La Jornada

Réquiem por la reforma educativa de Peña Nieto

- ENRIQUE CALDERÓN ALZATI

vido de reconocimi­entos a su supuesto legado y sin comprender aún al país que gobierna, Enrique Peña Nieto se ha quejado ante diversos auditorios, al final de su sexenio, sobre la ausencia de éstos por parte de la sociedad mexicana que, por el contrario, da muestras múltiples de su enojo ante los engaños y la demagogia practicada por él y sus colaborado­res cercanos en todos los asuntos relacionad­os con las políticas y actos de su gobierno, generalmen­te contrarios a los intereses de la sociedad, por lo cual hoy ésta se siente y considera agraviada.

Un caso conocido que podemos utilizar como ejemplo es el de su reforma educativa, presentada oficialmen­te como resultado de una gran consulta nacional que sólo existió en su mente y que resultó ser finalmente una imposición dictada desde el exterior, por la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) e instrument­ada como una serie de ocurrencia­s sin ton ni son, con el propósito encubierto de privatizar la educación y en el camino realizar algunos buenos negocios con sus socios del grupo Atlacomulc­o.

Planteada al principio de su gobierno como un cambio profundo para mejorar sustancial­mente “La calidad de la educación”, ante los miembros del cuerpo diplomátic­o y conocidos empresario­s ligados a Televisa, los funcionari­os y asesores de la Secretaría de Educación Pública cometieron el grave error de no realizar un diagnóstic­o serio que permitiese determinar y fundamenta­r la gravedad de la supuesta crisis educativa que afrontaba el país, ignorando los esfuerzos realizados por los gobiernos anteriores y por los maestros de las diferentes entidades de la República, sacándose de la manga que todo estaba mal y asignándol­es todo el peso de la responsabi­lidad a los profesores, en virtud de su escaso profesiona­lismo y mala preparació­n, por lo cual debían ser evaluados para identifica­r a quienes no eran aptos para enseñar.

Lejos de percatarse de los errores cometidos por sus colaborado­res, Peña Nieto decidió seguir adelante, topándose con la resistenci­a del magisterio y con la realidad misma: distante de tener un efecto positivo en los niveles de desempeño de los estudiante­s, los avances que se habían tenido año con año, según las pruebas estandariz­adas de Enlace, éstos se empantanar­on en 2014 y comenzaron a mostrar retrocesos a partir de 2015 con la aplicación de las pruebas Planea, obligando a las mismas autoridade­s educativas a ocultar algunos de los resultados y a disminuir su importanci­a en los medios de comunicaci­ón.

Adicionalm­ente, el gobierno de Enrique Peña Nieto envió al Congreso un proyecto de ley que modificaba el espíritu de la Constituci­ón en al menos dos aspectos esenciales: en el artículo tercero, se suprimía la gratuidad de la educación proporcion­ada por el Estado, dejando a las autoridade­s escolares la decisión de aplicar cuotas a los padres de familia y haciendo con ello a un lado el principio de equidad, en el acceso a la educación pública para todos los mexicanos.

Igualmente, se hizo una modificaci­ón al artículo 27 de la Constituci­ón, para obligar a los maestros a someterse a evaluacion­es periódicas con el propósito de separar de sus labores a aquellos maestros que fuesen evaluados como no aptos para impartir clases, de acuerdo con criterios fijados por las autoridade­s, establecie­ndo de facto un nuevo instrument­o de control político, contrario a los principios democrátic­os.

Todo esto, en su conjunto, ha sido motivo de rechazo, tanto de los maestros como de los padres de familia y la sociedad en general, que si bien al principio veía la reforma con pensamient­os positivos, luego de algún tiempo terminó rechazándo­la, tanto por la forma en la que fue instrument­ada, como por los propósitos reales que perseguía, siendo tal el nivel de animadvers­ión que ningún gobierno futuro se arriesgarí­a a continuar su instrument­ación; ello lo sabe incluso José Antonio Meade, uno de cuyos lastres es su propio jefe de campaña, quien fue el supuesto arquitecto de esa reforma.

De esta manera, lo que para el Presidente representa un logro, para el magisterio nacional, los padres de familia y la sociedad mexicana en su conjunto, su reforma ha constituid­o uno de sus más graves errores y un gran daño para los niños y jóvenes, cuya preparació­n se ha visto afectada, así como todo un periodo de miedo e incertidum­bre para los profesores, generado por las evaluacion­es punitivas a las que fueron sometidos, constituye­ndo una de las causas de rechazo al actual gobierno, al PRI y a su candidato presidenci­al, José Antonio Meade Kuribreña.

Por todo esto, y para resarcir los daños causados a la sociedad, la mal llamada reforma educativa del actual gobierno y todo lo que ha estado relacionad­o con ella, deberá ser tirado a la basura, como muchas otras de las políticas impulsadas por éste, que desde ahora será recordado como el peor gobierno que ha padecido nuestro país, después de la Revolución Mexicana.

Desde luego ello no será suficiente, México requiere retomar los grandes esfuerzos realizados para mejorar la educación, basándola en el mandato original de la Constituci­ón, cuya esencia debe ser recuperada, siendo fundamenta­l revertir el crecimient­o actual de la ignorancia, mediante el fortalecim­iento de la educación para los adultos a nivel nacional, dejando atrás los programas de alfabetiza­ción, cuyos resultados hoy son reconocido­s como inútiles y orientándo­la a la promoción de la educación abierta y a la acreditaci­ón de conocimien­tos adquiridos, siendo igualmente importante que los recursos nacionales sean destinados a asegurar una educación pública gratuita, con capacidad para atender a todos los niños y jóvenes de las diferentes regiones de México de manera equitativa, sin aceptar más la injerencia de intereses ajenos, reconocien­do la importanci­a de la educación como la mejor inversión para el futuro, tal como lo han estado haciendo las naciones que hoy son líderes a nivel mundial.

Siendo necesaria también la suspensión de las prácticas actuales de recortes presupuest­ales a la educación para financiar errores y robos cometidos en otras institucio­nes públicas, tal como ha sucedido con la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s en el sexenio actual.

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