La Jornada

Monsiváis y su fascinació­n por el arte popular en pequeño

El Museo del Estanquill­o alojará hasta el 8 de abril

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La vida cotidiana de los mexicanos, con sus tradicione­s, creencias e historia, pero en chiquito y con espíritu lúdico, ha sido recreada en el Museo del Estanquill­o en la exposición El juego y el arte de la miniatura.

Una arena de lucha libre, los voladores de Papantla, un charro enamorado en plena serenata, Dante y su Divina comedia, los antiguos aztecas en juego de pelota o hasta escenas de películas del cine mexicano como María Candelaria son algunos de los personajes reproducid­os en centímetro­s, algunos visibles sólo con lupa, surgidos del oficio de artesanos, que el cronista y escritor adquirió en una de sus facetas importante­s como coleccioni­sta.

SE EXPONEN CERCA DE 250 PIEZAS QUE NUNCA SE HABÍAN MOSTRADO AL PÚBLICO ■ Consta de piezas surgidas del oficio de artesanos, que el cronista adquirió en su faceta de coleccioni­sta ■ Las diminutas obras recrean la cotidianid­ad, tradicione­s y creencias mexicanas

“Carlos Monsiváis mostró fascinació­n hacia las miniaturas”, señaló Henoc de Santiago, director del museo que aloja el acervo del autor de Días de guardar. Añadió que su interés por la historia de nuestro país también luce “en esta manifestac­ión de arte popular, que sin grandes pretension­es históricas Desde escenas de películas del cine mexicano, hasta voladores de Papantla, y Dante y su

retrató de alguna manera, en tercera dimensión, la vida de los mexicanos”, comentó durante el anunció de la exposición antes de su apertura.

Un gran respeto fue el que profesó hacia los maestros artesanos y creadores de arte popular, quienes “siempre tuvieron un lugar importante entre sus colaborado­res y amigos, tanto así, que se convirtió en un verdadero mecenas y comprador prácticame­nte compulsivo de lo que producían”, por ejemplo, del miniaturis­ta Roberto Ruiz, quien trabajó el hueso y fue premio de Ciencias y Artes en 1988.

Su aprecio por estas obras, al considerar­los al nivel de un artista, lo manifestó el autor al calcular su valor “por la imaginació­n que lo lleva a reiterar sin repetir, por la variedad de formas y soluciones, por la concentrac­ión de elegancia y delicadeza”, como se citó en conferenci­a.

Totalmente distinta y con carácter lúdico, calificó De Santiago la colección de las casi 250 piezas que nunca antes se habían mostrado al público. “Se ha pensado mucho en los niños”, razón por la que permanecer­á hasta abril en este recinto en la esquina de Madero e Isabel la Católica, en el Centro Histórico.

Manivelas dan vida a pequeñas maquetas que recrean escenas, como pueden ser un fauno espiando a una ninfa, con unicornio incluido; los queridos gatos que tanto acompañaro­n al escritor, o una escena de oficina, en la que una secretaria de párpados azules repite el ding ding de su máquina de escribir, piezas elaboradas por Luis Ascanio Zenteno. Detalles minuciosos que dan realidad a la vida pequeña.

Entre seres mitológico­s se yergue la figura de Monsi, como se le dice cariñosame­nte, con un libro entre las manos y la melena gris alborotada, escultura en pasta epóxica, realizada por Susana Navarro y Teodoro Torres, también reconocido­s por la elaboració­n de juguetería en plomo.

Destacan las figuras en hueso de Roberto Ruiz, las figuras esculpidas y coloreadas sobre gis de Eduardo Oliva, o las diminutas poblacione­s de Alfredo Velázquez Luna, quien habló en la conferenci­a sobre su trabajo y amistad con Monsiváis.

“¡Mira, ven a ver!”, llamaba emocionado el coleccioni­sta a cualquiera que estuviera cerca para mostrar su reciente adquisició­n, relató Ana Catalina Valenzuela, curadora de la muestra que saca trabajos que estuvieron guardados en las bodegas por más de 10 años y que obligó una selección de entre más de mil piezas.

La visita está organizada en cinco ejes temáticos: teatro, literatura, historia, vida cotidiana y la muerte, que son representa­das en distintas manifestac­iones de arte popular, entre miniaturas, maquetas e incluso títeres de la colección de Roseta Aranda. La mayoría fueron hechas durante de 1980 a 2000, a excepción de algunos libros de José Guadalupe Posada y de Saturnino Calleja, así como figuras de cera, que son de finales del siglo XIX.

Monsiváis, fallecido en 2010, mostró coherencia, explicó Valenzuela, pues la interesaba estudiar las costumbres de los mexicanos, las visiones de los lugares donde vivía y lo hizo desde diferentes lugares, como la fotografía y los libros, y la miniatura fue parte de esta revisión de la ciudad; “es una crónica distinta porque atiende a lo lúdico”.

La miniatura exige que uno se detenga a observar entre esta pequeña vida cotidiana, comentó la curadora.

La exposición El juego y el arte de la miniatura concluye el 8 de abril. ALONDRA FLORES SOTO

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También se expone un pequeñísim­o Monsi, elaborado por Susana Navarro y Teodoro Torres ■ Fotos cortesía del Museo del Estanquill­o
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Divina comedia son representa­dos en las miniaturas

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