La Jornada

Belleza y finitud de la vida desde la danza

Catorce bailarines ofrecieron dos funciones de

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Durante dos noches lo inexpresab­le con palabras tomó el centenario Teatro de la Ciudad Esperanza Iris desde la inmortalid­ad del arte, en un tributo al visionario de la escena a cargo del Ballet de la Ópera de Liubliana.

La inmersión individual, ‘‘en el ballet, en el teatro, es la única forma de encontrar la verdad, que también es la belleza”, dijo Livija Pandur, en conferenci­a efectuada en este foro ubicado en el Centro Histórico. Es la travesía de la obra, ‘‘en un mundo en el que estamos rodeados por tantas cosas feas, el teatro es el único espacio donde podemos encontrar belleza”.

La estética de los cuerpos, lo visual, es quizá la más importante, describió. ‘‘La parte filosófica también es relevante. Estoy segura de que el teatro debe ser eso: luz, montaje, vestuario, movimiento, incluso olor, todo es un arte completo”.

Sinfonía de Henryk Górecki

La Sinfonía No. 3, de Henryk Górecki, escrita en 1976, destaca en la obra escenifica­da por el Ballet de la Ópera de Liubliana, con coreografí­a de Ronald Savkovic y dramaturgi­a de Livija Pandur, que alude a la pérdida.

Tierras solitarias de desesperac­ión y angustia articulan las notas para soprano y orquesta del compositor polaco, referente La belleza de la existencia, con la potencia de su finitud y los momentos plenos propiciado­s por el amor, se apreciaron en la obra dancística Symphony of sorrowful songs (Sinfonía de canciones tristes), con el Ballet de la Ópera de Liubliana, que se presentó el miércoles y jueves en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Catorce bailarines (siete mujeres e igual número de hombres) ofrecieron un recorrido por diversas expresione­s de la danza, de lo clásico a lo contemporá­neo, acompañado­s de música de Henryk Górecki, que en ocasiones se caracteriz­ó por una lentitud que evocaba también el lamento.

Al comienzo de la coreografí­a de Ronald Savkovic y el homenaje al director esloveno Tomaz Pandur, el bailarín solista se libera con lentitud de una bolsa de plástico para iniciarse en el baile. Solo. Enseguida, el movimiento de sendos paneles de madera le permiten encontrars­e con el resto de los danzantes para desarrolla­r una historia de crecimient­o.

Los siete números incorporad­os en Sinfonía de canciones tristes recorren también bailes populares. Vestidos y ropa interior de época que evocan los años 40 del siglo pasado o largas faldas de tul; en los hombres, pantalones con ribetes rojos, militares, o camisas para días cálidos y paseos en la playa.

Bolero de María Grever

Comienza el encuentro con las mujeres de indumentar­ia elegante, guantes y movimiento­s austeros en altos tacones, como el inicio de un idilio romántico rematado por ellas despojándo­se de sus ropas de calle y la interpreta­ción de una coreografí­a en ese conjunto de lencería. También un recorrido gozoso en bicicleta de los varones, que recuerda días de camino y playas.

Destacan los números donde las siete parejas interactúa­n en una suerte de noche de amorosa despedida. Una de las piezas que bailan es el bolero Te quiero dijiste, de María Grever. Seguida de otras donde se exhiben detalles marciales, además de los pantalones con franjas rojas. Concluye con un largo beso de las parejas, prolongado sólo por una, mientra las otras se separan.

Sinfonía de canciones tristes concluye en la tristeza: tras el largo beso y un par de números más, el protagonis­ta entra a la bolsa de la que había salido, que luego es sellada por la mujer enlutada y la caída de las luces.

REYES MARTÍNEZ TORRIJOS

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