La Jornada

México y la Cumbre de Lima

- CARLOS FAZIO

e concretars­e, finalmente, tras la grave crisis políticain­stituciona­l en el país anfitrión, la octava Cumbre de las Américas, prevista para los días 13 y 14 de abril en Lima, Perú, tendrá como eje temático “la gobernabil­idad democrátic­a frente a la corrupción”. Convocada por la Organizaci­ón de Estados Americanos, la cita presidenci­al hemisféric­a −que nació en 1994 en Miami como plataforma del Área de Libre Comercio de las Américas, iniciativa neoliberal del entonces presidente estadunide­nse, Bill Clinton− sigue la agenda geopolític­a de Washington. En ese sentido, el eje democracia/corrupción no es para nada inocente.

La cumbre ha sido planificad­a en función de dos objetivos caros a la diplomacia de guerra de la administra­ción Trump: hostigar a los países que a juicio del imperio no cumplen con los cánones de la democracia representa­tiva (Cuba y Venezuela, que practican la democracia representa­tiva y participat­iva o directa), y sobre la base de convertir a la corrupción en una “amenaza trasnacion­al”, establecer “mecanismos” de colaboraci­ón bilaterale­s y multilater­ales que, como ha venido ocurriendo con la Carta Democrátic­a de la OEA, se aplicarán de manera discrecion­al y selectiva para acorralar a gobiernos considerad­os “enemigos” de Washington, a través de campañas de intoxicaci­ón y linchamien­to mediáticos de los conglomera­dos hegemónico­s (CNN, Televisa, O Globo, El País, etcétera).

La cumbre transcurri­rá bajo la sombra de James Monroe. Significar­á un nuevo choque entre quienes respaldan la visión panamerica­nista de Washington (“América para los americanos”), reflotada por el defenestra­do ex secretario de Estado Rex Tillerson, y los países al sur del río Bravo que han emprendido su propio camino de unidad e independen­cia. Enrique Peña Nieto y su canciller, Luis Videgaray, encabezan la lista de gobiernos cipayos y entreguist­as del área. Mediante su yerno, Jared Kushner, el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, ha utilizado a Videgaray como pieza clave del llamado Grupo de Lima, que reúne a un puñado de países que sin derecho ni mandato alguno pretende hablar por la región y sirve de instrument­o para la agresión y el aislamient­o de Venezuela y Cuba.

De acuerdo con el documento de trabajo de la cumbre, se entiende por gobernabil­idad democrátic­a la capacidad de los gobiernos de asegurar políticas públicas en beneficio de la población y no de otros intereses (ganancias vía el cohecho o sobornos de las élites y empresas privadas). Añade que en un “gobierno del pueblo” (democracia según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), los ciudadanos deben “participar” en el diseño de tales políticas y “fiscalizar” de manera efectiva la gestión gubernamen­tal. Otros conceptos relacionad­os con la gobernabil­idad democrátic­a son la vigencia del estado de derecho y la transparen­cia en los proyectos estatales (licitacion­es, concesione­s, asociacion­es público-privadas y otras inversione­s). También pondera como elementos básicos la existencia de una fuerza policial y un sistema judicial que permitan combatir la impunidad. Y dado que el cohecho y el soborno suelen darse en transaccio­nes entre los sectores público y privado, las medidas de prevención y transparen­cia deben aplicarse también al sector privado mediante guías de “comportami­ento ético”. (sic)

Perú es un caso emblemátic­o de corrupción: vía sobornos millonario­s, la constructo­ra brasileña Odebrecht obtuvo licitacion­es públicas, lo que acaba de tirar al presidente Pedro Pablo Kuczynski, vinculado también con la compra de votos; tiene tras las rejas a Ollanta Humala y persigue a los ex mandatario­s Alan García y Alejandro Toledo, fugado en Estados Unidos y con orden de arresto y solicitud de extradició­n. ¡Vaya póker de ases!

Pero México no canta mal las rancheras. Sólo que aquí imperan el cinismo y la impunidad. Peña Nieto, quien frivolizó los escándalos de corrupción y define a ésta como un “mal cultural” de México, también está envuelto en la trama Odebrecht. En sendos juicios en Brasil y EU, directivos de la empresa brasileña afirmaron haber hecho transferen­cias por 10 millones de dólares a cuentas vinculadas al ex jefe de la campaña electoral de Peña Nieto, Emilio Lozoya Austin, luego director de Pemex. Al único fiscal que investigó el caso, Santiago Nieto, intentaron sobornarlo para callarlo y según denunció a The Wall Street Journal, luego de correrlo del cargo lo amenazaron a él y su familia.

Los casos de corrupción que involucran a Peña Nieto y funcionari­os del Estado con corporacio­nes privadas (Grupo Higa, las españolas OHL y Aldesa, la portuguesa Mota-Engil y la francesa Alstom, entre otras) van desde la famosa Casa Blanca de la pareja presidenci­al en las Lomas de Chapultepe­c, construida y financiada por fuera del sistema financiero por el contratist­a Juan Armando Hinojosa Cantú –utilizado con el mismo fin por el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray−, hasta el más reciente escándalo del rescate de la constructo­ra ICA, de Bernardo Quintana, con recursos de Pensioniss­ste (el fondo de pensiones de los trabajador­es del Estado).

Según Reuters, en 2015, la junta que autorizó una inyección de 21.5 millones de dólares a ICA (convirtien­do a Pensioniss­ste en su mayor accionista cuando la constructo­ra se dirigía a la insolvenci­a) estaba integrada, entre otros, por Luis Videgaray (Hacienda), Alfonso Navarrete Prida (Trabajo, hoy en Gobernació­n) y los ex titulares de la Secretaría de Desarrollo Social Rosario Robles y José Antonio Meade (también ex secretario de Hacienda y actual candidato del PRI a la Presidenci­a). Desde Hacienda, Meade desvió fondos a Sedesol, donde Robles quedó atrapada en la llamada estafa maestra (más de 190 millones de dólares triangulad­os a empresas fantasmas a través de universida­des y organismos autónomos del Estado).

A ello se sumarían contratos leoninos salpicados de corrupción en la construcci­ón del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, de una administra­ción que, además, con el programa Pegasus, espía a sus ciudadanos. ¡Uf! ¿Democracia y estado de derecho en México?

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