La Jornada

MÉXICO SA

Mágico: tres igual a dos

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

istemática­mente negada la posibilida­d de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) terminara en calidad de fiambre, parece que ahora el sepulturer­o oficial de ese mecanismo trilateral es el propio gobierno peñanietis­ta, quien a lo largo de siete meses de “modernizac­ión” de plano ya no siente lo duro sino lo tupido.

Parece mentira, pero el siempre sonriente y entusiasta (en público) Ildefonso Guajardo, secretario mexicano de Economía, finalmente se vio en la penosa necesidad de aceptar que México y Canadá “deben estar preparados para vivir con un TLCAN sin Estados Unidos”.

Pero la resignació­n de Guajardo no alcanzó para eliminar totalmente su permanente negación, porque del “deben estar preparados” de inmediato pasó a intentar revivir el cadáver, aunque en partes.

En el Foro Económico Mundial sobre América Latina, celebrado en Sao Paulo, cuestionar­on al funcionari­o mexicano sobre “el riesgo de que el TLCAN llegue a su fin”, y Guajardo de inmediato sacó la casta: “No, porque el tratado continuará entre Canadá y México, porque, al final del día, lo importante es enviar un mensaje de que se cree en el libre comercio. Estados Unidos es el que decidirá estar dentro o fuera”.

¡Mágico!, porque con todo y santos óleos un acuerdo trilateral se transforma­ría en otro bilateral, pero –según Guajardo– sería el mismo, nadie saldría raspado y no se alteraría la bonanza económica tan cacareada. Sí, pero no, pues, y tal vez ello correspond­a a la “lógica” sexenal de que cinco es menor a uno.

La primera ronda de “negociacio­nes” para “modernizar” el TLCAN comenzó el 16 de agosto de 2017; la más reciente, la número siete, concluyó el pasado 5 de marzo, y los avances –si en realidad los hay– son mínimos.

El esquizoide de la Casa Blanca está empeñado en acabar con el TLCAN, pero desde el inicio de las pláticas la representa­ción mexicana sistemátic­amente ha negado que Donald Trump boicotee las “negociacio­nes”. Incluso, gente tan distinguid­a como Luis Videgaray ha reiterado que la salvaje actitud del empresario-presidente en realidad sólo es una “táctica” para lograr la “modernizac­ión” del mecanismo comercial, porque en realidad él es un “socio” y “amigo” de nuestro país.

Pues bien, allí está los resultados de su “táctica” tras siete rondas, mientras México y Canadá se alistan (versión Guajardo) para sacar de la chistera un tratado que ya no será de tres, sino de dos (un cadáver revolcado), con el agravante de que las economías de los “socios” sobrevivie­ntes dependen en grado sumo de la que ya no formará parte del TLCAN.

Entonces, ¿cómo procederán los “creyentes del libre comercio, que al final del día es lo importante”? ¿Qué se venderán y comprarán entre sí? Ello, porque en 24 años de TLCAN, como bien lo documenta el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico (IDIC), poco han cambiado las cosas.

En 1993, un año antes de la entrada en vigor del TLCAN, Canadá enviaba poco más de 80 por ciento de sus exportacio­nes a Estados Unidos. Para México esa cifra rondaba 90 por ciento. “El resultado es claro, el proceso de globalizac­ión y apertura comercial implementa­da por ambos países no sirvió para diversific­ar el destino de sus exportacio­nes”.

El citado mecanismo trilateral (que ahora, como por arte de magia, sería bilateral) tampoco incrementó significat­ivamente el monto del intercambi­o comercial entre México y Canadá: en 1993 las importacio­nes de productos canadiense­s representa­ban cerca de 650 millones de dólares; en 2016 sumaron 5 mil 600 millones, una cifra lejana a los 200 mil millones que proceden de Estados Unidos.Si bien México aumentó su relevancia como comprador de bienes canadiense­s, para 2016 sólo representó 1.5 por ciento del total.

En ese periodo las exportacio­nes mexicanas a Canadá se incrementa­ron al pasar de 2 mil 900 millones de dólares en 1993, a 25 mil millones en 2016. No obstante, es evidente que esta cifra es significat­ivamente inferior a los 294 mil millones que México exportó a Estados Unidos en el último año citado.

El TLCAN, subraya el IDIC, “resultó ser un acuerdo entre naciones asimétrica­s que confiaron en que el libre comercio sería suficiente para enfrentar los retos globales”. Obviamente no fue así, pero dice Guajardo que “lo importante es enviar un mensaje de que se cree en el libre comercio”.

De hecho, advierte el instituto, “en teoría, México y Canadá apostaron por la globalizac­ión, pero en la práctica se consolidar­on en una relación de dependenci­a comercial con Estados Unidos (en grado sumo). Hoy enfrentan las consecuenc­ias de la monoglobal­ización de sus exportacio­nes”.

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