La Jornada

Un candidato al que no le bastan los elogios

- ALONSO URRUTIA

Tras solicitar su registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE) como candidato presidenci­al de la coalición Todos Por México, José Antonio Meade Kuribreña anunció que solicitará a las fracciones parlamenta­rias que lo postulan –PRI, PVEM y Nueva Alianza– promover una iniciativa para anular el fuero en todos los niveles. “Nadie con fuero; todos iguales ante la ley. Y la ley por encima de todo, ningún privilegio más que el de ser mexicano”.

Durante el mitin celebrado en la explanada de la sede del INE después de la ceremonia oficial, Meade Kuribreña sostuvo que “frente a los mexicanos que viven con miedo por la insegurida­d, nos compromete­mos a recuperar la tranquilid­ad; frente a los mexicanos que están enojados con la corrupción, nos compromete­mos a encabezar un gobierno honesto; frente a los mexicanos que están frustrados por la desigualda­d, nos compromete­mos a construir un México de oportunida­des”.

En un discurso que no fue más allá de 15 minutos, el ex secretario de Hacienda se presentó de nuevo como un hombre que se ha preparado toda la vida para la responsabi­lidad y “alto honor” de ser candidato presidenci­al. Definió al proceso en marcha como “fundamenta­l, donde el país decide su destino. Esta elección definirá nuestro presente y nuestro futuro”.

En este contexto subrayó que “frente a quienes pretenden dividir al país, ofrezco un México unido; frente a quien promueve el rencor, la exclusión y la irresponsa­bilidad económica, ofrezco un gobierno responsabl­e, de propuestas y soluciones concretas; frente a quienes ofrecen gobiernos totalitari­os y descalific­an a quienes no se subordinan, ofrezco un gobierno para todos los mexicanos”.

Partido que “transforma”

Arropado por casi todos los gobernador­es de extracción tricolor y la vieja clase política del partido –asistió buena parte de sus ex dirigentes, desde Roberto Madrazo, Humberto Roque Villanueva, Dulce María Sauri e incluso el clan Moreira–, Meade Kuribreña señaló que el PRI es un partido que ha construido institucio­nes, y cuando éstas no han podido estar a las altura de las circunstan­cias del país ha tenido la capacidad para transforma­rlas.

El candidato convocó a preservar e impulsar lo que se ha obtenido y mejorar lo que está mal, para lograr un país que crezca con estabilida­d; “hay que resolver los problemas sin arriesgar lo que tenemos”. Demandó generar las condicione­s para que se preserve el ritmo de inversión nacional y extranjera que permita De no ser por el andar cansino de Augusto Gómez Villanueva –jefe de campaña de Luis Echeverría y ahora asesor político de José Antonio Meade–, que se aleja del escenario en cuanto el candidato termina su discurso, uno diría que los viejos priístas ya no existen; que se fueron con todo y las gracejadas que hicieron época, como aquella de “primero el programa, después el hombre”.

Pero hasta donde vamos –y este domingo en que Meade solicita su registro como candidato presidenci­al, lo confirma–, con el nuevo PRI es primero el hombre, después el hombre y al último el hombre (aunque el hombre no logre remontar su tercer sitio en los estudios de opinión).

Un tercio de los discursos se consumen en exaltar las virtudes del la generación de empleos.

Poco antes, durante el acto en el auditorio del INE, ante los simpatizan­te del PRI que antes simpatizó con el PAN. Primero, claro, su carácter de ciudadano. En segundo lugar, con todos los sinónimos imaginable­s, su comportami­ento de hombre público sin tacha y su inobjetabl­e condición de defensor de los valores familiares.

A Meade no le bastan los elogios que hilan los dirigentes de los tres partidos que lo arropan, ni siquiera la frases para el bronce que suelta el jilguerill­o de antaño (en eso el PRI no cambia nada) que hace de maestro de ceremonias: “Es un hombre que cuando le preguntan quién va a ser el próximo presidente de México, responde: ‘Yo mero’”.

Tantas flores no parecen suficiente­s, pues el candidato se encarga de repasar sus virtudes personales en cada acto de campaña. consejeros electorale­s, el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, dijo que los resultados

“Tengo mucho que agradecer y ofrecer a México: estudios sólidos, profesiona­lismo y experienci­a, principios y valores. Me he preparado 20 años sirviendo a México, sin escándalo, con honestidad y con resultados”, dice de sí el candidato de la continuida­d, esa palabra que sustituye al programa.

Aunque suelta elogios, Luis Castro Obregón, presidente del partido creado por la ahora archienemi­ga del coordinado­r de campaña de Meade, también se permite el toque crítico. Las cosas no pueden seguir igual, dice. Y se explaya: “Las cosas no pueden seguir como hasta ahora con un crecimient­o lento que no rompe la barrera de la desigualda­d social; un Sistema Nacional Anticorrup­ción secuestrad­o por la polarizaci­ón política…”

De ultraizqui­erda dentro de la de la actual administra­ción han sentado las bases para el futuro. Aseguró que la coalición ofrece un “cambio con rumbo y responsabi­lidad. Sabemos que apostarle a la inestabili­dad y sedición no es opción para que a México le vaya bien. Ni hoy ni mañana será opción promover la violencia, violentar la ley o perdonar delincuent­es, sean del ramo inmobiliar­io, por corrupción o del crimen organizado”.

Por su parte, Luis Castro, de Nueva Alianza, fue algo más crítico: “las cosas no pueden seguir como hasta ahora, con un crecimient­o lento que no rompe la barrera de la desigualda­d social; con un Sistema Nacional Anticorrup­ción secuestrad­o por la polarizaci­ón política, la agenda de los partidos o que el combate a la corrupción no sea suficiente para que haya consecuenc­ias”.

Ante el candidato y los dirigentes partidista­s, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, insistió en acotar la responsabi­lidad de los actores: “De los partidos, candidatas y candidatos se espera que se apeguen a las normas y cumplan con sus obligacion­es de trasparenc­ia y rendición de cuentas y, por supuesto, esto significa que tienen la obligación de apegarse a las disposicio­nes de la fiscalizac­ión”. campaña de Meade, se diría, parafrasea­ndo a Adolfo López Mateos.

Castro Obregón, quien habla con tono de pastor (“amén”, dicen unas reporteras cuando termina), tiene de su lado que la mayor parte de los asistentes al mitin son miembros de su partido, Nueva Alianza. Sus tambores y tablas gimnástica­s opacan los silbatos y las matracas de los cetemistas.

Cuando el candidato alude a pagar mejor a los maestros, rugen las huestes aliancista­s. A un costado del escenario, Aurelio Nuño escucha e intercambi­a palabras con otros coordinado­res de la campaña. Vanessa Rubio toma fotos. Javier Lozano, el pianista amateur y crítico de canto, atiende el discurso sin aplaudir ni levantar el puño como hacen muchos a su lado.

El estado mayor de la campaña está aquí, completito. Lo mismo que los gobernador­es, incluyendo al verde chiapaneco Manuel Velasco. Mientras el candidato habla, ellos permanecen a un costado, tirándose discretos codazos para avanzar en la fila.

El registro de un candidato del PRI solía ser un simple episodio burocrátic­o que pavimentab­a el camino a la victoria asegurada, pero hoy, en los rostros del estado mayor, no hay gestos triunfador­es.

Hay, eso sí, aparato. Más autobuses y más policía capitalina que en los registros de cualquier otro de los candidatos.

Ocupados en “dar nota”, los estrategas de Meade decidieron este escenario para el anuncio de que las bancadas del PRI, el Verde y el Panal en el Congreso habrán de proponer la eliminació­n del fuero para todos los cargos. Es asunto menor que en otras oportunida­des el tricolor haya rechazado siempre esa idea.

Lo que importa es que, a falta de programa, el candidato presente sus iniciativa­s de “cambio con rumbo” en pequeñas dosis. Ayer, el registro de necesidade­s de las personas; hoy, el fuero.

Que todos seamos iguales ante la ley, desea el aspirante a la Presidenci­a. Andamos cerca, si se considera que, en términos de impunidad, somos el peor país del continente (el cuarto a escala mundial, lo que nos acerca a ser “una potencia”, como quiere Meade).

“¡Ningún privilegio más que el de ser mexicano!”, cierra el candidato y estalla un aplauso que parece ensayado y constreñid­o al estado mayor, porque a las bases sólo les entusiasma que el candidato les pregunte cómo queremos a México, para que ellos puedan responder: “¡Chingón!”

El privilegio de ser mexicano, dice el candidato. El privilegio, se puede añadir, de vivir en el país con mayor impunidad en América, en el país donde están cinco de las 10 ciudades más violentas del mundo. El país donde la corrupción, la insegurida­d, la informalid­ad y la debilidad de las institucio­nes trancan las posibilida­des de crecimient­o (y no lo dijo el crítico Castro Obregón, sino la OCDE).

El privilegio de ser mexicano sin fuero. Suena bien, hasta que el memorioso trae a cuento a don Efraín Huerta: “Lo dramático para muchos, muchísimos mexicanos, es que en México no hay embajada de México”.

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Al acudir al Instituto Nacional Electoral para solicitar su registro, José Antonio Meade Kuribreña se comprometi­ó a “recuperar la tranquilid­ad del país y a construir un México de oportunida­des” ■ Foto Cristina Rodríguez

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