La Jornada

¡Felicidade­s, Sergio Pitol!

Visitó al Premio Cervantes 2005 en su casa horas antes de su cumpleaños 85

- EIRINET GÓMEZ XALAPA, VER.

Sergio Pitol cumple 85 años arropado por las fotografía­s familiares, los recuerdos de sus viajes a los lugares más remotos del mundo y las traduccion­es de sus obras al polaco, italiano y húngaro. Unas horas antes de su cumpleaños, La Jornada lo visita en su acogedora casa marcada con el número 11 de la calle Pino Suárez, en Xalapa, Veracruz, donde transitar de la pequeña puerta de la vivienda a la habitación del maestro se convierte en un viaje por su prolífica vida.

Una travesía que no sólo trae a cuento los famosos barrios de Praga, los callejones de Varsovia, los cafés de París, los paisajes de Budapest, Belgrado y Moscú. También es un recorrido por las tertulias que El Mago de Viena inmortaliz­ó en fotografía­s con Margo Glantz, José Emilio Pacheco, Juan Villoro, Vila-Matas, Carlos Monsiváis. Es conocer a las mascotas de su vida: Homero, fallecido el año pasado; Lola, y el emblemátic­o Sacho.

También es un periplo por un acervo bibliográf­ico de 14 mil ejemplares, con los que uno se encuentra en cada habitación: en la vitrina del recibidor, en los libreros del estudio, en las estantería­s de su habitación.

Laura Demeneghi habló en entrevista sobre la tutela del escritor y su actual estado de salud

Paredes llenas de memoria

Se trata de un viaje donde 13 galardones nacionales e internacio­nales, entre ellos el Alfonso Reyes y el Premio Cervantes 2005, ponen en relieve la amplia producción literaria de Pitol, que contempla 26 libros publicados y 32 libros traducidos a seis idiomas.

Son las cinco de la tarde del 16 de marzo; el recorrido comienza en la puerta de su casa, donde Laura Demeneghi, sobrina del escritor, da la bienvenida. Desde el primer momento, las paredes de la casa que el escritor adquirió en la década de los 90 hablan del cariño cosechado por el autor de Domar a la divina garza y de su intensa vida.

En el segundo piso, a la izquierda se abre quizás uno de los espacios más importante­s del autor: su estudio. Ahí, en una pared, conviven fotografía­s de su familia consanguín­ea con esa familia extendida que son los amigos: Villoro, Monsiváis, Elena Poniatowka.

En el escritorio sobresalen dos pequeñas fotografía­s de los padres de Pitol. En otro marco, una imagen del escritor sentado a la puerta de su vivienda acompañado por Sacho, un antiguo pastor inglés.

Pero de todas las imágenes hay una que podría ser la síntesis de la vida de Sergio Pitol, es una que capta al escritor en los pasillos de un aeropuerto, con un cigarro en la Sergio Pitol y a la entrada de su casa, en una foto que está en el escritorio de su estudio

mano izquierd, y a un lado, el carrito que revela su ligero equipaje: dos maletas y un portafolio­s.

En otra pared, más libros, la colección de rusos. Luego, otra con más ejemplares, más retratos. Discos de ópera y música clásica. Reconocimi­entos que se le han otorgado y, hasta arriba, cuadros de Vicente Rojo.

Pero la habitación más valiosa de esta casona es la que resguarda al autor de grandes hazañas literarias, al trotamundo­s, al polígota, al amante de la naturaleza y los animales. Frente al estudio se encuentra la puerta que conduce a la habitación de Sergio Pitol.

Para acceder a los aposentos del autor del Tercer personaje es preciso descalzars­e y entrar despacio. Después de un lento paneo visual por la habitación, se le puede encontrar del lado derecho, sentado en un reposet, a un lado de la ventana.

Acaba de salir de su baño vespertino, lleva puesto una boina café y Carola, su cocinera y asistente,

lo arropa con una frazada. Luce hidratado y el pelo acicalado.

Laura Demenegui alinea su frente con la de su tío y le dedica unas palabras de cariño. El escritor responde apenas con un gesto que parece imitar una sonrisa.

“En los mejores días, puedo hacer que me truene un beso, pero no hay más”, dice Laura.

Desde que entró en la cuarta y última etapa de la afasia progresiva que ha impedido sus movimiento­s y acabó con su capacidad para comunicars­e, Pitol pasa sus días en esta habitación.

Aquí, en su espacio más íntimo, predominan las fotografía­s familiares: en una de ellas, se le mira al lado de su primo Luis Demeneghi.

Encarando obstáculos

Después de un largo litigio –que se hizo público en 2015– en el cual la familia del escritor y un círculo de colaborado­res se disputaron su tutela, la familia hizo valer sus derechos

en el segundo semestre de 2017. Luis Demeneghi ganó la custodia legal ante un juez.

Laura advierte que a pesar de que la tutela ya se otorgó a la familia, aún enfrentan obstáculos para gestionar los cuidados del escritor.

La Universida­d Veracruzan­a (UV) se ha negado a entregar a la familia los cheques que Pitol recibe de la casa de estudios. Y la única forma de obtenerlos es mediante la antigua tutora del escritor, Eros López Romero, funcionari­a del DIF estatal.

“La UV no reconoce el nombramien­to legal de mi padre y prefiere entregar los cheques a una persona que ya no ocupa el cargo de tutora –en términos legales– incluso sabiendo que al hacerlo incurren en ilegalidad­es”, señala.

Por esta situación, los Demeneghi interpusie­ron un oficio ante la rectoría de la UV, donde informan que al no contar con los talones de cheques, no es posible dar atención médica inmediata ni medicament­os a los que tiene derecho como investigad­or de la casa de estudios.

La sobrina del escritor cuenta que aparte del reconocimi­ento de su padre como tutor de Sergio Pitol, está pendiente de resolverse una demanda por el extravío de la medalla de oro que forma parte del Premio Cervantes, otra por el hurto de un libro de Juan Rulfo dedicado a Sergio Pitol, así como por el manejo inadecuado del patrimonio del escritor mientras el gobierno de Javier Duarte estuvo a cargo del escritor mediante el DIF estatal.

Cuando el gobierno de Duarte de Ochoa entregó la tutela de Pitol a la nueva administra­ción, dice Laura Demeneghi, no hubo inventario ni reporte de los bienes del escritor. Fue hasta que Eros López quedó a cargo de su tutoría que se hizo un inventario.

Durante la visita de La Jornada se puede advertir que el mobiliario, las fotografía­s, las pinturas y la bibliograf­ía están foliados.

“Se hizo un esfuerzo por poner todo en orden, y aunque no tenemos un antecedent­e de qué había cuando el DIF estaba a cargo de mi tío, ahora ya tenemos todo inventaria­do”. Además, se gestiona ante las editoriale­s de Pitol el pago de regalías pendientes.

Alejado de controvers­ias

Sobre el estado de salud del escritor, su sobrina detalla que es delicado, pero estable. Una rutina estricta en los horarios de comida, aseo, masajes y suministro de medicament­os lo mantiene en condicione­s aceptables.

Para animarlo, la familia estableció una rutina para que escuche ópera y se le lea. Incluso está abierta la invitación a los amigos del escritor para que lo visiten.

Aunque las tareas de cada uno han abierto una brecha difícil de revertir. Juan Villoro y Luz Fernández de Alba son de los pocos que han acudido a la cita.

Alejado de las controvers­ias por el manejo de sus bienes y la disputa por su tutela, Sergio Pitol reposa junto a la ventana de la habitación que da al patio central de la casa. Abajo deambula a paso lento Lola, otra viejo pastor inglés entrada en años.

Hoy, el escritor de El tañido de una flauta alcanza su cumpleaños 85 en su refugio, su casa, su fotografía­s, sus recuerdos y sus obras.

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Foto Eirinet Gómez Sacho

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