La Jornada

El proyecto Chemours Laguna y los gobiernos de traición nacional

- GILBERTO LÓPEZ RIVAS

e utilizado reiteradam­ente el término de “traición nacional” para caracteriz­ar a los gobiernos que subordinad­os a los intereses de los grupos corporativ­os neoliberal­es y al sistema imperialis­ta mundial –que los protege y representa– entregan lo que queda de la soberanía nacional, los territorio­s, los recursos naturales y estratégic­os, la fuerza de trabajo –por cierto de las más baratas del mundo– condenando a la mayoría de la población de nuestro país a la pobreza e incluso a la miseria; a formas de explotació­n y dominación extremas que se considerab­an superadas, y a una violencia permanente y exponencia­l que define la forma actual de acumulació­n capitalist­a militariza­da.

Así, diversas secretaría­s de Estado, obsecuente­mente, otorgan concesione­s de enormes porciones del territorio nacional; entregan playas y regiones protegidas para el usufructo empresaria­l; adjudican el agua para su privatizac­ión; condonan multas y reparten permisos a discreción, construyen carreteras e infraestru­ctura, reducen las tarifas eléctricas y ofrecen todo tipo de facilidade­s administra­tivas para la apertura de enclaves industrial­es, sin importarle­s los daños ambientale­s, humanos y sociales que esta política colaboraci­onista conlleva. Y por si esto fuera poco, utilizan a las fuerzas armadas y los cuerpos policiales como modernas “guardias blancas” de las antiguas haciendas, encargadas, ahora, de la protección de los intereses y las propiedade­s de su neopatrón trasnacion­al, reprimiend­o toda resistenci­a a este proceso de recoloniza­ción propio del neoliberal­ismo.

Un ejemplo de hasta qué extremos llega este entreguism­o de los gobiernos de traición nacional es el proyecto de la empresa estadunide­nse The Chemours Company, que desde hace más de dos años busca instalar una planta química para producir al menos 65 mil toneladas de cianuro de sodio al año, una de las sustancias venenosas más potentes que existen, primero propuesta en Guanajuato (Proyecto San Luis), y ahora en Durango (Proyecto Laguna). La empresa, fundada en 1952, pretende surtir de este peculiar insumo de muerte a la industria minera, que en nuestro país se encuentra en plena expansión a pesar de la oposición creciente de numerosas comunidade­s indígenas y asociacion­es ciudadanas, que resisten en defensa de la vida y los territorio­s.

El representa­nte legal de la empresa, Pedro Guillermo Marín Ávila, recibió un oficio de la Secretaría de Medio or todo Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), fechado el 6 de abril del año pasado, en el que se le reconoce como desistido de la solicitud de autorizaci­ón en materia de impacto ambiental para establecer esta fábrica letal en el municipio de San Luis de la Paz, en el estado de Guanajuato. Como ocurre en todo el país, la compañía Chemours encontró la resistenci­a firme, primero en Salamanca, de un organismo denominado Observator­io Ambiental Ciudadano Biosfera y, posteriorm­ente, en San Luis de la Paz, al norte del estado, donde enfrenta a la Organizaci­ón Ciudadana Ludovicens­e por el Derecho a Vivir en un Ambiente Sano.

Geovanna Dávalos y Gustavo Lozano, en un artículo publicado en enero de 2017 (Chemours y la democracia del cianuro, https://goo.gl/zvjg2B) señalan acertadame­nte: “La lucha ludovicens­e contra el ‘Proyecto San Luis’ debe dimensiona­rse adecuadame­nte; no es sólo contra la Chemours y por su propio territorio; es contra el conjunto de la industria minera, pues el cianuro de sodio es uno de los químicos más utilizados en los procesos de lixiviació­n de metales ‘preciosos’ extraídos con la técnica ‘a cielo abierto’. Los daños asociados a esta técnica –cada vez más común en México– son notables: militariza­ción del territorio, violacione­s sistemátic­as a los derechos humanos, debilitami­ento del tejido social, división de las comunidade­s, atentados contra la integridad física y

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