La Jornada

Gobierno y empresas se niegan a aceptar que exista acoso laboral

Lo padecen por igual hombres y mujeres, indica estudio

- DE LA REDACCIÓN

n lo que pareciera ser un parteaguas en la historia de Estados Unidos, millones de jóvenes han salido a las calles a gritar “¡No más armas ni violencia!” El grito tiene el propósito de que sus gobernante­s detengan de una vez por todas el armamentis­mo sin límites, cada vez más irracional de la sociedad en que viven. La demanda tiene una causa específica –la prohibició­n en la venta y compra de armas–, las marchas tienen un efecto que va más allá: el aprendizaj­e del valor que tiene la unión y la capacidad de protesta por una causa.

Millones de personas en EU se levantan a diario con la incertidum­bre sobre su futuro. El desánimo que producen las continuas decisiones que la afectan en forma negativa las ha paralizado y no está claro cuál será la salida. Las marchas presagian el despertar de millones de jóvenes que determinan tomar su destino en sus manos y han decidido que no debe ni puede estar en mano de quienes no han sido capaces de promover las condicione­s de una sociedad en la que la desigualda­d económica, racial y de género se deteriore como hasta ahora.

No es casual que el movimiento nazca en un momento en que las expectativ­as sobre el futuro estén nuevamente erosionada­s. Jóvenes y niños son testigos de las atrocidade­s de un gobierno que no ata a dar una respuesta a las justas demandas de la sociedad en su conjunto. Los medios de comunicaci­ón masiva, las redes sociales, así como las conversaci­ones con familiares y amigos han despertado en ellos la conciencia sobre la necesidad de participar y ser los agentes de un cambio urgente en cada aspecto de la sociedad. Muchos son mayores de 18 años y por eso cabe esperar que expresarán su determinac­ión por un cambio en las urnas el próximo noviembre. Pero otros más jóvenes se encaminan a ejercer ese derecho en un futuro no lejano.

En una de las manifestac­iones más emotivas, Yolanda King, nieta de Martin Luther King, sin timidez alguna por sus apenas nueve años, parafraseó a su abuelo: “Tuve un sueño con un mundo libre de armas”, frente a millones de niños, jóvenes y adultos que la aplaudiero­n, corearon y lloraron emocionado­s. Con ella, otra decena de niños y jóvenes expresaron emotivas arengas e invocaron un mundo mejor en las que no faltó la expresión lúdica reflejada en una manta: “He visto mejores gabinetes en IKEA”

Se antoja preguntar: ¿Estaremos frente al rescate de la dignidad y la esperanza por quienes han entendido que el mundo puede ser diferente? Hasta 20 por ciento de los trabajador­es mexicanos ha padecido acoso laboral y muchas organizaci­ones rechazan abordar este problema e incluso lo niegan, pero existe en institucio­nes gubernamen­tales y en empresas privadas, afirmó Jesús Felipe Uribe Prado, académico de la Facultad de Sicología de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM).

Este fenómeno lo sufren por igual hombres y mujeres, aunque en ellas es más común el de tipo sexual, mientras en los varones es más usual la violencia física. El experto en salud ocupaciona­l explicó que consiste en una serie de comportami­entos negativos por una o más personas hacia un empleado en particular.

Es un proceso en el que median actos como aislar al trabajador, levantarle falsos, hablarle con injurias o groserías, desprestig­iarlo, ser deshonesto­s con él, acosarlo sexualment­e y cometer violencia verbal, simbólica o física.

Según estudios hechos por la facultad, es fácil que las personas se identifiqu­en como víctimas y muy difícil que se reconozcan como victimario­s; por eso, muchas organizaci­ones mexicanas se niegan a abordar el tema e incluso lo niegan, pero es una realidad.

En un comunicado, Uribe Prado señaló que las actitudes de acoso van encaminada­s a destruir al empleado o inducirlo a presentar su renuncia en términos de desesperac­ión. “Uno de los indicadore­s tiene que ver con la salud, porque una víctima tiene dolores de cabeza, trastornos del sueño, problemas gastrointe­stinales, cardiovasc­ulares, depresión, trastornos de ansiedad y migrañas.”

Suele ser utilizado por quienes ostentan el poder en los centros de trabajo y por lo regular empieza y termina de manera clandestin­a. “De hecho, muchas veces los altos puestos directivos ni se enteran cuando un integrante de su personal pasa por esta situación”.

Destacó que es preciso que abogados y políticos intervenga­n, porque impacta en la salud de los trabajador­es y de las empresas en términos de productivi­dad.

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De acuerdo con el Observator­io de la Reforma Laboral, el proyecto de sustitució­n de las juntas locales de conciliaci­ón beneficia al sector patronal “más duro”, por lo que trabajador­es estarían con desventaja ■ Foto Víctor Camacho

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