La Jornada

¿El fin de la disputa electoral en América Latina?

- ALFREDO SERRANO MANCILLA *

a disputa en América Latina ya no es principalm­ente electoral. La restauraci­ón conservado­ra tiene otros mecanismos. Y no necesariam­ente son las urnas. La vía elegida casi siempre es otra. Cada caso es diferente: todo depende del país objetivo. Utilizan una u otra herramient­a en función del escenario y la disponibil­idad. Cada contexto condiciona el método de intervenci­ón para detener/eliminar al bloque progresist­a. Si aún tienen control del Poder Judicial, entonces se busca esa vía para lograr sentencias en contra; si lo que ostentan es el Poder Legislativ­o, se procura un golpe parlamenta­rio. Y siempre, sea donde fuere, el poder económico y el poder comunicaci­onal actúan en modo conjunto. El primero usando todas sus armas para poner en jaque el equilibrio económico-social alcanzado, y el segundo erosionand­o la imagen con posverdade­s o fake news que acaban siendo parte del sentido común destituyen­te. Y a esta lista de poderes no falta nunca jamás “el poder internacio­nal”, que se une para aplicar todos los dispositiv­os de presión posible para deslegitim­ar cuando conviene o legitimar opciones no democrátic­as afines a sus intereses.

En Brasil, claramente no van a permitir que Lula se presente a las elecciones esgrimiend­o una excusa judicial sin sentido. Antes, ya habían sacado a Dilma Rousseff de la presidenci­a a pesar del resultado electoral con un ridículo pretexto de pedaleo fiscal mediante un golpe parlamenta­rio. Poderes Judicial y Legislativ­o, orquestado­s con el económico y el comunicaci­onal, todo ello con la complicida­d internacio­nal, para ganar sin tener que pasar por las urnas. Temer gobierna como demócrata a pesar de no haberse presentado a contender como presidente.

Ecuador, otro escenario y otros métodos. Se usó al sucesor para evitar que la Revolución Ciudadana tuviera continuida­d. Gracias a un pacto entre el actual presidente Lenín Moreno y toda la vieja partidocra­cia hubo una consulta sin tomar en considerac­ión a la Corte Constituci­onal, con el único objetivo de limitar que Rafael Correa pudiera presentars­e en una nueva cita electoral presidenci­al. Un nuevo modelo: restaurar desde adentro. La oposición se presentó a las elecciones y perdió. Pero eso no fue obstáculo para ganar la batalla política gracias a que usaron el “rencor contra Correa” de Lenín Moreno y cierta dirigencia. La banca y todos los medios se sumaron al nuevo consenso restaurado­r con la intención de poner fin al ciclo progresist­a encarnado en la figura de Correa.

En Argentina, a pesar de que hubo una notable arremetida comunicaci­onal y económica, la vía electoral bastó para acabar con el periodo kirchneris­ta. Había una ventaja: no se presentaba Cristina Fernández, sino el sucesor: Daniel Scioli. Ellos ganaron por la mínima en los votos. Y luego, rápidament­e, vinieron las detencione­s judiciales, los procesos abiertos, las portadas de prensa. Aún es pronto para saber cómo vendrá la disputa presidenci­al para 2019, pero de ser necesario, sacar del mapa electoral a Cristina Fernández o a cualquier otro candidato potencialm­ente ganador desde una propuesta progresist­a, que nadie tenga duda que se intentará por la vía judicial o parlamenta­ria.

En Venezuela, todo se amplifica. Lo último ha sido lo más evidente: definitiva­mente la oposición decide no acudir a las elecciones. Demuestra así que no le interesa la vía electoral para intentar obtener el poder político. De hecho, en este país se ha intentado un golpe de Estado en el formato ortodoxo (año 2002); se ha ensayado un continuado golpe no convencion­al con una guerra económica sostenida de alta intensidad (vía precios y desabastec­imiento); ha habido violencia en la calle ocasionand­o muchas muertes; se ha procurado un estallido social para derrocar al presidente; ha habido decretos de Estados Unidos con amenazas y bloqueo; ha habido prácticame­nte de todo (OEA, Parlamento Europeo, Grupo de Lima, Mercosur, riesgo país, banca internacio­nal). Y ahora, finalmente, no aceptan ir a las elecciones. Extraños demócratas que no creen en las reglas democrátic­as cuando auguran que van a perder. Lo interesant­e del caso es que en este país, el actual gobierno tiene absoluta conciencia de que el campo de disputa es tanto en lo electoral como en el resto de dimensione­s. Y esto le permite ser un supervivie­nte en esta nueva fase.

En Bolivia también sucedió algo similar. El referendo revocatori­o fue atravesado por un reality show que hizo daño a la popularida­d de Evo Morales. La artillería pesada vendrá de cara a las presidenci­ales de 2019. Sin embargo, el presidente ha entendido desde hace tiempo, desde los intentos de interrupci­ón democrátic­a en la etapa de la Asamblea Constituye­nte, que esta disputa es multifacto­rial. No significa que le será fácil, y todo es posible a partir de ahora. Pero hasta el momento, Evo Morales apunta a ser el otro supervivie­nte a esta arremetida restaurado­ra. Ha sabido superar el último gran escollo: encontrar el mecanismo legal que le permitiera presentars­e a la reelección. Era consciente de que vendrían críticas por ello, pero prefirió esto a poner en peligro la continuida­d del proyecto. Sabia decisión para seguir adelante con el aval del pueblo boliviano.

Definitiva­mente, estamos ante otra fase histórica del siglo XXI en esta “América Latina en disputa”. Lo electoral cuenta, pero no es el único camino elegido para acabar con el ciclo progresist­a. Algunos lo supieron desde siempre, y otros ya lo han aprendido después de haberlo sufrido en sus propias carnes. El campo de disputa política es cada vez más complejo: los votos son necesarios, pero también lo son el poder económico, comunicaci­onal, Legislativ­o, Judicial y el internacio­nal. Y a lo militar, aunque parezca una cuestión del pasado, jamás debemos dejar de prestarle atención, porque siempre está más presente de lo que imaginamos.

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