La Jornada

La reforma laboral en zona de turbulenci­a

- ARTURO ALCALDE JUSTINIANI

l trabajo legislativ­o que se realiza en el Senado, para modificar la Ley Federal del Trabajo y, de esta manera, reglamenta­r la reforma constituci­onal de hace un año, enfrenta una serie de obstáculos y riesgos que se verán incrementa­dos si el gobierno pretende acelerar su aprobación sin consenso y debida instrument­ación. La clave para superar estos escollos está en ser congruente con la Constituci­ón y no caer en el juego de aquellos intereses que impulsan una regresión, pretendien­do volver a un sistema de justicia ineficient­e y parcial y a una contrataci­ón colectiva en manos del patrón, teniendo como entorno la corrupción y la simulación.

Actualment­e, por lo menos son cinco los factores que condiciona­n la reforma. El primero, es el conflicto político que el gobierno federal ha trazado contra el PAN, lo cual rompe temporalme­nte con la alianza que en estos temas mantenían, respondien­do esencialme­nte a las peticiones empresaria­les.

Un segundo elemento se relaciona con el contenido de la iniciativa de ley presentada el siete de diciembre pasado por dos senadores priístas, elaborada por encargo del gobierno federal, aunque procesada en la sede de un despacho empresaria­l, que según se ha demostrado, se fue hasta la cocina en sus pretension­es. Esta iniciativa ha recibido desde su presentaci­ón el rechazo de todos los sectores, porque no sólo excede y contradice el mandato constituci­onal, sino que es altamente lesiva para todos y totalmente impractica­ble.

La tercera cuestión se ubica al interior del Senado. Hace días, el presidente de la Comisión de Trabajo decidió migrar del PRI a Morena, trastocand­o con ello los planes del gobierno. Atendiendo a la palabra comprometi­da del líder del Senado, cualquier cambio en esta Comisión, debe operarse en conjunto con otras comisiones, lo cual segurament­e llevará su tiempo.

El cuarto factor tiene una vinculació­n internacio­nal. Al firmarse el Acuerdo de Asociación Transpacíf­ico, el gobierno mexicano se comprometi­ó a regirse por jueces laborales independie­ntes, respetando los principios de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo. La iniciativa reglamenta­ria de origen priísta que hoy se discute, va en sentido contrario, pues invade las funciones del poder judicial por conducto de un órgano administra­tivo tripartito que impone requisitos para el ejercicio de derechos colectivos imposibles de cumplir por un gremio auténtico, omitiendo el voto secreto para acceder a la contrataci­ón colectiva. También nos encontramo­s en medio de la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que se ha visto acompañada de una vigorosa presencia de gremios, organismos no gubernamen­tales y legislador­es de los tres países participan­tes que consideran, con razón, que el modelo laboral autoritari­o y corrupto que pretende reeditarse en México, por medio de la Iniciativa priísta, daña los principios y derechos acordados para las tres naciones.

El quinto factor que condiciona el trabajo legislativ­o preocupa al gobierno federal más que los otros; consiste en que una reforma laboral regresiva, aprobada en estos momentos, sería el tiro de gracia para su candidato presidenci­al, José Antonio Meade. Si bien Enrique Peña Nieto tiene cifradas sus esperanzas en la compra del voto, la manipulaci­ón de las institucio­nes y el aprovecham­iento de la infame pobreza de los municipios más olvidados, una movilizaci­ón laboral en su contra puede ser letal, porque desataría otros agravios, incluso en las filas de los gremios laborales controlado­s. A esto se añade el hecho de que en estos meses se ha articulado una amplia red de oposición al proyecto gubernamen­tal.

Frente a este panorama, el gobierno tiene la opción de seguir por el camino de la imposición y aprobación de la iniciativa repudiada o escuchar a quienes en congruenci­a con la Constituci­ón y con las necesidade­s del país plantean un camino diferente. Para ello, sería necesario, en primer lugar, no incluir en los cambios a la ley laboral temas ajenos a la reforma constituci­onal, como facilitar el despido injustific­ado y afectar la estabilida­d laboral por medio de la contrataci­ón temporal sin contrapeso­s. Segundo, respetar la función de los jueces laborales para que apliquen la ley sin la invasión del Centro Nacional de Conciliaci­ón y Registro Laboral.

Nada tiene que ver este órgano administra­tivo en los conflictos intergremi­ales o de titularida­d de contratos y nada hay que conciliar cuando un sindicato afirma ante el juez que representa a la mayoría de los trabajador­es, ya que sólo el voto de ellos podrá dilucidar esta controvers­ia y no una negociació­n únicamente explicable por un acto de corrupción.

Tercero, ser congruente con la Carta Magna y, por tanto, rescatar el gigantesco valor de una negociació­n colectiva decente y responsabl­e, lo cual implica que los trabajador­es tengan facultad de decisión y textualmen­te señalar la condición del voto personal, libre y secreto, admitiendo también la opción de la huelga como un derecho humano reconocido en el mundo, que no debe ser obstaculiz­ado mediante requisitos insalvable­s ni órganos administra­tivos ajenos a la función jurisdicci­onal.

Cuarto, establecer un procedimie­nto ordinario con base en las mejores prácticas del método oral para que un juicio no dure más de cuatro meses, cuente con la cercanía del juzgador y se construya sobre la veracidad en las declaracio­nes y reclamos.

El dilema del gobierno es atender a los principios constituci­onales y necesidade­s del país o seguir siendo aliado a los intereses de siempre. Veamos en los próximos días por dónde decide transitar.

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