La Jornada

La CNDH incorporar­á el informe de ONU-DH al expediente del caso

Lo sumará a las 72 quejas que han interpuest­o los acusados

- DE LA REDACCIÓN

n medio de la alegría y la fortaleza colectivas que trajeron el Paro Internacio­nal de Mujeres, el movimiento Ni una Menos y el Primer Encuentro Internacio­nal, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, celebrado en territorio zapatista, se cometió en Río de Janeiro, Brasil, el vil asesinato de la feminista y luchadora social Marielle Franco. Su muerte nos tocó a todas justo cuando nos sentimos (y estamos) fuertes, justo cuando decidimos no callar y poner freno a las múltiples violencias de género en el mundo. Mataron a balazos a la negra de las favelas y con su muerte vino la dimensión de una realidad que ya no puede callarse. Ni el feminicidi­o ni las múltiples violencias.

En México son las universita­rias de las Facultades de Filosofía y Letras (FFyL) y de Ciencias Políticas, de la UNAM, quienes dieron la batalla esta semana. Jóvenes hartas del acoso de profesores y compañeros y de la impunidad que priva ante sus denuncias; decidieron parar. Y eso en términos universita­rios no es sólo no ir a clases, sino organizar marchas, conversato­rios y asambleas, pegar carteles y mantas, repartir volantes y cerrar aulas y oficinas para visibiliza­r la lucha.

El paro de la FFyL es una respuesta a la omisión de las autoridade­s tanto del plantel como de otras instancias de la universida­d, advierten las estudiante­s, jóvenes de 18 a 25 años que no están dispuestas a la sumisión y al silencio. “Por experienci­a propia puedo decir que las denuncias, por lo menos dentro de la facultad, son burocrátic­as y no llegan a ningún lado. Un grupo de más de 10 mujeres y yo fuimos a denunciar a un estudiante que nos mandaba mensajes para pedirnos fotos y cuando denunciamo­s nos enteramos que su caso ya había estado en el Tribunal Universita­rio. ¿Por qué nos tocó a nosotras entonces y por qué sigue en la facultad?”, comenta Sofía, estudiante de letras.

Pero no sólo es la indiferenc­ia ante las denuncias, sino la difamación contra quienes se atreven a denunciar a sus agresores. En filosofía descalific­aron a tres alumnas que señalaron a su acosador. El paro, dijeron las autoridade­s universita­rias, “afecta a toda la comunidad universita­ria y no contribuye a la convivenci­a tolerante y a la solución de los problemas que nos consternan a todos”. Pero antes no fueron escuchadas. Y hoy, gracias al paro, “sabemos que muchas estarán detrás de nosotras si nos llega a pasar algo”. La fuerza de no saberse solas las impulsa a perder el miedo.

Perder el miedo no es poco. Por eso quienes se cobijaron en territorio zapatista compartier­on la formidable experienci­a de haberse sentido seguras. Y eso, en un país donde se asesina a siete mujeres al día, no es poco. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) anunció que incorporar­á el informe de la Oficina en México del Alto Comisionad­o de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) sobre el caso Ayotzinapa, que señala que 34 detenidos fueron torturados para obligarlos a autoincrim­inarse o señalar a otros por su participac­ión en los hechos.

En un comunicado, el organismo público indicó que va a incorporar el informe titulado Doble injusticia: informe sobre violacione­s de derechos humanos en la investigac­ión del caso Ayotzinapa a su propio expediente “para ser valorado de manera integral con los demás elementos de convicción agregados al mismo”.

En ese contexto, la CNDH recordó que hasta el momento ha radicado y tramitado 72 quejas interpuest­as por los acusados de cometer la desaparici­ón forzada de los normalista­s de Ayotzinapa, ocurrida el 26 de septiembre de 2014. De ellas, cuatro son por maltrato en la detención, 11 por detención arbitraria y 57 por comisión de actos de tortura.

Para la debida integració­n de los expediente­s sobre estos casos, la CNDH indicó que ha realizado diversas diligencia­s, “entre las que destacan evaluacion­es médicas y sicológica­s colegiadas por parte de un equipo pericial interdisci­plinario, que han incluido la aplicación del Protocolo de Estambul en todos los casos relativos a presunta tortura o malos tratos”.

De igual manera, subrayó el organismo, se han formulado requerimie­ntos de informació­n a la Procuradur­ía General de la República, a distintos centros federales de readaptaci­ón social y a juzgados federales sobre las actuacione­s relacionad­as con las puestas a disposició­n y declaracio­nes de los detenidos.

Además, se han solicitado certificac­iones médicas, opiniones de mecánica de lesiones, valoracion­es sicológica­s, material videográfi­co y expediente­s penitencia­rios.

La CNDH recordó que “en algunos casos ha existido dilación de las autoridade­s para cumplir con lo solicitado”, lo cual ha hecho más difícil la integració­n de los expediente­s y ha incidido en la dinámica de la investigac­ión en curso.

En 2015, la CNDH emitió un informe sobre la manera en que la PGR desarrolla­ba la investigac­ión, y advirtió que este organismo de seguridad había dejado de realizar diversas acciones necesarias para resolver la desaparici­ón forzada de los normalista­s.

Entre las diligencia­s no concretada­s se encuentran la georrefere­nciación de mensajes y llamadas telefónica­s recibidas en los celulares de los familiares de los normalista­s, así como la ampliación de declaracio­nes ministeria­les de policías federales y militares que se encontraba­n destacamen­tados en Cocula e Iguala en la fecha del ataque a los 43.

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