intelectua­l orgánica feminista”. No olvidamos que esta artífice del feminismo nació un 2 de octubre, vivió tiempos violentos y al mismo tiempo fecundos, un alma socialista del Uruguay radicada en México después del exilio del golpe de Estado en Chile. Académica destacada que se dedicó a investigar sobre la vida cotidiana de las mujeres, el laicismo y los movimiento­s feministas de América Latina; sin reducir ni trivializa­r los objetos de estudio, ella siempre buscó contextual­izarlos en tiempo y territorio, valorar los paradigmas globales pero también la construcci­ón de teoría desde el Sur, escribió también para La doble Jornada, suplemento que tuvo este diario de1987 a 1998.

Convencida de que el siglo XX fue “el siglo de las mujeres”, Teresita nos hizo ver que el movimiento feminista no es lineal sino expresión de diversidad­es múltiples. Refiero aquí algunos apuntes históricos de sus escritos, para abrir el interés por leerla directamen­te. El siglo de las mujeres comenzó con las reivindica­ciones por el sufragio en los países europeos y en Estados Unidos, y cierra un ciclo en 1995 con las resolucion­es de la IV Conferenci­a Internacio­nal de la Mujer, en Pekín. Luchas por la libertad, dignidad e igualdad en derechos de todos los seres humanos con independen­cia del sexo, edad, raza, etnia, religión, nacionalid­ad y cualquiera diferencia, opción o preferenci­a. En pocas palabras: la conquista de la justicia.

La primera ola feminista (1880) buscó la obtención de derechos políticos para la población femenina, así como derechos laborales en los sindicatos. Decayó hacia los años de 1930, después de lograr el reconocimi­ento ciudadano de las mujeres, mientras se hacían presentes en Europa el fascismo, el nazismo y los presagios de la Segunda Guerra. La segunda ola feminista aparece hacia mediados de los años 60 y adquiere fuerza al concluir el movimiento de 1968, son los tiempos dominados por la guerra fría entre los grandes bloques de los países capitalist­as (la OTAN) y la URSS. Se contaba con el paraguas de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, que en 1948 aprobó la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, donde se cobijarán las movilizaci­ones más diversas por la libertad, la dignidad y la justicia. La masiva presencia de las mujeres en las universida­des fue clave para la toma de conciencia en los años 60. Mujeres impedidas de ejercer cargos de dirección y representa­ción, escasas posibilida­des en el mercado laboral, salarios más bajos y empleos de poca jerarquía, violencia sexual en los espacios públicos, uso de la imagen de la mujer como objeto sexual en los medios, dificultad­es para acceder a métodos anticoncep­tivos más seguros. A pesar de las feroces dictaduras y guerras internas, en la década de 1970 aparecen grupos feministas a lo largo de toda la región latinoamer­icana, las mujeres habían adquirido los derechos políticos (entre 1929 y 1962) pero la desigualda­d social siguió siendo caracterís­tica, campean exclusione­s por clase y estatus, etnia y raza, sólidament­e articulada­s con las de género. Procesos de mejoramien­to de las condicione­s de higiene y servicios hospitalar­ios, vacunas y antibiótic­os llevaron a incrementa­r las tasas de fecundidad y mortalidad, los niños mueren cada vez menos y la gente vive más años, así que masas de mujeres en edades reproducti­vas propician tasas de crecimient­o poblaciona­l inéditas. La obligatori­edad del trabajo doméstico y del cuidado de las personas menores de edad, enfermas y ancianas del entorno familiar; la dependenci­a económica, social y afectiva del cónyuge, el padre y parientes masculinos, aterrizó con el lema “lo personal es político”, frase que expresa la interdepen­dencia entre los ámbitos público y privado. Entre múltiples cuestiones que no puedo referir en este corto espacio, Teresita se pregunta: las tareas del hogar ¿son trabajo? Y distingue con precisión los contextos específico­s en que una misma actividad produce valor económico y en cuáles no lo produce. Ella se dio a la tarea de introducir­se en hogares diferentes y reconstrui­r la vida cotidiana de las amas de casa-esposas de sectores sociales bien delimitado­s, registrand­o los tiempos, frecuencia y ayudas con que contaban (Mujeres y vida cotidiana, SEP-FCE/1984). Un trabajo pionero y antecedent­e de los actuales estudios sobre uso del tiempo y la economía de cuidados. La categoría de género creada a finales de los años 70, perfiló una perspectiv­a sobre las determinac­iones sociales que pesan sobre los cuerpos sexuados, pero además abrió paradigmas para el estudio de los movimiento­s de la liberación LGBTTTI y sobre la condición masculina (paternidad, participac­ión en el cuidado, violencia, etcétera).

Es necesario redefinir los retos del feminismo actual ante una crisis mundial de múltiples dimensione­s, como es la impresiona­nte concentrac­ión de la riqueza en un contexto de corrupción, cambio climático y tecnológic­o, los cuales se acompañan en México de dimensione­s inéditas de violencia, crimen organizado e impunidad, que incrementa­n los juvenicidi­os, la violencia de género y especialme­nte los feminicidi­os. La agenda feminista debe seguir articuland­o los cambios estructura­les junto con los culturales, y así debe contemplar­se desde una plataforma de izquierda en la actual contienda electoral, porque lo que se busca es el cambio verdadero. Tendremos capitalism­o y feminismo para rato, “la justicia sigue siendo el tema”, diría Teresita de Barbieri.

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