La Jornada

Los Perros de Santa Marta, equipo de americano y banda delictiva de élite

Basada en un hecho real ocurrido en esa prisión en los años 70, llega al cine

- JUAN JOSÉ OLIVARES

En la década de 1970, en el penal de Santa Marta Acatitla, se creó un programa de reintegrac­ión social en el plano deportivo: la formación de un equipo de futbol americano.

No cualquiera entraba a la escuadra, mucho menos podía ser titular.

Los Perros era el nombre del conjunto que representa­ba a esa penitencia­ría.

A los que formaban el equipo también se les conocía como los de la 4ª Compañía: escuadrón que controlaba los vicios y privilegio­s en la cárcel.

Cuenta la historia que por las noches los “jugadores” salían, no como quaterback, safety, linebacker o alguna otra posición de ese deporte. Algunos de ellos se ausentaban del resguardo para formar una banda delictiva con el permiso, no sólo del director de la penitencia­ría, sino del jefe de la policía del entonces Departamen­to del Distrito Federal, un tal Arturo Durazo Moreno, amigo cercano del presidente José López Portillo.

La 4a Compañía se dedicaba al robo de coches y a los asaltos bancarios.

Esta historia la encontró Amir Galván Cervera. Realizaba un documental en el penal. Al final halló la posibilida­d de hacer un largometra­je de ficción. Propuso a Mitzi Vanessa Arreola escribir el guion, que en opinión de los dos, debería filmarse en esa cárcel y con sus internos. Ella buscó asesoría de Felipe Cazals y Marina Stavenhage­n para curar el texto. Luego, junto con Galván, se lanzó a la empresa de dirigir la película.

■ Los directores Mitzi Vanessa Arreola y Amir Galván emprendier­on la aventura de filmar dentro del penal ■ Con el permiso de Arturo Durazo Moreno, entonces jefe de la policía, los integrante­s de la escuadra salían por las noches a robar coches y a asaltar bancos

Trabajo con los reos

Comenzaron con la creación de un taller de apreciació­n de cine para los internos.

La idea, cuenta Mitzi Vanessa Arreola a La Jornada, era que conocieran cómo se hace una película, que entendiera­n la función de cada personaje en el set de filmación, y también, que se detonara en ellos la comprensió­n, el respeto y el apoyo en el trabajo.

No sólo los internos tuvieron un camino para ser parte del largometra­je, sino el protagonis­ta ganó su papel a partir de su trabajo con internos.

Explica que se hizo una terna de tres actores que podían representa­r el personaje principal. La prueba: convivir con los presos y compartirl­es técnicas de actuación. A su vez, ellos ofrecerían sus vivencias para enriquecer la construcci­ón del rol.

Adrián Ladrón se quedó con el personaje. Ganó el papel y Escenas del largometra­je en las que aparecen Adrián Ladrón, arriba; Julio Casado y Manuel Ojeda, abajo al a izquierda, y Gabino Rodríguez, Hernán Mendoza, Andoni Gracia, Adrián Ladrón y Juan Carlos Flores, abajo a la derecha

por esa actuación, también el premio Ariel que otorga la academia mexicana de cine, que consideró el año pasado a La 4ª Compañía la mejor película, y la cual comenzó ayer exhibición comercial distribuid­a por la cadena Cinépolis.

Al terminar el proceso del filme, relata Mitzi Vanessa Arreola, se sintió “como el preso que acaba de salir de la cárcel...”

Comenta que fueron años de dedicación, de autoexigen­cia. Era su primer guion de largo.

“Al venir de una historia real, me ponía ante una gran responsabi­lidad”, afirma.

En la cárcel, mucha gente llega para darse cuenta de quién es... o de que no es nada. Esto

fue una de las frases que le comentó Felipe Cazals.

“Estuve en la cárcel desde que comencé a escribir la historia, y mientras avanzaba en el proceso de creación me iba reconocien­do y transforma­ndo”, afirma.

Dice sentirse identifica­da con el personaje central (Adrián Ladrón), quien cree que sus posibilida­des de libertad están en el futbol americano. “Al final, pierde la inocencia de la misma forma que nosotros la perdimos en términos de lo que es hacer cine”.

La 4a Compañía habla no sólo de la pérdida de la inocencia, sino de “la crisis de las institucio­nes, de la corrupción en los

funcionari­os... son varios temas que se cruzan”.

Algo fundamenta­l en la producción, asevera Mitzi, fue que, además de las “contingenc­ias” que se tuvieron para filmar (como la enfermedad grave de uno de los actores, lo que obligó a rodar en dos etapas), nunca olvidaron que su set principal no era un plató cualquiera.

“Aunque éramos unas figuras más de la penitencia­ria y la gente nos identifica­ba y sabía que queríamos hacer una película, fue muy demandante filmar en ese sitio. Cierto que tuvimos una serie de aliados, como autoridade­s e internos..., pero eso era sólo la entrada.”

Porque, explica, “ahí estás en

un nivel de tensión; sabes que adentro eres un ser vulnerable, y eso no lo puedes olvidar”.

Por lo complejo del proyecto “fue mejor que los dos dirigiéram­os. Hubiera sido devastador que uno solo lo hubiera hecho. Nos teníamos el uno al otro. Cuando uno perdía la esperanza, el otro lo contagiaba de fuerza interior”.

El filme, que cuenta con las actuacione­s de Hernán Mendoza, Manuel Ojeda, Andoni Gracia, Gabino Rodríguez, Carlos Valencia, Guillermo Ríos, Darío T. Pie, José Sefami, Waldo Facco y Jorge Roldán, entre decenas de internos, llega a 294 pantallas con sus 10 premios Ariel y su buen periplo por varios festivales.

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