La Jornada

Modernidad importada

- LUIS LINARES ZAPATA

a visión de Ricardo Anaya se enfoca con precisión en eso que llama modernidad con futuro basada en la tecnología. Finca tal propuesta en comparar dos posturas. Una, la que él describe como positiva y, la otra, adjudicada a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que pinta de obsoleta. El elector mexicano habrá de decidir entre estas dos oposicione­s. Una encrucijad­a francament­e difícil de apresar si se atiende tanto al fondo de su propuesta como al contraste insinuado. Según este recuento, se coloca a sí mismo del lado positivo de la historia venidera después de la elección de julio. Su contrincan­te deberá ocupar la vetusta penumbra del pasado. No cabe duda que, en el Frente, se devanaron el seso para ingeniar tan brillante dicotomía. Además, en este fragoroso panorama sólo cuentan esas dos versiones de la competenci­a. La representa­da por el señor Meade desaparece del escenario electoral por arte de su muy privada decisión.

Las ponderadas virtudes del señor Anaya, predicadas por sus proponente­s, y coreadas por el puñado de fervientes seguidores, llevan en sí mismas un distintivo: su empapada colonizaci­ón. La mirada del candidato no se dispersa en abarcadora cobertura del ancho mundo, sino que se estaciona, con fruición en el espejo estadunide­nse. Desde allá procederán las enseñanzas y directrice­s modernizan­tes. Los ejemplos que usa para demostrar la validez de su alegato no son otros que casos emanados de la experienci­a de empresas trasnacion­ales, esas mismas que, según su relato, no requieren presentaci­ón por triunfador­as.

El meollo, a cada paso de sus

“fantástica­s y visionaria­s” demostraci­ones de promoción, TANTO MEADE COMO ANAYA apunta hacia el uso de la tecnología, no cualquiera sino, en ACUDIRÁN A PROPONER LO QUE EN efecto, la que él cataloga como

VERDAD REPRESENTA­N: LA CABAL del mañana. Aquellas que dejaron obsoletas las del pasado y, CONTINUACI­ÓN DEL MODELO por consecuent­e derivada, perdieron el rumbo, se estancaron EN BOGA, ESE QUE RECHAZA LA o perecieron. Los ejemplos le

MAYORÍA DE LOS VOTANTES brotan a borbotones de fogoso orador en convención de vendedores de puerta en puerta:

Xerox, Kodak, Wal-Mart,

Amazon o Apple. De ahí extrae su oposición a construir refinerías. Los autos de combustión desaparece­rán, según su ilustrada predicción, en unos cuantos años para ser sustituido­s por eléctricos. No importa que este segmento, actualment­e en Estados Unidos, sea apenas de uno por ciento del total. ¿Cuántos años se tardarán en ser sustituido­s aquí? Él asegura, sin dudar, que casi de inmediato, aunque sean más de 10 millones de ellos. No usa, en sus planos alegatos, quizá porque su mente colonizada no puede utilizarlo­s, algún desbalagad­o caso nacional. Tal vez porque, para él, en este país sólo abundan los fracasos o medianías de empresas que apenas subsisten por anticuadas.

Pero Anaya no se detiene en ese desfondado modo de mostrar su oferta central de campaña. La profundiza tomando como contrapunt­o las que califica de vetustas y hasta ridículas propuestas de AMLO. Ese es, y tal vez será, el punto central de su venidera campaña en pos de la huidiza Presidenci­a: una serie de repetitivo­s contrastes entre la modernidad y el atraso. Para el panismo-perredista será, sin duda alguna a esta altura de la competenci­a, una fuerza persuasiva de gran penetració­n popular. Con esa arma discursiva podrá Anaya evitar, como hasta ahora lo ha hecho, audiencias abiertas, populares, incluyente­s. Que tome, a la intemperie de la plaza pública, algo de sol, le recomienda un avezado AMLO.

Ricardo Anaya espera, con ansiedad de confiado primerizo, los debates venideros. Ahí podrá hacer uso de sus dotes de presentado­r estelar. Ahí podrá derrotar a los dos contrincan­tes, uno por uno, o también a dúo con Meade, para apalear al que ambos consideran indefenso López Obrador. Y, en efecto, ahí se verán las caras. No encontrará­n un agotado candidato que, como predican, quedó en el pasado, sino uno que tiene el respaldo de millones de convencido­s mexicanos que exigen un cambio real, sin engaños ni postergaci­ones. Tanto Meade como Anaya acudirán a proponer lo que en verdad representa­n: la cabal continuaci­ón del modelo en boga, justo ese que rechaza la mayoría de los votantes. Eso y no otra escenifica­ción habrá de hacerse presente en lo que resta de la campaña, incluidos los debates. La trabazón entre modernidad tecnológic­a, esperanza hacia el futuro, que enarbola Anaya es una salida etérea y falsa. Es y será incomprens­ible e inasible para el votante. AMLO, en cambio, prosigue su ruta, ya bien transitada por sus constantes y extenuante­s caminatas frente a sus oyentes y simpatizan­tes, incidiendo en la violenta y excluyente injusticia prevalecie­nte. No se olvida tampoco de proponer un gobierno que se desprenda de los mandatos del puñado de beneficiad­os de siempre que empujan, con autoritari­o talante, su ventajosa continuida­d de privilegio­s.

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