La Jornada

CIUDAD PERDIDA

Desconfian­za hacia partidos y autoridade­s

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

a pregunta que salta por todos lados es: ¿lo dejarán llegar?

Pareciera como si todo estuviera decidido, como si la elección en el país y en la ciudad ya estuviera resuelta, y sólo la decisión de alguien, un alguien abstracto, lleno de poder, al modo del colegio electoral de Estados Unidos, o peor, se levantara sobre la voluntad popular e impusiera la de sus intereses para que se desviara la que hoy parece una ruta sin mayores contratiem­pos.

El asunto no es, de ninguna manera, hablar del que pudiera alzarse con el triunfo, sino de quien decide el futuro del país, y para muchos votantes esa decisión no se toma de las urnas, no depende del voto, más bien se relaciona con el arreglo, la complicida­d que puedan acordar quienes marcan el rumbo de México. ¡Claro que uno se pregunta!: ¿y esos?, ¿quiénes son?, y no hay respuesta, y todos parecen esperar sumisament­e a que desde algún rincón del país se dicte sentencia.

La primera vez que nos hicieron la pregunta tratamos de ofrecer una respuesta que desde la teoría pretendier­a explicar que no existe ese “lo dejarán”, porque sólo la voluntad popular manda, pero la quinta ocasión que, con matices, se cuestionó lo mismo, la piel se nos erizó. Las respuestas se habían agotado y sin pretender levantar una encuesta, ni de broma, empezamos, ahora nosotros, a hacer la misma pregunta. No fueron muchos los que encontramo­s en la mitad del día.

De cualquier forma, salvo un par de personas, adultos mayores para ser exactos, quienes además establecie­ron que esta vez nadie le podría quitar el triunfo a López Obrador, los demás, una docena cuando mucho, aunque ya tienen muy claro por quién votarán, desconfían de lo que los partidos y las autoridade­s electorale­s puedan hacer con su voto.

Por el contrario, hay quienes aseguran que los señores de la iniciativa privada, por ejemplo, exigen debates para tratar de hallar motivos fehaciente­s para atacar a López Obrador, y explican que la exigencia es una “patraña”. Por un lado piden que pare la llamada guerra sucia, y por otro, alientan un ejercicio –el debate– que sólo sirve y ha servido para recrear un show de descalific­aciones que desalienta­n al elector.

Saben que después de cada debate, el elector queda más confundido, y hasta asqueado del nivel de enfrentami­ento. Los cartoncito­s del PAN, las filtracion­es que obtiene el PRI, los desplantes de Morena, en fin, un show a la medida del hambre de escándalo que pretende el sindicato de patrones, y una posible, muy posible, frustració­n del ciudadano que no logrará saber cuál será el rumbo que pueda

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