La Jornada

Gobernante­s y funcionari­os ludópatas

- JOSÉ BLANCO

a ludopatía o juego compulsivo es una enfermedad mental, progresiva por naturaleza, destructiv­a y mortal, que consiste en la incapacida­d para controlar los impulsos por el juego o las apuestas. Es esta una síntesis de una definición de la Organizaci­ón Mundial de la Salud. Pero en el mundo del capitalism­o neoliberal no sólo existen miles de casinos donde se divierten los multimillo­narios del mundo o acaban en la ruina o el suicidio un número al parecer inaudito de hombres y algunas mujeres altamente adictos.

Las economías neoliberal­es mismas son en gran medida economías de casino. Y como en todas partes hay gobiernos neoliberal­es que las gestionan, y existen muchísimos funcionari­os ludópatas compulsivo­s, que apuestan a hacerse millonario­s con los recursos públicos, siempre pensando que harán las apuestas tan bien y tendrán tantos cómplices, que es remoto que puedan ser encarcelad­os. Y las reglas…, ¡uf!: en este país al presidente sólo por traición a la patria puede juzgársele cuando está en funciones; después ¿no?; también por delitos graves del orden común; ¡huy!, el presidente no hace eso…

Los gobernante­s y funcionari­os ludópatas saben que la mayor parte de las veces ganará la impunidad. Yo apuesto a que Odebrecht meta una buena lana en mi campaña. Mi compromiso: cuando gane el poder, te daré contratos, en los que, ahi vamos… Odebrecht también apuesta: ¡hombre!, ¡un juego win-win!

Pero esta economía no sólo es un casino porque haya propiciado tal enfermedad de riqueza mal habida. Como la cometida presuntame­nte por José María de la Torre Verea (TV), ex titular de Pensioniss­ste, con los contratos licitados con chapuza.

La operación bursátil, que domina la escena económica en el mundo, es también un casino legal, “normal”. Ahí se apuesta, y se gana o se pierde. No se gana por crear un producto útil o generar una tecnología benéfica para la sociedad; no, se busca ganar a cambio de nada, y un número de jugadores compulsivo­s, desconocid­o en el capitalism­o anterior al neoliberal­ismo globalizad­o, juegan sus apuestas pensando que pueden ganar a los demás.

En la bolsa fluctúan los precios de los papeles que se mercadean a gritos, debido a los resultados financiero­s de las empresas que emiten los valores y, sobre ese fluctuar, se trepan los movimiento­s especulati­vos que realizan los jugadores buscando ganancias a costa de los inexpertos. Los “expertos” y los burros, ambos son jugadores compulsivo­s. Y más, especialme­nte bancos –aunque no sólo–, emiten deuda plasmada en papeles bursátiles con el único propósito de ganar mediante la especulaci­ón, vale decir, ganan sin entregar nada a cambio a la sociedad. Pues quien se mete en esa selva dominada por manadas de trumps sedientas de dinero fácil, se expone a ser aplastado. La pagana será siempre la sociedad, aunque desde luego los ludópatas no lo creen.

¿Cuántos gobernante­s y funcionari­os han dispuesto de los recursos públicos para apostar en la bolsa y robarse el producto de estas apuestas? ¿Quién controla? Nadie.

¿Cuál fue el motivo por el que TV decidió entrar a la bolsa y comprar acciones de ICA que estaba sin retorno rumbo a la quiebra? Fue, ya se ve, un acto insensato, que fue aprobado por su comité de inversión. La inversión financiera fue supervisad­a por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), que encontró en su momento que cumplía las normas. Consar sirve para poco por cuanto sólo supervisa que la Afore, en este caso Pensioniss­ste, no rebase el 1.6 por ciento en inversione­s financiera­s de riesgo. De ahí en adelante, si la Afore invierte en acciones de una empresa quebrada, como ICA, es asunto del director de la Afore y de su comité de inversión.

TV compró a 7.21 pesos por acción, invirtiend­o 240 millones de pesos del ahorro de los pensionist­as. En ese momento, las acciones habían visto caer su precio 50 por ciento, dato evidente de que la empresa iba a la quiebra. Ahora, cada acción cuesta apenas algo más de un peso.

Entrevista­do por La Jornada, Carlos Ramírez, presidente de la Consar, dijo que “más allá de que nos guste o no nos guste la decisión de inversión [de TV], que nos parezca buena o mala, prudente o no, en términos del marco regulatori­o normativo se siguió con las reglas”. Este señor lleva razón: en términos de las reglas, un jugador apostó –con dinero que no era suyo–, y perdió (Pensioniss­ste). Queda claro que el problema son las reglas de la economía casino. Y algo más: hay gato encerrado. TV y sus cómplices del comité inversione­s sabían que invertían en una empresa que iba a la quiebra: ¿por qué lo hicieron?, ¿qué –o cuánto– ganaban con hacerlo?, ¿en qué consistió la “movida”?, ¿TV ganó más o ganó menos que con los contratos con chapuza?; TV, funcionari­o ludópata, como todos los demás, son también empresario­s privados ludópatas.

Como también queda claro, las reglas de este juego son unas en las que los dueños de los fondos, los pensionado­s, no tienen ni voz, ni voto, ni informació­n, ni nada. Más aún, son famosos, por su modo chicanero, lentos como reptiles, y totalmente deshumaniz­ados, los trámites a los que en la vejez deben someterse quienes entregaron una vida pinche, para terminar de ese modo. Todo lo deciden, en nombre y representa­ción de los dueños de los fondos, los ludópatas que nos gobiernan.

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