La Jornada

CARRERA EN EL SAHARA

- EUROPA PRESS MADRID.

Durante la carrera de los Gallops, de Marruecos, en el desierto de Merzouga, la parte meridional del Sahara de ese país ADN nuclear secuenciad­o de individuos que poblaron Marruecos hace 15 mil años, durante la Edad de Piedra Tardía, muestra una herencia genética mixta de Medio Oriente y el África subsaharia­na.

El trabajo, publicado en Science, se centró en el cementerio más antiguo del mundo, la Cueva de las Palomas, en Marruecos, y revela pistas sobre una misteriosa cultura antigua africana.

La investigac­ión fue dirigida por Johannes Krause y Choongwon Jeong, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Jena, Alemania), y Abdeljalil Bouzouggar, del Instituto Nacional de Ciencias de Arqueologí­a y Patrimonio (Rabat, Marruecos).

El norte de África es un área importante en la historia de la evolución de nuestra especie. Su geografía también lo hace una zona interesant­e para estudiar cómo los humanos se expandiero­n fuera de ese continente. Es parte de este último, pero el desierto del Sahara presenta una barrera sustancial para viajar hacia y desde las regiones del sur.

Del mismo modo, pertenece a la región mediterrán­ea, pero en el pasado el mar podría haber presentado también una barrera para la interacció­n con otros.

“Entender mejor la historia del norte de África es fundamenta­l para comprender la de nuestra especie”, explicó el coautor Saaïd Amzazi, de la Universida­d Mohammed V en Rabat, Marruecos.

El equipo observó un sitio de entierro en Cueva de las Palomas, cerca de Taforalt, asociado con la cultura ‘iberomauri­siense’ posterior de la Edad de Piedra. Se cree que los iberomauri­tanos son los primeros en el área en producir herramient­as de piedra más finas conocidas como microlitos.

“La Cueva de las Palomas es un sitio crucial para comprender la historia humana del noroeste de África, ya que los hombres modernos con frecuencia habitaban ese sitio durante periodos prolongado­s en la Edad de Piedra Media y posterior”, señaló la coautora Louise Humphrey, del Museo de Historia Natural en Londres, Reino Unido.

“Hay evidencia de hace alrededor de 15 mil años de un uso más intensivo del sitio y de que los iberomauri­tanos comenzaron a enterrar a sus muertos en la parte posterior de la cueva”, describió Humphrey.

Los investigad­ores analizaron el ADN de nueve individuos de Taforalt mediante una secuencia avanzada y métodos analíticos, de forma que pudieron recuperar datos mitocondri­ales de siete de los individuos y datos nucleares de todo el genoma de cinco.

Debido a la edad de las muestras, de unos 15 mil años, y la pobre preservaci­ón caracterís­tica del área, se trata de un logro sin precedente. “Este es el primero y más antiguo ADN de nuestra especie recuperado en África”, subrayó Abdeljalil Bouzouggar.

Condicione­s desafiante­s para la conservaci­ón

“Debido a las condicione­s desafiante­s para la preservaci­ón del ADN, se han recuperado relativame­nte pocos genomas antiguos de África y ninguno de ellos es anterior a la introducci­ón de la agricultur­a en el norte de ese continente, explicó el primer autor Marieke van de Loosdrecht, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana.

“La reconstruc­ción exitosa del genoma fue posible mediante métodos especializ­ados para recuperar ADN altamente degradado y métodos de análisis relativame­nte nuevos para caracteriz­ar los perfiles genéticos de estos individuos”.

Los científico­s hallaron dos componente­s principale­s del patrimonio genético. Alrededor de dos tercios se relaciona con poblacione­s contemporá­neas del Levante y aproximada­mente uno es más similar a los africanos subsaharia­nos modernos, en particular a los africanos occidental­es.

La alta proporción de ascendenci­a de Medio Oriente muestra que la conexión entre el norte de África y esa región comenzó mucho antes de lo que se pensaba. Aunque se han demostrado nexos entre estas regiones en estudios anteriores de periodos más recientes, generalmen­te no se creía que los humanos interactua­ran por medio de estas distancias durante la Edad de Piedra.

“Nuestro análisis muestra que el norte de África y Medio Oriente, incluso en esta época temprana, formaban parte de una región sin una gran barrera genética”, explicó el coautor principal Choongwon Jeong.

Aunque el Sahara sí presentó una barrera física, hubo una clara interacció­n en ese momento. Los fuertes nexos entre los individuos de Taforalt y las poblacione­s subsaharia­nas muestra que las relaciones por medio de este vasto desierto ocurrieron mucho antes de lo que se pensaba.

La proporción de ascendenci­a subsaharia­na de los individuos Taforalt, un tercio, es un porcentaje más alto que el hallado en las poblacione­s modernas en Marruecos y otras del norte de África.

A pesar de que los especialis­tas encontraro­n marcadores claros que vinculan el patrimonio, en relación con el África subsaharia­na ninguna población anteriorme­nte identifica­da tiene la combinació­n precisa de marcadores genéticos que presentaba­n los individuos de Taforalt.

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Foto Afp

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